En primer lugar, he de advertir que esto es sólo un pequeño resumen personal de una entrevista realizada al psiquiatra Guillermo Rendueles a propósito de su libro Egolatría, por lo que para todos aquellos que queráis profundizar en el vasto, interesante y complejo universo ideológico de este autor, os remito a su obra a la que podéis acceder libremente a través de la red y de los links que aquí os dejamos.
- Comienza Guillermo Rendueles advirtiéndonos que una persona sana no es aquella que tiene capacidad para amar y trabajar (definición tópica de Freud). Al fin y al cabo, el trabajo es ahora un medio alienante que transforma vida en dinero, y al amor lo ha fagocitado la disvinculación amorosa producida por esta cultura del narcisimo. Estar mentalmente sano consistiría más bien en tener la capacidad de mantener tus quejas y malestares en el ámbito privado. Y de acuerdo a esta definición funcionan los servicios de salud mental en su gestión de la demanda que les llega, sobresaturados por supuestos trastornos mentales o pseudoenfermedades, que no van a lograr curar pero sí cronificar. Y es que las quejas banales ni se benefician del tratamiento ni lo abandonarán.
- La fibromialga, es para el autor, un sufrimiento difuso relacionado con la mala vida cotidiana y que se expresa como dolor instalado en el plano físico porque esta es la única forma que tiene de ser escuchado. Y es que la gente prefiere nombrar su malestar como enfermedad que ponerle nombre y cara a sus frustaciones, carencias, errores, debilidades, etc...
- Las derrotas de la antipsiquiatría, podrían sintetizarse en cuatro hitos principales. Por un lado, la utopía de que desmantelando el manicomio se aboliría la locura se dio de bruces con la constatación de que en la esquizofrenia hay una parte que es completamente ajena a las instituciones totales o fábricas de esa locura.En cuanto a la suposición de que la esquizofrenia era un producto de la familia esquizofrenógena con lo que parte del tratamiento vendría por la vía de la separación del sujeto de su entorno y la creación de redes sociales solidarias, no es necesario abundar en el hecho más que constatable, de que dichas redes no han proliferado y que a día de hoy, la locura se vive y se contiene en la familia.Otra utopía venida a menos, la esperanza de instaurar en la sociedad estructuras acogedoras y tolerantes donde el enfermo mental tuviese un espacio, tampoco se ha materializado. Por último, la tesis de la desmedicalización quedó también desterrada. No sería el pueblo sano el que acogiese al pueblo enfermo a través de los vínculos afectivos serenos y sólidos, reduciendo así la necesidad de otras contenciones químicas. Lo que la historia nos trajo fue el paso a una individuación forzada, a una desvinculación social y tras ella o de manera paralela, a una psicologización y psiquiatrización del malestar cotidiano, que ya no es acogido en mi entorno más cercano sino en la consulta de un "profesional". En este último trance, juega un papel esencial el invento del DSM-III, el cual crea un sistema de clasificación de las enfermedades mentales descriptivo y empírico y hace reaparecer a los "profesionales" como un gremio que sabe diagnosticar con la precisión de un médico. Lo que le sigue, es sobradamente conocido por todos: el DSM-III es colonizado por la industria farmacéutica y diagnósticos y criterios que son fruto del mero consenso, adquieren visos de dogma y verdades incuestionables.
- Los psicofármacos, concretamente los ansiolíticos o tranquilizantes, según Rendueles, son la vía de escape de una población que los demanda, porque su vida se hace más llevadera al ejercer un efecto de pantalla protectora frente a la realidad. No importa si no conseguimos cambiar lo que no nos gusta, lo que realmente nos interesa es aguantarlo con la menor dosis de sufrimiento posible.
- Para hablar de la derrota de los manicomios, el autor recurre a Henri Ey, que ya pronosticó hace muchos años que las tapias de los manicomios hacen lo mismo que los medicamentos: impedir que al loco le inunden demasiados estímulos que es incapaz de filtrar, y consecuentemente reducir alucinaciones y delirios. Concretamente el psiquiatra francés declaró dirigiéndose a esos primeros representantes de la antipsiquiatría que "si ustedes echan abajo los muros de los asilos, lo que va a pasar es que los pacientes van a necesitar una camisa de fuerza química hecha de psicofármacos". Y dadas las dosis actuales que se prescriben y al auge de la industria psicofarmacológica, parece que Henri Ey no se equivocó.Siguiendo con el manicomio, Rendueles defiende los ingresos de cierta duracíón cuando van de la mano de un ambiente tranquilizador, del uso de bajas dosis de neurolépticos y de espacios favorecedores de la reelaboración y jaque al delirio. Y critica el actual sistema de ingresos exprés que, bajo la apariencia de un bienintencionado comunitarismo, lanzan al paciente a la calle en unas dos semanas, bajo los efectos de unas grandes dosis de medicación y sin haber integrado las vivencias psicóticas a su biografía. En cuanto a la responsabilidad de este estado de las cosas la sitúa pluralmente en la administración, la industria y los profesionales.Además, los medios que actualmente contienen al psicótico, son vistos por el entrevistado como lugares en los que los pacientes están demasiado vigilados y presionados, con la excusa siempre cargada de buenas intenciones de que de no ser así podría ocurrir una desgracia (junto a la judicalización de los problemas que atemoriza al personal).
- Sobre la enorme saturación de los centros de salud mental, establece una conexión entre los malestares que traen a consulta y la insociabilidad intimista de nuestra actual sociedad, que nos obliga a expresar el dolor psíquico en términos de enfermedad mental y ante un profesional sanitario. Ahora, la única identidad disponible para entender el sufrimiento fuera del sentimiento del nosotros es la de frágil y enfermo individual. Además, los medios imponen un estándar muy alto de felicidad con lo que si tú no encajas en esa imagen prediseñada de tipo triunfador y supervitaminado las 24 horas del día, es que algo pasa en tu interior susceptible de atención médica o lo que es lo mismo: estás enfermo.
- Vivimos en una sociedad que duda constantemente de los vínculos serenos (como el niño que observas en el parque jugar tranquilamente alejado de mamá o papá), nos cuesta movernos de lo poco o nada seguro que tenemos y nos pasamos la vida con el miedo permanente a que la angustia nos desborde. Frente a ello, Rendueles habla de la necesidad de recuperar la moral, refiriéndose a la necesidad de recuperar costumbres, lazos, vínculos que te permitan elaborar junto al otro lo bueno y lo malo que te pasa sin necesidad de acudir a preofesionales. La educación moral que defiende vendría a cuestionar la buena vida que nos venden desde todos lados, lejana a una vida fértil y copia idéntica de una vida divertida, placentera. Quizás, sea necesario replantearse conceptos como la vergüenza y la culpa, la mala conciencia, la distinción entre lo malo y lo bueno, y recurrir a todos estos conceptos para así debilitar al hombre posmoderno, ausente, disociado y disperso, gorrón, en búsqueda siempre de una ganancia.
Pinchar en más información para continuar leyendo- En cuanto al síntoma es necesario valorar siempre si el enfermo saca algún provecho, pues una recepción ingenua de la queja en estado bruto ha connducido a la psiquiatrización global, en el sentido de producir muchedumbres quiejumbrosas y autoindulgentes. Además, el que se instala en la queja, se autolesiona tomando fármacos y limitando sus actividades. Al fin y al cabo, la depresión es una de las expresiones del duelo que provoca evaluar la vida real como malograda o desgraciada, y buscando atajos para eludir esta verdad aplastante nunca podremos salir de ella.
- Rendueles desconfía del progreso y aboga por un retorno a las tradiciones y los grupos naturales, y es que el proceso de individuación que lleva parejado dicho progreso, en vez de hacernos más libres ha empobrecido nuestra vida. Vivir sin vínculos es la receta del individualismo. Nos quedamos en un desierto afectivo posmoderno en el que para sobrevivir vamos a necesitar a médicos, psiquiatras, psicólogos y nuevas servidumbres que nos ofrece el mercado capitalista.
- Del amor, como uno de los vínculos que ha entrado en crisis (hay expertos que se atreven a asegurar que el amor no dura más de 3 años y las cifras de ruptura señalan que sólo el 12 % de las relaciones son de larga duración), Rendueles opina que hoy en día lo que prevalece es un amor preadolescente en el que por un lado va el sexo y por otro, la ternura. El amor maduro, como síntesis de ambas cosas, se ha banalizado y trivializado en la posmodernidad, de tal manera que la relación amorosa se asocia más al deseo pasajero y la disipación que a la asunción de la responsabilidad de compartir una vida en común.
- De la crítica antipsiquiátrica de la familia (Cooper) resulta interesante la escalada de dobles mensajes donde las necesidades del otro son adivinadas y falseadas ( -vete a la cama que estás cansado... -si yo no estoy cansado... -vete, yo que soy tu madre sé que lo estás). Así, la vida en comunidades libres de normas ocultas fue una experiencia emocional correctora que devolvió a la realida a algunos enfermos mentales graves. Sin embargo, el autor, no cree que este tipo de experiencias puedan ser una guía absoluta y universal a implantar.
- Critica la orden hedonista que prescribe la posmodernidad al imponer la obligación al goce y el hedonismo y que rotula como síntoma depresivo la anhedonia, y también critica la colonización del mercado femenino por el mercado de la autoayuda y filosofías afines que obligan a las mujeres a reproducir el estereotipo masculino del hombre duro y egoísta frente a vieja ética del cuidado.
- De las drogas, lamenta la transformación que ha producido el mercado del consumo de drogas desde un uso lúdico, investigador y racional hacia un fenómeno que ante la quiebra de todas las identidades, fomenta y suministra una falsa identidady una falsa profesión o modo de vida a los que se adentran en este mundo." En un mundo sin identidades- afirma- vale más ser adicto que no ser nada". Además, el mercado, viendo que podía producirse una desaparición del negocio ante las muertes prematuras y masivas de muchos drogadictos, fomenta ahora el uso recreativo y la desidentificación del que se droga con la figura del yonqui.Respecto a las toxicomanías, muchos adictos dejan de serlo a través de mecanismos que tiene que ver con la voluntad, la capacidad de autorregularse y de recuperar normas morales; se trata de abandonar un vicio, algo que domina tu voluntad, y potenciar virtudes basadas en el autocuidado y el autorespeto. El que se droga no es, pues, un enfermo.
- Su posición frente a la transexualidad también contradice el discurso establecido y se opone a las intervenciones masivas de cambio de sexo, ya que éstas implican una reseñable iatrogenia y tranforman una metáfora (cambiar de sexo) en una realidad que acaba convirtiéndose en un drama horroroso. Tras la aparente liberidad de políticos y administración frente a este asunto se esconden posiciones demagógicas y poco conscientes.
- El suicidio es un tema con una importante carga sociológica, potenciado no en pocos casos por el romanticismo individualista tan típico en la adolescencia cuando se está en una situación de falta de redes amistosas y de normas. El riesgo aumenta con variables como estar soltero, no religión, parado, etc... y la mejor política de contención del suicidio sería, de nuevo, la mejora de las redes sociales naturales
- Sorprendentemente Rendueles defiende mantener las antiguas estructuras religiosas. Ante la evidencia de que el laicismo produce un nihilismo masivo que justifica la moral del provecho hedonista (insolidaridad), por qué no reconocer estas redes religiosas como redes protectoras para el individuo líquido y aislado.
- No cree posible que las relaciones terapéuticas en las disciplinas relacionadas con la salud mental estén libres de valores. Por ello, se presenta ante sus pacientes como alguien con unos principios libertarios y contrarios al lucro,y reconoce que los consejos en terapia siempre tienden a ser conservadores, recomendando la no exposición a conflictos de los que uno ya se sabe perdedor. La estrategia terapéutica suele ser en muchos casos no empeorar.
- La prescripción de la cronicidad se asienta en la gestión de riesgos y establece que ante el riesgo siempre hay que dar medicación o contener de cualquier otra forma. Su reacción frente a este desolador y hecho, que podemos observar en el sistema actual de salud mental, es intentar impedir la entrega a la indefensión del para siempre con un manejo farmacológico flexible y la asunción de algunos riesgos.
- Termino con un par de frases de Guillermo Rendueles, con las que, para qué ocultarlo, siento enormes dosis de afinidad:
" Sólo de los sin esperanza nos viene la esperanza ".
" Resiste y no pienses en victorias ".
Texto escrito por Esther Sanz ( Psicóloga Clínica Área Externa Salud Mental Tenerife)