Título: Gusanos de la Tierra (Worms of the Earth)
Autor: Robert Ervin Howard, el malogrado rey de la literatura pulp y uno de los padres de la literatura fantástica moderna, que publicó casi toda su obra en la revista Weird Tales. Fue miembro del Círculo de Lovecraft, y de su pluma nacieron Conan el Bárbaro, Solomon Kane, Kull el Conquistador o Red Sonya. En KindleGarten lo conocimos con la reseña de su relato de Espada y Planeta "Almuric". Año de publicación: 1932 para el relato original. 1987 para este volumen, publicado en España por Martínez Roca.
Género literario: Pertenece a la Fantasía, combinando ingredientes de la Fantasía heroica con otros del subgénero de Espada y Brujería. Tiene un trasfondo bélico, y se puede incluir en los Mitos de Chtulhu lovecraftianos, por contener elementos de dicha mitología. Esto hace que algunos de sus relatos deriven hacia el Terror. Por su edición original en revistas de quiosco, y por sus intenciones lúdicas, se enmarca dentro de la literatura pulp.
Bran Mak Morn vio la luz, como el resto de las creaciones de Howard, en las páginas de la revista Weird Tales. El volumen que hoy vemos, publicado en España por la editorial Martínez Roca en 1987, recopila casi todo el material que el autor tejano dedicó al personaje: cinco relatos, un poema y un fragmento. Lo principal, que son los relatos, los contiene íntegros. Existen otras antologías de otras editoriales, publicadas en otros países, y en esta reseña veremos las portadas de algunas.
El volumen se abre con un prefacio del propio Howard, donde explica sus intenciones a la hora de crear el personaje, y que se resumen en la fascinación del autor por la barbarie, que consideraba la organización social perfecta, frente a la civilización, que estimaba decadente. En este prefacio, el autor expresa su identificación con los pueblos bárbaros, en particular con los pictos, que encarnaban su ideal tanto físico como moral. Recordemos que el tejano, por una parte, desarrolló un físico portentoso mediante el ejercicio (hoy le llamaríamos vigoréxico), y por otra era profundamente misántropo y nunca encontró su lugar en una sociedad que le resultaba ajena y extraña.
El autor reconoce también, y esto debe tenerse en cuenta a la hora de juzgar este compendio, que su documentación sobre los pictos y la historia británica no era todo lo amplia y contrastada que debiera, entre otras cosas por las dificultades para acceder a ella en un pequeño pueblo de Texas de principios del siglo XX. Robert E. Howard era un entusiasta de la historia escocesa, y desde niño leía cuanto libro sobre el tema cayera en sus manos, aunque sus conocimientos sobre la materia fuesen fragmentarios y estuviesen lejos de la erudición.
Por tanto, "Gusanos de la Tierra" y el resto de relatos de Bran Mak Morn no deben ser tomados como un intento de hacer novela histórica, si no que entran de cabeza en el terreno de la fantasía, y de hecho Howard los entronca directamente con su universo personal, remontando las raíces de los pictos a los mundos perdidos de la era Hiboria, y aún más atrás, a los legendarios continentes de la era Thuria: Atlantis, Lemuria y Valusia. Luego volveremos sobre esto.
Bran Mak Morn es el rey de los pictos, el último descendiente de una milenaria estirpe que se remonta, como veremos en esta reseña, a Brule, el asesino de la lanza, amigo devoto, compañero de batallas y leal hombre de confianza del legendario Kull el Conquistador, Rey de Valusia. Por ello, Bran conserva el aspecto físico y las cualidades originarias de su raza, y no ha caído en la degeneración que ha reducido a los pictos a embrutecidos hombres de baja estatura y cuerpos hipertrofiados, de miembros cortos y músculos nudosos; de piel oscura, aspecto simiesco y carácter astuto e huidizo. Robert E. Howard ofrece su descripción varias veces:
"Bran Mak Morn no ha cambiado con los años; sigue exactamente como cuando surgió, ya adulto, en mi mente: un hombre de mediana estatura, parecido a una pantera, con inescrutables ojos negros, cabello negro y piel morena."
"Vi a un hombre moreno y de negro cabello, cuya cabeza apenas me llegaría al hombro, pero que parecía tan ágil y fuerte como un leopardo. Iba parcamente ataviado con vestiduras sencillas que le ceñían el cuerpo, y su única arma era una espada larga y recta. No se parecía en aspecto y rasgos a los Pictos más que yo pero, con todo, había en él cierto aparente parentesco con ellos."
"Era de talla mediana, pero había algo en él que trascendía la simple masa física..., cierta vitalidad feroz e innata, sólo comparable a la de un lobo o una pantera, y que resultaba evidente en cada línea de su cuerpo flexible y compacto, en su áspera cabellera lisa y sus labios delgados, en el aspecto aquilino de su cabeza sobre el cuello fibroso, los hombros anchos y cuadrados, el pecho amplio, las caderas esbeltas, los pies estrechos. Construido con la salvaje economía de una pantera, era una imagen de potencialidades dinámicas, contenidas con un férreo autocontrol."
"Bran" (o Brân) es la palabra gaélica para "Cuervo", y el cuervo es el animal asociado al dios gigante celta Bran. Bran el bendito (Bendigeidfran o Brân Fendigaidd en galés) es un héroe legendario de la mitología celta gaélica, siendo un nombre que se repite en los folclores galés e irlandés. Con él, Howard quería homenajear al caudillo celta galo Brennus, conquistador de Roma en el siglo IV antes de Cristo; y con el apellido Mak Morn tributa al héroe irlandés Gol Mac Morn.
Vamos a hablar un poco de las historias que incluye este compendio:
"La raza perdida": El primer relato, en justicia, no está protagonizado por Bran Mak Morn, aunque sí sirve a Howard para presentar el escenario y la ambientación en la que transcurrirán sus aventuras. Está narrado en tercera persona y protagonizado por un britano llamado Cororuc. En su caminar por el bosque, Cororuc halla a un lobo herido y acorralado por una pantera. Licencias zoológicas aparte, Cororuc espanta al felino y el lobo desaparece. Tras ello, se cruza con tres famosos bandidos de la zona. Mata a dos de ellos, pero el tercero escapa y alerta al resto de su banda. El britano huye de allí, pero en un desfiladero se golpea la cabeza y cae inconsciente. Al despertar, descubre que está atado de pies y manos, y es transportado a una cueva donde habitan los pictos, a los que creía extintos. Allí se encuentra su monarca, un anciano que, sin motivo aparente, le cuenta la historia de su pueblo y las razones por las cuales han llegado a su actual decadencia. Posteriormente, lo condena a morir en la hoguera para pagar en su persona todo el mal que su pueblo, el celta, ha causado a la raza picta. Pero el lobo que salvó al comienzo del relato hace su aparición, revelando que en realidad es un hombre, e intercede por el britano, perdonándole la vida.
"La raza perdida" no es el relato mejor planteado ni resuelto del volumen, pues considero que carece de sentido que los pictos, un pueblo que sobrevive gracias a su reserva, lleven a Cororuc a su cueva, y que su soberano le cuente su historia, pero posee elementos interesantes. Por una parte, las detalladas descripciones que Howard dedica a personajes y escenarios; por otra, el reflejo del mestizaje de diversas razas propio de la época (Cororuc es celta britano, pero sus rasgos muestran ascendencia belga), el retrato del sentido del honor simple y recto de los pictos, el elemento fantástico del monarca, de edad incalculable y poseedor de una pócima con la que puede rejuvenecer una y otra vez, y la narración por éste de la historia de su pueblo, que dentro de las licencias del autor, tiene una cierta base real: el desplazamiento de los pictos por un pueblo de celtas gaélicos procedentes de Irlanda, llamados Escotos, que dieron su actual nombre a lo que hoy día es Escocia.
"Hombres de las sombras": Se inicia con un poema que, en su traducción al castellano, tiene nueve estrofas de cuatro versos de arte mayor y rima consonante ABAB, y cuenta, de manera épica, la historia del pueblo picto, la última raza de la Edad de Piedra, su auge y su desaparición.
Este relato está narrado en primera persona por un mercenario normando del ejército romano, y comienza in media res, durante un combate que mantiene su expedición contra un grupo de asaltantes pictos que le han tendido una emboscada. El normando es uno de los treinta hombres que sobreviven del total de quinientos que formaban la partida expedicionaria, y que ilustra la variada procedencia de los soldados de Roma: romanos, latinos, britanos, germanos y hasta un hibernio (irlandés). El mercenario narra su desesperada lucha contra las interminables hordas de pictos, pueblo con el que nunca se había encontrado, y describe su físico peculiar y su ferocidad y arrojo en el combate. Uno a uno van cayendo sus camaradas, hasta que el nórdico, desechando el armamento romano (espada corta y escudo rectangular), se hace con una espada vikinga y entra en berserk, el estado de hombre-oso, la euforia irracional en el que lucha contra los pictos sin pensar en la muerte e indiferente a las heridas que recibe. Tras un combate encarnizado, relatado con maestría por Howard, que logra un texto muy visual y vívido, el protagonista llega hasta Bran Mak Morn, que respeta su vida en aprecio de su valor guerrero.
Es entonces cuando el relato gira hacia el subgénero de Espada y Brujería, con la aparición de un hechicero picto, con el que Bran Mak Morn mantendrá un duelo mental, de voluntades, en el que se disputan tanto el derecho del normando a conservar su vida o servir de sacrificio ritual, como el mando sobre la cultura picta. Finalizado el duelo, el brujo relata la historia del mundo desde la historiografía de Robert E. Howard, e ilustra al normando, con Bran como testigo, sobre la extensión y conformación del mundo y el origen de sus pueblos. El texto, que pasa a tener un tono onírico y un cierto punto místico, incluye otros cuatro poemas, o cánticos, sin rima, y finaliza de forma un tanto abrupta.
Bran Mak Morn, por Chris Walton
"Reyes de la noche": Es un relato extenso, divido en tres partes, que se abren con sendos fragmentos de poemas, un primero titulado "La canción de Bran", uno de E.A. Poe y otro de G.K. Chesterton. Narra una batalla campal entre una legión romana y un ejército conformado por Bran Mak Morn con sus pictos; Cormac de Connacht, caudillo de los gaélicos de la isla de Erín (Irlanda), un grupo de carros britanos y un contingente de trescientos mercenarios normandos (descritos con todas las licencias habituales, cascos astados incluidos) que, tras la muerte de su rey, se niegan a combatir a menos que se les proporcione un rey al que seguir, amenazando con pasarse al otro bando en caso contrario.
En esta historia, Bran Mak Morn se refiere a sí mismo, por primera vez, como descendiente del linaje de Brule, el asesino de la lanza, y porta una corona de hierro con una gema roja engastada. Además, está acompañado por Gonar, un brujo sempiterno, al que se le atribuye la inmortalidad. Todo ello permite a Robert E. Howard, como anticipamos y como veremos ahora, vincular el mundo de Bran Mak Morn con el de su era Thuria:
"—¡Bien, la gema! —gritó Bran con impaciencia—. Es más vieja que este mundo. Era vieja cuando la Atlántida y Lemuria se hundieron en el mar. Le fue entregada a Brule, el de la Lanza Asesina, el primero de mi linaje, por Kull el atlante, rey de Valusia, en los días en que el mundo era joven. Pero ¿nos será eso de provecho ahora?"
Pues sí, pues mediante la gema le es posible invocar nada menos que al mismísimo Rey Kull de Valusia, el bárbaro atlante que rigió la nación más poderosa de la antigüedad. Kull se erige como rey ante los normandos, asegurando su adscripción al bando de los bárbaros y decantando la balanza a favor de éstos.
Todo el texto es un relato de la batalla, cruenta y de gran intensidad, en la que Howard derrocha emociones y épica. Los normandos, por su número (trescientos) y su papel, cerrando un paso entre montañas, nos recuerdan al momento a los espartanos de Leónidas y su legendaria hazaña del Paso de las Termópilas. El autor ofrece una batalla de gran colorido, por los diferentes pueblos y modos de combatir que la componen, y logra una descripción vibrante, enérgica y briosa, transmitiéndonos imágenes de hombres desesperados, luchando cegados por la sangre en medio de una carnicería de muerte, acero entrechocando, gritos, desorden, una vorágine de hombres y caballos matando y muriendo y, en resumen, esa extraña paradoja por la cual la violencia puede ser una forma de arte, y de que podamos disfrutar de algo tan execrable como es la guerra, sin sentirnos culpables, sabiendo que es solo ficción:
"Después, todo el ímpetu de la carga gaélica barrió a la caballería romana, destrozándola, convirtiéndola en despojos, desbaratándola. Sobre sus rojos restos los aullantes demonios de Cormac golpearon a la pesada infantería romana, y toda la línea tembló bajo el impacto. Espadas y hachas subieron y bajaron centelleando, y la fuerza de su acometida les hizo adentrarse en las filas compactas. Allí, detenidos, lucharon y forcejearon. Las jabalinas herían, las espadas subían relampagueando, abatiendo a caballo y jinete. Grandemente superados en numero, acosados de cada costado, los gaélicos habrían perecido entre sus enemigos, pero en ese instante los carros retumbantes se abatieron desde el otro lado sobre las filas romanas. Golpearon casi simultáneamente en una larga hilera, y en el momento del impacto los conductores desviaron a sus caballos de lado y corrieron paralelamente a las filas, segando a los hombres como si fueran trigo. Murieron centenares bajo aquellas cuchillas curvadas, y saltando de los carros, gritando corno gatos monteses enloquecidos por la sangre, los guerreros britanos se arrojaron sobre las lanzas de los legionarios, dando tajos locamente con sus espadas manejadas a dos manos. Agazapados, los pictos lanzaron sus flechas a bocajarro y luego saltaron para unirse al degüello. Enloquecidos por la visión de la victoria, aquellos pueblos salvajes eran como tigres heridos que no sienten las heridas, y morían de pie con su último aliento convenido en un rugido de furia."
"Una canción de la raza" Es un poema de doce estrofas de cuatro versos, de métrica libre y no rimados, al menos en la traducción al castellano, de tono tan épico como crepuscular, pues trata, una vez más, de la antigua gloria y el noble pasado de la raza picta, de la desaparición de su antiguo mundo y la pérdida del esplendor de las ahora desaparecidas naciones.
"Gusanos de la Tierra": El relato que da título al compendio es una historia de terror bastante extensa, dividida en seis partes, y perteneciente a los Mitos de Chtulhu, que entronca con la obra del genio de Providencia y otros miembros del "Círculo de Lovecraft", del que Robert E. Howard formaba parte.
"¡Negros dioses de R'lyeh, hasta a vosotros os invocaría para la ruina y destrucción de esos carniceros! Juro por los Innombrables que los hombres morirán aullando por eso, y que Roma chillara como una mujer que en la oscuridad pisa una víbora!"
La trama se inicia en Eboracum, la actual York, en la que se halla Bran Mak Morn, haciéndose pasar por un embajador de Pictdom (el reino picto) llamado Partha Mac Othna. Allí asiste a la crucifixión de un picto, acusado de agredir e insultar a un mercader. El reo, ya en la cruz, es asesinado por un legionario, al que escupe cuando le ofrece una copa de vino. Esto indigna a Bran e inflama su odio hacia Titus Sulla, el mandatario romano, que personaliza todos los vicios que Howard achacaba a la civilización. Tras enviar a su asistente en busca del caudillo gaélico Cormac de Connacht, con el mensaje de hostigar y atacar la frontera del Muro, Bran mata al legionario asesino y cabalga rumbo a los pantanos, donde contacta con la mujer-bestia Arla, una bruja que le guía hasta el Túmulo de Dagón, donde se encuentra la Piedra Negra, venerada por los Gusanos de la Tierra, descendientes involucionados del antiguo Pueblo Serpiente (que ya combatió milenios antes Kull de Valusia). Bran Mak Morn roba la piedra, y a cambio de devolvérsela, pide a los Gusanos de la Tierra que le traigan a Titus Sulla, que se esconde en la Torre de Trajano.
Robert E. Howard crea un relato terrorífico en cuanto a las implicaciones de los Gusanos de la Tierra, un pueblo que vive en el subsuelo y oculta secretos inenarrables, y cuya costumbre de robar bebés humanos daría pie, según el autor, a las leyendas sobre la "gente pequeña", las criaturas feéricas tan propias del folclore de las naciones celtas. De hecho, un punto central de la aventura será el complejo de Stonehenge, que se reconoce fácilmente pese a que no se cite su nombre. Igualmente se hace referencia a la laguna de Dagón como un lugar posiblemente habitado por alguna criatura impía y, al bucear en ella, Bran Mak Morn parece sentir una presencia maléfica:
"Nadó más aprisa, sin atemorizarse pero lleno de cautela. Sus pies tocaron el fondo y salió caminando a la orilla. Mirando atrás vio las aguas remolinear y calmarse. Sacudió la cabeza, lanzando un juramento. Había descartado la vieja leyenda que hacía de la Laguna de Dagón la morada de un innombrable monstruo acuático, pero ahora tenía la sensación de que había escapado por los pelos. Los mitos desgastados por el tiempo de la vieja Tierra cobraban forma y vida ante sus ojos. Bran no podía imaginar qué forma primigenia acechaba bajo la superficie de aquella laguna traicionera, pero sintió que, después de todo, los hombres de los pantanos tenían razón al evitar el lugar."
Como buena narración englobada en los Mitos de Chutlhu, oculta mucho más de lo que muestra, y el terror viene tanto de lo que expuesto en el relato como de aquello que queda sugerido, en concreto el agorero final, en el que Arla, la bruja, emplaza a Bran ante el retorno de los Gusanos de la Tierra.
"—¡Rey de Pictdom! —gritó—. ¡Rey de los idiotas! ¿Palideces ante tal nadería? ¡Quédate y deja que te enseñe los auténticos frutos de los pozos! Ja, ja, ja! ¡Corre, estúpido, corre! Pero estás manchado... ¡Les has invocado y ellos lo recordarán! ¡Y en su día volverán de nuevo a ti!"
Otra espectacular viñeta de la versión
en cómic de "Gusanos de la Tierra"
"Fragmento": Este texto breve, que solo muestra una escena, un simple boceto, narra el encuentro y el escarceo (pues no llega ni a combate) entre Bran Mak Morn y una bella, temperamental, aguerrida y altiva mujer pelirroja, cuyo nombre no se cita, pero que es imposible no identificar al momento con Red Sonya.
"El hombre oscuro": Encabezado por un poema de Chesterton, el relato que cierra la recopilación transcurre en una época muy posterior a los otros, no especificada pero que parece la Alta Edad Media, y es citada como "esta época de clanes". Comienza en Erín, cuando un pescador recibe de Turlogh el Negro, un duro y correoso hombre dalcasiano, proscrito de su clan, la petición de que le preste su barca para ir las Hébridas y rescatar a Moira, hija de un jefe dalcasiano, raptada por Thorfel el hermoso, un pirata normando.
Siguiendo el rastro de desolación y pillaje dejado por los normandos, Turlogh llega a una isla en la que encuentra a quince piratas muertos entre los cadáveres de unos hombres que le resultan desconocidos, pero que responden a la descripción de un picto que tan bien conocemos ya. Un anciano picto aún rodea con sus brazos una estatua negra, que representa a un hombre semejante a los fallecidos, y el celta la toma por su dios, pensando que murieron protegiéndolo. Se lleva la estatua, y finalmente encuentra a los piratas normandos, que se emborrachan y atiborran en su refugio, rodeados de su botín. Los vigías hallan la estatua en la barca desprotegida, y la llevan a su orgía, a la que Thorfel ha arrastrado a la fuerza a un sacerdote cristiano para que le case allí mismo con Moira.
La adaptación al cómic es una pequeña joya
Consumido por la rabia, Thurlog arremete contra los vikingos, matando a varios en combate, y es ayudado después por pictos que irrumpen en el lugar. La batalla es un torbellino de acción:
"La tormenta del combate sacudía el espacioso salón. Se convirtió en un amasijo donde los hombres resbalaban en charcos de sangre y, resbalando, morían. Cabezas heladas en una mueca saltaban de hombros que se encogían. Lanzas aserradas arrancaban el corazón, latiendo aún, del pecho ensangrentado. Los sesos eran aplastados y se coagulaban en las hachas que giraban enloquecidas. Las dagas saltaban hacia arriba, abriendo vientres y derramando las entrañas en el suelo. El choque y el fragor del acero se alzaban ensordecedores. Ni se pedía ni se daba cuartel. Un nórdico herido había arrastrado en su caída a uno de los hombres morenos, y le estrangulaba tenazmente sin importarle la daga que su víctima hundía una y otra vez en su cuerpo."
Finalmente, el jefe picto revela la identidad de la estatua: Bran Mak Morn, muerto mucho tiempo atrás, y relata al gaélico el fin que corrió y lo que su fallecimiento supuso para el pueblo picto, además de expresar su deseo, convertido en leyenda, de que Bran Mak Morn volverá algún día para guiar y liderar de nuevo a su raza.
En conclusión, el conjunto de relatos "Gusanos de la Tierra" es una forma excelente de acercarse al personaje de Robert E. Howard, tal vez no tan célebre como Conan el Bárbaro, pero igualmente interesante, con sus historias llenas de feroces batallas, su épica, su sentido del honor y su orgullo bárbaros, y ese sentimiento mortecino y lastimoso de presenciar cómo un mundo y una raza desaparecen.
El cómic: El relato "Gusanos de la Tierra" fue adaptado al noveno arte por Roy Thomas (guión) y Barry Windsor-Smith (dibujo), en el año 1976, en los números 16 y 17 de la serie "Savage Sword of Conan", de Marvel Comics, publicada en España por Cómics Fórum con el título de "La Espada Salvaje de Conan". Esa colección estaba dedicada a adaptar las historias originales de Conan el Bárbaro, escritas por Robert E. Howard, y siempre hacía un hueco para otros personajes del autor. La edición original era en blanco y negro, pero más tarde se publicó una edición integral coloreada:
Viñeta inicial de la adaptación al cómic de "Gusanos de la Tierra".
Tenéis más imágenes e información en estos enlaces: [1] [2] [3] [4] [5]
Vamos a dejarlo aquí. Espero que sea suficiente información para daros una idea de lo que ofrece el rey picto de Robert E. Howard, y de toda el entretenimiento y exaltación de la barbarie que contienen sus aventuras. Nos leemos!
OTROS LIBROS DE ROBERT E. HOWARD EN KINDLEGARTEN:
- "Almuric"