Fue uno de los mejores autores de relatos y cuentos fantásticos, de terror también, además de historias de guerra, relacionadas con la invasión prusiana y la reacción tibia de los franceses, e historias amorosas. Además de muchos otros cuentos de difícil clasificación.
Hoy, los cuentos y relatos de Maupassant pueden encontrarse en la red gratis, en distintos formatos (PDF, ePub, Kindle, Mobi y demás). He encontrado una página fabulosa que reúne online todo el mundo maupassiano: http://www.iesxunqueira1.com/maupassant/
Guy de Maupassant fue un autor de éxito, apadrinado por el mismísimo Flaubert. Escribió por los codos y no siempre con la calidad que tienen algunos de sus escritos más conocidos. En una década, de 1880 a 1890, publica más de trescientos cuentos, Tiene tanto éxito escribiendo para los periódicos Gil Blas, Le Gaulois y Le Figaro, que se permite retocar con mínimos un texto antiguo y volverlo a publicar. La chapa Guy de Maupassant vende, a raíz del éxito de Bola de Sebo.
Es curioso. El escritor francés tenía en estima sus novelas, hoy casi olvidadas, y en cambio despreciaba las historias cortas, para él “historietas”, que fueron las que le dieron fama universal y hoy, agosto agobiante del 2012, se siguen leyendo. Algunos de los relatos que más me gustan son Aparición, La Mano disecada, La Cabellera, Camarero, ¡un caña! y Mademoiselle Fifí. Pero vaya, me quedo corto.
Guy de Maupassant
Él, que fue un portento físico, un remero excelente, el amante de tantas y tantas mujeres, ve como sucumbe a la decadencia a partir de 1880. Sufre trastornos de la vista, le caen los cabellos, sufre violentas migrañas y la sífilis, que había contraído años atrás, avanza. Los primeros trastornos mentales empiezan a manifestarse: alucinaciones, desdoblamiento de la personalidad, manía persecutoria. En 1892 intenta suicidarse. La obsesión de Guy de Maupassant por la demencia no es en vano, y más con los antecedentes familiares con los que cuenta. Tras diversos intentos de quitarse la vida a cuchillo, es internado en la clínica del doctor Blanche, en Passy, donde muere el 6 de julio de 1893. El año y medio de internamiento es un infierno. Casi todo el tiempo se encuentra en estado de inconsciencia. Cuando no lo está, padece violentas crisis que obligan a las enfermeras a reducirlo poniéndole una camisa de fuerza.
Las últimas líneas lúcidas que deja, dicen: «Me estoy muriendo. Me parece que estaré muerto de aquí a dos días (…) le envío un adiós. (…) Adiós, amigo mío, no volverá a verme nunca más».
En los cuentos y relatos maupassianos, la vida parece copia el arte. Algo infrecuente. Incluso podría decirse que algunos de sus cuentos son autobiográficos y premonitorios. El doctor Blanche, que lo atendió al final de su vida, dejó el siguiente testimonio sobrecogedor:
«Sentado en su mesa de trabajo, en su despacho, le pareció que la puerta se abría detrás suyo. (…) Maupassant se gira y cuál debía ser su sorpresa cuando vio entrar a su propia persona, que fue a sentarse enfrente de él, con la cabeza entre las manos, y se puso a dictar todo lo que él escribía».
Dos o tres años antes de este testimonio de su médico, Maupassant había contado la misma situación en un par de sus cuentos, (¿Él?, y La Orla). Aquí os dejo un poema que escribió, titulado Terror, que algo tiene que ver con el proceso mental de este fabuloso escritor. Vida y obra de la mano.
TERROR A cierto autor leía hasta muy tarde
era ya media noche y tuve miedo.
¿Miedo de qué ?, no sé, pero fue horrible.
Presentí entre jadeos y estertores
Que pronto iba a pasar algo terrible...
Detrás de mí, creí sentir entonces
una rara presencia a mis espaldas
con una risa atroz y muy nerviosa :
mas no escuchaba nada, ¡Qué tortura !
Sentir que alguien tocaba mis cabellos,
con su mano llegando hasta mi hombro,
sentir que iba a morir si lo escuchaba.
Cada vez más cercano se inclinaba
y yo para salvarme no quería
dar vuelta mi cabeza, ni moverme...
Giraban con horror mis pensamientos
como aves en un cielo de tormenta,
un sudor frío congelaba el cuerpo
y en aquel cuarto sólo se escuchaba
castañetear mis dientes atrozmente.
Y de repente se escuchó un crujido
y di un grito de horror enloquecido
como nunca se oyó salir de un pecho,
para caer de espaldas, yerto y tieso.
Guy de Maupassant, los cuentos y la locura.