A juzgar por lo que muestra Ha vuelto, los alemanes parecen más sensibles a la muerte de un perrito (el de la foto) que al regreso del fascismo.
Er ist wieder da se titula la novela que imagina la reaparición de un Adolf Hitler cincuentón e intacto en la Alemania del siglo XXI. Timur Vermes la escribió en 2011, y en 2014 la industria editorial de aquel país europeo registró la venta de 1.4 millones de ejemplares. Ese mismo año, el libro fue traducido a 41 idiomas e inspiró un guión cinematográfico.
El largometraje homónimo que el director David Wnendt escribió con Mizzi Meyer se estrenó en octubre de 2015 en las salas alemanas, y en abril de 2016 a través de Netflix para el resto del mundo. De esta manera la adaptación para pantalla grande, cuyo título en castellano es Ha vuelto, también trascendió las fronteras germanas.
Que Hitler reaparezca en Alemania obedece a una lógica histórica (el Führer asumió el poder y se suicidó en ese país) y a un interés experimental, que consiste en reubicarlo entre los descendientes de la sociedad que lo apoyó setenta años atrás. Existe una segunda lógica para quienes creemos reconocer cierta influencia de Volver al futuro: un poco como Marty McFly, Adolf viajó en el tiempo pero quedó anclado en la ciudad que lo vio crecer.
La apuesta experimental es tan grande que Wnendt y Meyer empujan la ficción de Vermes al borde del documental. En otras palabras, filman en la calle y sin parlamentos guionados al Hitler que Oliver Masucci encarna magistralmente. La gracia consiste en registrar la reacción de los transeúntes desprevenidos que se cruzan con la insólita encarnación del Führer.
Según este artículo que Adam Taylor escribió para The Independent, tras haber visto el primer corte del film, los productores le pidieron a Wnendt que incluyera más reacciones negativas de la gente. El director les explicó que eso no era posible porque sólo dos personas con sentido crítico aparecieron en las trescientas horas de material grabado.
Una de esas personas fue un habitante de la ciudad bávara de Bayreuth. Se acercó al Führer cuando lo vio dibujando caricaturas en la plaza central de esa localidad y le dijo ante cámara: “Si en 2014 la gente tolera a alguien que se pretende Hitler, entonces debo decir que esto habla muy mal de Alemania. Si fuera por mí, lo echaría a patadas”.
Tal como ilustra la respuesta del director a los productores, parecen mayoría los ciudadanos que miran con buenos ojos a Adolf. O como excentricidad digna de una selfie y/o como depositario de cierta angustia nacional ante una Alemania a merced de inmigrantes cada vez más numerosos y, al parecer, peligrosos.
La ideología nazi sigue vigente setenta años después, y no sólo en su país de origen, es la tesis de Ha vuelto. Como bien contesta Hitler cuando su co-protagonista en la ficción lo tilda de monstruo: “Puede ser pero todas las personas llevan una partecita mía en su interior”.
Por si la moraleja resultara poco clara, Wnendt inserta al término del film imágenes de la francesa Marine Le Pen, del holandés Geert Wilders, de marchas convocadas por la agrupación Pegida entre otras referencias a la ascendente derecha europea. Tras la proyección de esas fotos de archivo, la cámara muestra a Adolf mientras reflexiona: “Tengo mucho material sobre el que trabajar”.
Los medios constituyen el otro gran blanco de Look who’ s back (éste es el título internacional). El mencionado co-protagonista (que, dicho sea de paso, viste como -y se parece bastante a- Marty McFly) es un realizador audiovisual de poca monta que encuentra a Hitler por casualidad. Porque cree haber descubierto a un actor o a un loco extraordinario, lo filma con la esperanza de recuperar el puesto precario que perdió en un canal de televisión para público joven.
La tapa del libro original inspiró el afiche del film.
Consecuente con lo que aprendimos en las clases de Historia, Hitler entiende enseguida la capacidad propaladora de la TV actual y de Internet. Por nuestra parte, los espectadores asistimos a una caricatura ácida de los directivos y creativos mediáticos, dispuestos a todo en nombre del rating y de una sociedad que saben más sensible a la muerte de un perrito que al regreso del fascismo.
Algunos críticos norteamericanos y británicos le reprocharon a Wnendt cierta inclinación por el humor naïf, ése que bromea sobre la sorpresa de Hitler ante una PC (en especial un mouse), ante la Web, ante el descubrimiento de Wikipedia (causa gracia el gag etimológico). Otros protestaron porque el director -acaso como el autor de la novela- evitó imaginar la reacción del Führer ante realidades más delicadas, por ejemplo la masacre del pueblo palestino en Israel.