Revista Arte

Habitación en Roma

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

El cine, de la mano de un director que marcó en la tábula de mi adolescencia la sensibilidad y la belleza, me golpeó ayer como hacía años.

Cuando creía "que la vida iba en serio", que ese cuento chino llamado madurez se había adueñado de mis sueños, unos pelos de punta y unos ojos húmedos, en la fila ocho de una minúscula sala de cine bilbaína, me llevaban de nuevo al camino del que nunca debí apartarme.

Solo estaban perdidos los retazos de recuerdos en aquel pueblo insignificante, bajo aquella luna inmensa. La ruta, pueril y valiente, de nuestros besos, se repite en mis tormentosas aventuras, como una dulce condena. Mi forma de querer, de reírme, de cantar, de enfadarme, tiene tanto que ver con aquel naufragio, que se, en la fluctuante estabilidad de mis días, que aquello está atado a mi memoria.

Julio Médem (Donosti, 1958) es un artista en el estamento más alto que significa ese hecho para un ignorante tan osado como yo. Cada plano de "Habitación en Roma" es una pintura.

La fusión, coherente, de elementos clásicos, renacentistas y actuales como un programa informático, puebla el hilo argumental y la arquitectura visual, que colma de posibilidades una preciosa habitación de Roma. La belleza, exquisita, de las dos actrices, cómplices de un adorable juego catártico y sexual, no eclipsa en modo alguno la riqueza del guión, el hincapié, ecuánime, en elementos visuales pseudo sexuales va siempre de la mano de un sentido sensual, trágico e infantil, que emana erotismo.

El donostiarra sale, en mi opinión, diferente y maduro, del túnel, siempre injusto, en que industria y gran público le venían castigando desde hace varios años, tras el fracaso mediático y comercial de "Caótica Ana", film dedicado a su hermana, que fallece en 2000, víctima de un accidente de tráfico. Acepta una adaptación de "En la cama" y la convierte en algo personal, cambiando, entre otras cosas, los personajes por dos mujeres. Julio Médem, aunque sinceramente creo que "Habitación en Roma" no pretende ser una película que hable del lesbianismo, representa una modernidad y una frescura que no rompe, sin embargo, con la poesía y el romanticismo de otras épocas, de las que me siento parte.

Sus películas son lo más parecido a un poema, un poema complejo, con elipsis extrañas y un hilo argumental que caracolea y se esconde. "Habitación en Roma" se muestra como un salto cualitativo en su obra, en dinámicas diferentes a películas como "Vacas", que gozaban de mayores simbolismos y alegorías. Veo en esta nueva película un mensaje y una estética más frescos, con más luz; percibo, en el fondo, más optimismo.

Habitación en RomaEn un mundo suicida, introvertido, escéptico y cínico, que nos distancia cada vez más a unos de otros, en un mundo tecnológico que sirve de vehículo emocional a veces y de aparato frívolo otras, en un mundo líquido, cambiante, que inventa cada día nuevas formas y contenidos, nos sentimos mucha veces vacíos, sin deseo.

En mitad de este panorama el ser humano busca, desesperadamente, nuevas maneras de amarse, de encontrarse, más cortas, más bruscas, pero no por ello más frías. Mientras escribo, millones de habitaciones en el mundo son testigo de personas que se conocen, hacen el amor, se quieren durante un rato y se despiden. A esa situación llegan con la historia de sus vidas, sus tristezas, sus frustraciones, sus pérdidas, sus sueños, bajo el brazo. Y los comparten con el otro, y se miran, y se recuerdan. Ya no queda, sin embargo, el valor para las promesas, el mañana es un espejismo y los hombres y mujeres de hoy en día lo tienen presente en todo lo que hacen y lo que sienten. El amor tiene ahora fecha de caducidad, cláusulas.

Las protagonistas de "Habitación en Roma" se aman con todo el alma durante una noche. Se cuentan la vida, se miman, se mienten dulcemente, huyen la una de la otra, se juran que no habrá mañana, lo sueñan juntas después, hacen el amor o follan (mi generación ha sabido dotar a esa palabra de un aire poético, aunque posmoderno), cantan (bellísima la canción que cantan a dúo en la ducha), duermen. El cine ha expresado siempre la idea de encontrarse con un extraño y sentir que le conoces, que puedes mirar su vida antes de conocerle y visualizar su futuro. Para el resto, la memoria y los finales abiertos.

Habitación en RomaJulio Médem ha sabido, otra vez, plasmar en la pantalla la visión poética de un extracto de amor que sugiere lo anterior y lo posterior a una noche, en otro adorable intento del cine por, no solo mostrarnos " el tiempo de la película ", sino los tiempos que nosotros queramos, de rescatar recuerdos de nuestra propia vida y, por qué no, de cambiarla.

Para cerrar el círculo, la cantante madrileña Lourdes Hernández (Russian Red) nos regala una canción tan dulce como melancólica, introducida genialmente por el director en momentos perfectos. Ahora, como por arte de magia, la canción me acompaña allá donde voy, como un suspiro, como un maullido inocente e infantil que me conmueve y me recuerda, para que este mundo, tan brutalmente real, no me empuje al olvido, que sigo siendo aquel adolescente soberbio y valiente que veía compulsivamente " Los amantes del círculo polar ".

Siempre nos quedaran las habitaciones de hotel, y el cine, para seguir soñando, para seguir sintiendo.


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