Revista Psicología

Habitaciones Cerradas | Aires de mi piel

Por Yanquiel Barrios @her_barrios
Habitaciones Cerradas | Aires de mi piel

Sigo escribiendo en la misma habitación en la que me dejaste.

Insisto en la obligación de tu búsqueda en mis sábanas, detrás de las puertas

y en las alfombras del retrete, en las que tanto disfrutabas dormir.

Me he quedado quieta, entumecida, adolorida,

varada entre los recuerdos y la realidad

pero no te hallo, solo te invento.

Abro puertas y ventanas tratando de escuchar tus pisadas.

Y solo hay sonidos engañosos,

mi corazón hace pantomimas con la desesperanza.

La muerte no duele, pero el vacío sabe a ausencia

Busco en mis recuerdos una manera de evocar tu amor.

Mi alma se endurece, una defensa inconsciente de la nobleza

Los mortales ignoran la esencia del amor de un animal.

Habitaciones Cerradas | Aires de mi piel

Batallo en soledad en la misma habitación en la cual solías

consolar mi cuerpo, acurrucar mis miedos.

Tus ojos dormían el odio construido en mi niñez.

Los días pasan y las personas insisten en tu olvido

pero solo yo sé que la poesía es la única forma

de amarte, de mirarte con alegría desde la

fría distancia y apreciar con tranquilidad

tu descanso eterno.

Continúo escribiendo en esta habitación cerrada

en la que tantas veces soñamos juntos.

Esta habitación que no sabe decirte adiós.

Por: Kristal M. Rivera González

Habitaciones Cerradas | Aires de mi piel

Todo esplendor fue verde allí

sobre todo en las tardes de aguacero

cuando se salpicaba

aquella larga mesa bajo techo

a la que nunca se sentara hermano.
Un paredón al fondo y más allá

el placer: solar sin dueño

-santuario de los jubos-

que devoraba todas las pelotas

tatuadas en colores.

Soñado sea quien construyó la fuente

con sus escalerillas y escalares

de perfil ilustrado:

soñado sea el abuelo

que echó hacia arriba una segunda fuente,

vencedora de musgos,

y le dio surtidor itinerante.

Qué riqueza de vida

tener aguas oscuras para soltar mi barco:

toda vela fue blanca allí

donde era negro el sol

y me enseñaba el abecé del patrón mágico

que entrelaza destinos y palabras.

Cierra la noche: aroman los jazmines,

me llaman a dormir

o a contar (es lo mismo):

y yo me escondo a refrescar mi piel

donde las arequitas dan los buenos aires.

Por: Juana Rosa Pita


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