Los hábitos de vida son nuestras actividades y comportamientos ordinarios, es decir, nuestras acciones y costumbres diarias, y con el paso de los años, los hábitos de vida diarios han evolucionado enormemente.
En la actualidad vemos mucho más la televisión en detrimento de otras actividades más saludables, por ejemplo, caminamos menos y estamos gran cantidad de tiempo sentados frente a nuestros dispositivos electrónicos.
En definitiva, nuestra vida es principalmente sedentaria y estamos abandonando la mayoría de los hábitos de vida saludables.
De la misma manera, se pierde el concepto de vivir gracias a lo natural pero sin abusar de lo que nos proporciona el entorno, que es lo que podríamos llamar sostenibilidad.
Debido al nuevo estilo de vida que estamos desarrollando, no tenemos claras cuáles son las implicaciones de nuestras actividades sobre las 3 vertientes de la sostenibilidad, en especial en lo que respecta al medio ambiente.
Desde las entidades de carácter medioambiental, desde las instituciones públicas, se intenta promover no sólo hábitos de vida saludables (beneficiosos para la salud) sino que éstos respeten y protejan el medio ambiente.
El objetivo es que el desarrollo social, económico y cultural, vaya asociado a un desarrollo sostenible, entendido como la satisfacción de las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la satisfacción de las necesidades de las generaciones futuras.
Actualmente, casi todas las actividades que realizamos conllevan, aunque no seamos conscientes de ello, una serie de consecuencias sobre el medio ambiente y la sostenibilidad.
Por ejemplo, encender un interruptor o abrir un grifo son acciones cotidianas, que casi no nos damos cuenta de que las hacemos pero ¿qué implicaciones tienen estas actividades sobre el medio ambiente?
Las implicaciones son muchas y éstas son algunas de las más relevantes:
- Malgasto de recursos naturales, como pueden ser mineros, combustibles fósiles, suelos, agua …
- Contaminación de la atmósfera: por ejemplo, las centrales generadoras de energía eléctrica emiten grandes cantidades de gases con efecto invernadero (GEI).
- Contaminación de las aguas: nuestra actividad diaria provoca que sean vertidos desde la red de alcantarillado de las ciudades hacia las corrientes de agua naturales, miles de litros de agua que se encuentran contaminados con una enorme variedad de productos nocivos para la salud y el medio ambiente: jabones, aceites y grasas, materia orgánica disuelta, productos químicos …
- Generación de enormes cantidades de residuos: nuestro actual estilo de vida insostenible, en el que se utilizan enormes cantidades de productos desechables así como de envases, provocan un aumento de la cantidad de residuos generados, con el consecuente problema para su gestión.
- Dependencia de los recursos no renovables (petróleo, carbón o gas) para la producción de energía. Es imprescindible avanzar en la transición hacia un modelo energético en el que dominen las fuentes de energía renovables.
- Deforestación y pérdida de biodiversidad: por ejemplo, la tala abusiva de bosques acentúa la pérdida de biodiversidad.
- Desertificación, efecto de la explotación y degradación del suelo con actividades como la agricultura intensiva o la urbanización descontrolada, que provoca que el suelo fértil pierda total o parcialmente su potencial de producción.
Estas implicaciones más o menos evidentes pueden ser contrarrestadas por una serie de prácticas ecointeligentes que pueden ser puestas en marcha tanto por empresas y organizaciones como a título individual por cada uno de nosotros.
Estas (buenas) prácticas sostenibles son medidas sencillas y útiles que podemos adoptar desde todos los ámbitos de cara a reducir el impacto negativo en la sostenibilidad de las actividades.
Son acciones que implican cambios a nivel de organización y, fundamentalmente, en el comportamiento y los hábitos de las personas para disminuir riesgos relacionados con la sostenibilidad a nivel económico, social y ambiental.
En la mayoría de los casos son cambios simples, de aplicación relativamente sencilla y de gran aceptación dentro de las organizaciones, siendo medidas que pueden mejorar la competitividad a cambio de un nulo o bajo coste económico de implantación.
Como resultado de la implantación de las prácticas sostenibles se conseguirá:
- Reducir el consumo y el coste de los recursos, principalmente en agua y en energía.
- Disminuir la cantidad de residuos producidos y facilitar su reutilización, introduciendo conceptos relacionados con la economía circular.
- Reducir las emisiones a la atmósfera, los ruidos y los vertidos de aguas.
- Apostar por lo local e integrar la diversidad y lo que aportan las personas.
- Atraer talento e inversión.
Como se puede observar, estamos ante cambios que requieren de nuevas actitudes, y es ahora cuando tenemos la oportunidad de crear un nuevo estilo de vida sostenible que responda mejor a las verdaderas necesidades y valores de nuestra sociedad actual y futura.
Y tú, ¿estás dispuesto a cambiar tu estilo de vida?
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