— ¿Por qué no llama de una vez? –se preguntaba Cindy visiblemente inquieta. Llevaba dos semanas convencida de que habría remodelación de gobierno y que por fin tendría la oportunidad de dejar las miserias de una vida de izquierdista millonaria sin objetivos, para disfrutar, por fin, de una vida de izquierdista millonaria con objetivos. No dejaba de fantasear con la secretaria de Estado más joven de la democracia.
—Pero Cindy. –Le dijo su amiga Curra mientras degustaban un coctel en Gabana- Si te hacen ministra o secretaria de estado tendrás que dejar tus planes de irte a vivir a Roma con Gianfranco.
—Hija, qué puta eres, Curra, te he dicho mil veces que le llames ‘Gigi’. –Le reprochó Cindy— ¿Es que quieres joder mi carrera política?
—Perdona, Cindy, hija, como te pasas. –Añadió Curra a modo de medio disculpa— ¿De veras que crees que Zapatero te va nombrar secretaria de estado? ¿Solo porque acompañaste a su hija estando borracha?
—No… solo por eso no… —dice Cindy todo lo digna que puede.
—Porque os caísteis de la moto y no le pasó nada.
—No.
— ¿Entonces?
— ¿Te dice algo la palabra ‘maravillas’?
— ¿Hiciste maravillas? Tía pero qué asco. Eso no me lo has contado
— No, Maravillas Rojo.
— ¿La secretaria de estado de trabajo?
— Si.
— ¿Y?
—Pues que yo soy Cindy… ¡Cindy Kalista! ¡Sindi-calista!
— ¡Hala tía! No había caído... Seguro que cuando Zapatero lo sepa el puesto es tuyo.
—No espera… tía que bajón. Yo me llamo Curra.
—Anda, pues tú al paro como todos –dijo riendo a carcajadas mientras delectaba el borde salado de su copa.
Pasaron las semanas y la llamada que Cindy estaba esperando con tanto anhelo no llegaba. A veces bajaba andando las escaleras de su edificio en pleno centro de Madrid y preguntaba a los vecinos si se había interesado la policía por ella. Cindy sabía que Zapatero no iba a nombrarla Secretaria de empleo sin informarse de ella a través de sus vecinos y de sus conocidos. Sin embargo los vecinos menos inocentes que la pobre Cindy empezaban a murmurar maledicencias
— Ha salido a su abuela: un día durante la Guerra vinieron los rojos a llevársela por ricachona y luego siempre que volvían lo hacían con flores. —rememoró la cotilla más vieja y más sabia del lugar.
Cindy llegó a las oficinas e CCOO donde trabajaba a eso de las once y diez de la mañana. Otra vez tarde. Había salido a las nueve en punto de casa, como todos los días. A las nueve y cinco estaba sentada en el taxi que la recogía diariamente para ir a la oficina, a las nueve y quince minutos estaba tomando un café en la cafetería Mallorca. A las diez abrían el Corte Inglés. A las diez y media ya estaba descambiado parte de lo que había comprado compulsivamente a las diez y cinco. A las once cogía el taxi que la había estado esperando en doble fila. A las once y cinco estaba en casa donde dejaba las bolsas. Cinco minutos más tarde estaba entrando en la oficina, que estaba justo en el portal de enfrente.
Cindy se dirigió directamente a su despacho el número 32: ‘Promoción del empleo’. Entró en él tarareando en voz alta.
—Ella fue a nacer, en una fría cuna de hospital…
— ¿Qué? –dijo Luisa, su compañera de oficina.
—Nada, estaba cantando una canción que me cantaba mi madre de pequeña, pero sólo me sé ese trozo y me da una rabia… –le confesó Cindy a su compañera.
—A ver cántamela a ver si yo me la sé.
—Ella fue a nacer, en una fría cuna de hospital y na-na-na…
—Es de Víctor Manuel y Ana Belén
— ¿Cantan? –dijo Cindy incrédula.
—Hija Cindy, sí. Aunque no te lo creas la música no la han inventado los Lori Meyers.
—Jo, pues ya me disculparé con ellos cuando los vuelva a ver.
— ¿Ha venido alguien de los que estaba citados del viernes?
—Si hija, qué asco, han venido dos panchitos.
— ¿Y han firmado?
—Sí, todos los papeles.
— ¿Y has hecho las fotocopias de todo?
—Sí, Cindy: tarjeta de residencia, demanda de empleo, pasaporte…
— ¿Y los contrataran? — ¿De azafatas de congresos? No lo creo.
—Bueno pero han firmado para el INEM que se los hemos gestionado nosotros ¿no?
—Sí
—Entonces, guapita, hoy hemos batido todo un record. –dice alegre Cindy, mientras se levantaba de la mesa y corría en círculos con los brazos haciendo el avión como había visto hacer a un futbolista.
En ese momento se abre intempestivamente la puerta del despacho.
— ¿Está Cindy? –Pregunta un chico.
En medio de la maniobra de aproximación Cindy se despista.
— ¡Ay, qué hostia!
—Perdona, Cindy—se disculpa por el golpe con la puerta— ¿Te has hecho daño?
— ¡No, me lo has hecho tú! Pero que mierda de despacho, es como los cubos de basura de Stmop, enanos, ruidosos y todo el mundo entra dando golpes. –Llora Cindy—Ya verás cuando me llame Zapatero voy a pedir uno en el que quepa el circo del Sol. ¡Con trapecios y todo!
— ¿Pero qué quieres?
—Ha llamado hace un rato un periodista de la radio y como Luis está en la subasta de barcos le he dicho que puede hablar contigo.
— ¡Tía, mi primera entrevista! –Exclamó entusiasmada—Por fin Zapatero va a tener que escuchar mis ideas para conseguir en esta legislatura el pleno empleo. ¿Y qué emisora es, la SER? ¡No me digas que voy a hablar con Carles Frapuccino!
—No. Son de Radio Nacional de España.
—Tía, pero yo no sé nada de deportes.
—Cindy, cari –terció Luisa—que ponga España no quiere decir que sea de deportes. No en todos los sitios donde pone España se juegan partidos.
—Bueno y qué –la corta Cindy mosqueada— ¿Cuándo va a llamar el periodista?
Suena el teléfono de Cindy
—Ahí lo tienes. —dice el chico—Dales caña.
Cindy coge el teléfono, mientras su compañero sintoniza la radio.
—Buenos días, soy Toni Garrido del programa ‘Asuntos Propios’ con Toni Garrido ¿Con quién hablo?
—Soy Cindy Kalista.
—Sí; sin duda, sin duda… supongo que le habrá comentado su compañero que yo soy Toni Garrido de ‘Asuntos Propios’ con Toni Garrido ¿Con quién tengo el placer?
—Soy Cindy… Cindy, encargada de promoción de empleo de la sección de aquí de CCOO.
—Buenos días, Cindy, estamos en directo ¿Cuál es su impresión de las movilizaciones del sábado pasado con motivo del uno de mayo?
—Sí Toni, me alegro que me hagas esa pregunta. –Continúa Cindy—. Como también le decía precisamente esta misma mañana a Carles Frapuccino; las movilizaciones del día del Orgullo gay han sido todo un éxito. Nuestra sección es precisamente la encargada de contratar todos los años el autobús que usamos de carroza, pintarlo de rosa y poner las banderas del arcoíris y eso. Aunque este año no se presentó porque la empresa por lo visto se hizo un lío con las fechas.
—Er… Sí… Bueno… se comenta que este año solo han acudido en números redondos seis mil personas, por lo que algunos medios afirman que no fue el éxito de otros años a pesar de la crisis. ¿Qué tienen que añadir al respecto?
—Ya le he comentado que el autobús no se presentó. La mayoría llegamos cuando estaba acabando.
—Claro… ¿Y qué opina de las declaraciones del los líderes sindicales sobre que es necesario que sean los poderosos los que se aprieten el cinturón y no los trabajadores?
—Totalmente cierto, Carles. Conozco a muchos poderosos; coincido de vacaciones con ellos, me los encuentro en todas las fiestas y te puedo asegurar que no se cortan en nada, si se lo pueden gastar se lo gastan, si en algo puede ser dos, pues mejor que uno. En eso no como los trabajadores que si hace falta apretarse el cinturón para salir de la crisis son los primeros que se lo aprietan.
— ¿Y qué opinión le merecen las últimas cifras conocidas del paro?
—Mi padre me ha inculcado desde niña que el Trabajo es el más ineludible de los deberes. Precisamente por eso elegí este puesto en CCOO, desde donde puedo ayudar a solucionar el problema que hay de falta de trabajo. Hoy, sin ir más lejos, hemos ayudado a un grupo numeroso de inmigrantes a encontrar un empleo en el sector de las Relaciones Públicas, pero para ello hemos tenido que romper, desde aquí, muchos tabúes y barreras, que son los que impiden a los trabajadores extranjeros encontrar un puesto de trabajo digno al que como trabajadores tienen derecho.
—Muchas gracias, Cindy. Esperemos que así sea.
—Gracias a ti, Carles. –Cuelga— He estado bien ¿verdad?
Cindy está tan entusiasmada que apenas se percata del grupo de carcajadas histéricas provenientes de fuera del despacho. Naturalmente Cindy tiene que ir a contarle a Curra su iniciación en el mundo de la alta política, así que coge sus bolsas del corte inglés y se va de la oficina. Cuando aun está saliendo suena su móvil.
— ¿Rodríguez Zapatero? ¿Conmigo? ¡Si, pásemelo! –Cindy apenas puede reprimir un grito de exultación— ¡Lo sabía!