Revista Comunicación

Hablar de política es hablar de la vida

Por Marperez @Mari__Soles

Según las reglas de protocolo:

"Existen una serie de temas que no deberían sacarse en conversaciones entre personas poco conocidas, como son la política, la religión y el sexo".

Esta norma pretende, por un lado, limitar la difusión de ideas e información y, por otro, prevenir situaciones tensas, desagradables o incómodas; es decir: sirve para preservar el.

A pesar de esa regla, el artículo 19 de la Carta de la Declaración de los Derechos Humanos establece:

"Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y de recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión."

En nuestro país, el artículo 20 de la Constitución de 1978 reconoce y protege:

a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción.

b) A la producción y creación literaria, artística, científica y técnica.

c) A la libertad de cátedra.

d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades.

Estas leyes deberían bastar para que cada cual pudiera decidir cuándo seguir las recomendaciones del protocolo y cuándo hacer uso de su derecho a expresar libremente sus ideas, opiniones o sentimientos; sin embargo, la realidad es muy distinta. Si damos crédito al Mapa de la Libertad de los Medios de Comunicación, (una iniciativa de Indexofcensorship.org), en España no podemos presumir de que se respeten esos derechos, y lo corroboran escándalos como, por ejemplo, los despidos de Ana Pastor, Pedro J. Ramírez o Miguel Ángel Aguilar.

Pero la libertad de expresión no es un derecho exclusivo de quienes se dediquen a los medios de comunicación, sino que nos incumbe a todas y cada una de las personas del mundo, tanto si las leyes de nuestros países lo reconocen, como si no. Es un derecho fundamental, natural y por el que debemos luchar cuando esté siendo amenazado.

Esta tarde, en su entrevista a Mariano Rajoy, María Teresa Campos le dijo algo que me encantó:

No se puede ser apolítico porque la política es la vida.

Hablar de política es hablar de la vida.

Ya hace casi 2400 años, Aristóteles definía al ser humano como "zoon politikón" o "animal cívico" ya que, a diferencia de otros animales, podemos desarrollarnos con mayor plenitud cuando nos organizamos en "ciudades" o " polis ".

Es curioso ver que nuestro presidente, que ha traído a este país la política de derechas más dura de la democracia y que, durante cuatro años, ha sido tan tímido y escurridizo, elija ahora a una entrevistadora que siempre se declaró abiertamente de izquierdas. Pero más extraño aún es que la única parte de la entrevista que no he visto aún subida a la web es en la que la presentadora pronuncia esas palabras que, desde mi punto de vista, deberían formar el titular: "hablar de política es hablar de la vida", con la misma contundencia con la que ella se las dijo, cara a cara, a su entrevistado.

Esa frase resume toda la esencia de cómo se debe trabajar para que una sociedad democrática funcione: el civismo basado en la colaboración, la participación, la convivencia y el respeto. Y nada de eso se puede lograr sin una buena comunicación que, a su vez, necesita aquello con lo que inicié este post: la libertad de expresión.

P.D.: ¿Tienes la misma libertad para hablar ahora que la que tenías antes del 2010? Haz memoria.


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