Hoy es un día gris. Gris en mi vida. Raro, muy raro. Y necesito contarlo. Necesito hablar del suicidio, eso que tanto tabú ha generado durante años y años, eso que tanto nos cuesta, eso que, día a día y cada vez más, lo vemos rondar a nuestro alrededor.
Hace unos años fue un familiar de una amiga muy cercana. Hace unos meses fue un conocido. Esta noche, un intento de alguien demasiado querido ha teñido mi día de desesperanza, terror y, sobre todo miedo, mucho miedo.
Existen muchos mitos alrededor del suicidio. Mitos que son muy creídos por la sociedad, que disipan el peligro, que hacen que muchas personas miren hacia otro lado cuando se topan frente a frente con los evidentes indicios. Mitos que terminan matando, porque restan importancia al asunto, porque en muchas ocasiones se consideran contrarios al desenlace que ocasionan. ¿Quién no ha escuchado eso de “si lo dice es que no lo va a hacer”, “solo quiere llamar la atención”, “es mejor no hacerle caso“? Quiero pensar que, quien sigue difundiendo estos mitos, no ha pasado por la situación de perder a alguien de su entorno en estas circunstancias. De verdad que lo quiero pensar.
Ella avisó. Anoche a última hora saltaron las alarmas. Nos avisamos los unos a los otros, creamos, entre todos, una red de protección. Ella no respondía a nuestras llamadas, aún cuando todo estaba en orden. Y la confirmación ha venido tras una noche en la que no he dormido nada bien. En la que creo que hemos sido bastantes las personas que hemos estado mirando al techo de nuestra habitación oscura, en silencio y con mucho temor. Por suerte (no se si esta expresión es la más adecuada, pero es la única que me sale) todavía está con nosotros, y digo todavía porque aún no sabemos si va a evolucionar de manera positiva.
Durante toda mi vida he vivido despedidas duras. Cuando alguien de mi entorno se ha ido, dentro de mi se ha instalado un silencio desgarrador que me ha durado días, en algunas ocasiones semanas. Que hoy todavía lo escucho al pensar en algunos de ellos. Pero esta vez no ha sido silencio lo que he vivido, sino más bien ruido, mucho ruido en mi cabeza. Mucha rabia, mucho miedo, mucho enfado, y en un rinconcito de mis emociones, un poco de alivio. Si la situación hubiera tenido peor desenlace, estaría escuchando el silencio, el vacío de siempre.
La mañana está siendo dura. Las noticias esperanzadoras no llegan, pero tampoco llegan las negativas. Me encuentro constantemente en una dicotomía de emociones, en la que sé lo que no quiero, pero no sé lo que quiero.
Mi primer impulso ha sido ir a verla. Correr por la ciudad hasta llegar a ese hospital. Saltándome semáforos, tráfico, normas, llegar allí, sortear las medidas de seguridad, entrar en aquel box y derramar toda mi rabia sobre ella. Preguntarle a pleno grito si le parecía bonito, si cree que nos merecemos todo esto, si piensa que la vida es tan fácil como hacer esto, si no valora ni un ápice todo lo que tiene. Si cree que le mentimos cuando le decimos que estamos con ella. Preguntarle por qué ha rechazado tantas veces nuestro abrazo, nuestra mano amiga, nuestro hombro, si de verdad lo necesitaba. He necesitado gritarle todo eso y mucho más, y hasta me he imaginado a mi misma hacerlo en el hospital a lágrima viva. Porque la rabia se me salía por las orejas.
En medio de toda esta ola de egoísmo puro y duro, en mi mente ha aparecido la palabra suerte. Tenemos suerte de que no se haya salido con la suya, he pensado, y una dura reflexión ha detenido en seco todos mis pensamientos enfurecidos. Me he despojado de mi yo egoísta y he intentado poner el foco de atención en ella. En su desesperación. En su sensación de derrota en la vida. En su valentía por haber hecho semejante intento. En el estado emocional que florecerá en su interior cuando despierte en ese box blanco y frío, y descubra que no se ha salido con la suya. Porque sé que pensará que “hasta esto me ha salido mal“, y seguirá focalizando su atención en lo negativo de la vida.
Las reflexiones han venido en cadena. Y me he sorprendido llorando, una vez más, con la mirada fija en la pared del despacho, perdida, fijada en algún lugar de mi interior, de su interior. En el centro de mi atención, ella. El ruido seguía en mi cabeza. ¿Cómo puede ser que una persona decida terminar su vida de esta forma? ¿Qué desgarrador debe ser el sufrimiento para llegar a ese punto? ¿Qué debe experimentar la gente que consuma ese momento? He comprendido que juzgar no es la mejor opción, ni la peor; que los juicios no deben darse, porque limitan, porque nos hacen egoístas y porque no podemos ponernos zapatos ajenos sin comprender el camino por el que se transita.
Y quizás te estarás preguntando: ¿Qué tiene que ver el suicidio en un blog de maternidad?
Pues si, tiene que ver y mucho.
- Tiene que ver porque:
- El suicidio es la tercera causa de muerte entre jóvenes, segun la OMS. ¡La tercera!
- La Asociación Española de Pediatría (AEP) confirma que la atención de urgencias de menores con trastornos mentales se ha disparado desde el confinamiento, lo que puede estar explicando el aumento de suicidios que estamos viviendo.
- La Sociedad de Psiquiatría Infantil (SPI) confirma que cada vez más niños y niñas sufren deterioros en salud mental, debido a factores que actualmente se encuentran muy presentes en nuestro sistema.
- Porque un estudio llevado a cabo por el área de Salud Mental del Hospital Sant Joan de Deu recoge un registro de aumento de un 27% de intentos de suicidio en pacientes de su propio centro durante el primer trimestre de este mismo año 2021.
- Tiene que ver porque necesitamos hacer ver que el suicidio sucede, y que, como sucede, es una problemática de la que tenemos que hablar, que tenemos que tratar, de la que no podemos hacer como que no pasa nada o girar la cara ante la posibilidad.
- Tiene que ver porque hay niñ@s de 5, 6, 7, 8…. años que verbalizan constantemente “me quiero morir“.
- Tiene que ver porque de nosotr@s depende criar hij@s fuertes, emocionalmente estables, con la suficiente autoestima para ir pisando fuerte por el mundo. Que está claro que los problemas que pueden vivir en un futuro no dependen de nosotros, pero de nosotros SÍ que depende la manera en que los afronten, a través de la educación y las herramientas que les hemos dado a lo largo de su vida.
- Tiene que ver porque los y las profesionales necesitamos tener conocimientos sobre ello, para detectar posibles peligros, para concienciar a la población, para hacer pedagogía sobre este tema, porque es un tema que está matando a 10 personas cada día.
- Tiene que ver porque necesitamos eliminar todos esos mitos que giran alrededor del suicidio, que impiden detectar una amenaza real y salvar una vida.
- Tiene que ver porque necesitamos luchar juntos para que la salud mental sea un derecho gratuito y universal, y no un servicio accesible solo para aquellos/as que pueden costeárselo. Que exista una amplia red de psicólog@s y psiquiatras en cada centro de salud, en cada ambulatorio, en cada unidad de urgencias.
- TIENE QUE VER PORQUE NO SABEMOS QUIÉN ESTÁ PENSANDO EN SUICIDARSE. Nuestr@ hij@, nuestr@ familiar, la persona que nos ha atendido en el supermercado, la que está detrás de nosotr@s en la cola. Cada vez son más.
HABLAR SALVA VIDAS
- Llama a esa persona que lo está pasando mal. Ve a verla. Dale un abrazo. Deja que te cuente, no fuerces, no juzgues. Escúchala a corazón abierto, entiéndela. No restes importancia a lo que te cuente, a sus señales. Hazle ver que le vas a ayudar. Y comprométete a hacerlo de verdad.
- Si posees pensamientos suicidas, busca ayuda. Acude a tu hospital más cercano. Habla con tus familiares. Pide un abrazo. No pienses que el suicidio es la mejor opción, porque nunca lo es. Para nadie. Ni para el que se va, ni para l@s que se quedan.
TELÉFONO DE LA ESPERANZA
717 003 717