No diré que Fracia está dividida —cliché periodístico muy barato— porque la galáctica ventaja que arroja el resultado de las elecciones presidenciales francesas de 2017 a favor del candidato liberal es incuestionable. No insistiré con el análisis del perfil del votante por ser tema manido y porque empieza a cobrar más peso la explicación circunstancial del auge populista: la victoria de los reaccionarios en Inglaterra y Austria se contrapone a la victoria de los demócratas en Francia, Holanda y el Sarre; de tal modo que el auge populista parece ligado a la salida de la crisis económica.
Y sin embargo.
La implicación de unidades de ciberguerra rusas en contiendas electorales occidentales es una respuesta a las maniobras de la OTAN en el frente oriental y va de la mano de la incapacidad rusa de dar un paso atrás en su invasión de Ucrania. Si a Rusia le da igual el Tratado de Minsk e incluso los acuerdos sobre el empleo de armas de destrucción masiva como vemos en Siria, nada les impide por ejemplo denunciar el Tratado de Svalbard y proyectar su fuerza sobre este archipiélago desmilitarizado de Noruega sobre el que opera un acuerdo internacional muy sui generis. Y por estas cosas tenemos a miles de nuestros chicos con los huevillos como canicas mirando por unos prismáticos sobre la cubierta de naves de guerra en la larga noche ártica. El despliegue multinacional de los aliados en los Países Bálticos y en Polonia y la injerencia rusa en los delicados procesos políticos de repúblicas balcánicas institucionalmente débiles (Macedonia, Montenegro) son el paisaje de fondo de un conflicto que va más allá de un sondeo de opinión. No hay que subestimar que el fuego del conflicto populismo/democracia tiene a muchos echándole leña.
La salida de la crisis económica da menos argumentos a los populistas pero las causas últimas de este populismo siguen estando ahí. Sobre algunas de ellas, como la mencionada antes, tenemos poca capacidad de maniobra porque implican de colaboración internacional. Y hay otras en las que simplemente podemos hacer poco porque surgen como consecuencias no buscadas. Me explico: frente al populismo autoritario los partidos del sistema se tienen que unir y limar sus asperezas. Pasada la tormenta esta unión puede permanecer (acaso en la mente del electorado) y por tanto desplazarse el eje ideológico hacia nuevas coordenadas con lo que la pugna política futura ya será diferente.
Un ejemplo muy claro: en España para frenar al socialfascismo (que busca la permanente campaña electoral) los socialdemócratas progresistas tuvieron que abstenerse y dejar gobernar a los socialdemócratas conservadores. Yo entiendo que esto en la mente de parte del electorado hace que la elección sea entre socialdemócratas y populistas, no entre distintas sensibilidades de la socialdemocracia proeuropea. Esto ya queda ahí. El eje político ya ha variado. Dicho de otro modo: aunque pase el nubarrón autoritario, ya tenemos cosas rotas.
Incluso resolviendo por arte de magia las causas externas del auge populista las cosas rotas ya las tenemos en casa. Por eso mucho me temo que hace falta alguna nueva estrategia.
En Reino Unido por ejemplo están haciendo caer al UKIP en las encuestas porque los brexitories ya asumen gran parte de su discurso (y porque el UKIP alcanzó sus objetivos). Yo creo que convertirte en populista no funciona para derrotar al populismo.
En Francia más allá de la tradicional pugna conservadores-socialistas hizo falta un candidato liberal, una novedad, para derrotar al populismo.
A nivel provinciano podemos recordar que en las últimas elecciones autonómicas catalanas la principal fuerza opositora frente a los reaccionarios no surge del bipartidismo tradicional PP/PSOE. Sería un caso que recuerda al francés.
De lo que ocurra en Alemania dependerá tener más información sobre la estrategia a seguir: o política tradicional de fumar puros o política novedosa de crema facial. Que los que fuman puros roben bancos no ayuda, esto ya lo voy adelantando.
Sin una nueva estrategia, sin un nuevo plan, el populismo se sentirá cómodo mordisqueando los tobillos de lo conocido. Yo creo que hay que cambiarle las coordenadas al populismo, hay que hacer que deje de notar el suelo bajo sus pies. Ah, pero para eso hay que pensar en lo que no se está pensando y eso ni se estila ni se valora.