Llevo un tiempo haciéndome esta pregunta, creo que cada vez que mi hijo me suela un “pero ya” o un “no, lo quiero ahora”, cada vez que después de ir a renegarle por decirlo tengo que morderme la lengua y pensar que soy yo la que no tiene que decirlo cuando tenga prisa o quiera que haga algo en ese momento.
Los niños nacen con parte del carácter que tendrán de mayores; traen su parte propia y también una gran carga genética, pero otra gran parte de su carácter, de su forma de ser y de su forma de hacer se va creando en el entorno en el que vive. Los padres son su mayor ejemplo, aunque también lo son sus familiares cercanos y sus profesores (con el paso del tiempo amigos…)
He escuchado muchas veces eso de que “los niños son impacientes por naturaleza” y me pregunto qué parte de culpa tiene la señora “naturaleza” y qué parte nosotros. Es cierto que a los niños no les gusta esperar (mi hijo me lo recuerda varias veces al día), al igual que les cuesta estar mucho rato con la misma actividad cuando son pequeños…pero estoy segura de que si observamos a niños que se hayan criado en un entorno sin prisas ni estrés, no desarrollan tanta impaciencia como puedan desarrollar los nuestros.
En cualquier hogar con niños pequeños se pueden generar conversaciones como esta:
- Cuando los padres tenemos prisa:
Mamá: Cariño, recoge los juguetes que ya está el baño preparado.
Hijo: No mamá, espera un poco que estoy acabando de jugar
Mamá: No, no espero nada, he dicho que vengas ya. (Y lo más seguro es que añadamos coletillas como: que todavía hay que preparar la cena, la ropa del cole de mañana y hay que irse pronto a dormir, y al final se nos hacen todos los días las mil…)
- Cuando los hijos tienen prisa:
Hijo: Mamá puedes venir a ayudarme con este puzzle, por favor.
Mamá: Si cariño, ahora voy, espera que termine de poner la lavadora.
Hijo: No, he dicho que quiero que vengas ya
Y seguramente después será cuando mamá se enfadé y empiece con algo así como “y yo he dicho que te esperes, hay que aprender a esperar”, a lo que los niños nos deberían de responder que si tienen que aprender a esperar igual que sabemos esperar nosotros cuando ellos lo necesitan.
Llevamos un ritmo de vida caótico, da igual trabajar o no, al final siempre tenemos mil cosas por hacer, entre semana vamos con prisa a todos los sitios y llevamos a los niños con nosotros según el ritmo que nosotros necesitamos. Yo por ejemplo no tengo un horario fijo en la escuela infantil, y tan pronto puedo levantarlo de la cama y llevarlo al cole, como lo dejo a las 7:30 en casa de los abuelos…unos días come con ellos, otros en casa, unos días está papá por la tarde, otros no…los sometemos a un estrés extremo la mayoría del tiempo y ellos no hacen más que amoldarse a nosotros y llevar un ritmo de vida de adulto sin rechistar.
En casa ponemos en práctica alguna cosilla para ayudar con el tema del tiempo, aunque no nos libramos de esos “pero ya” ni tampoco de enfados de vez en cuando por las prisas de unos u otros.
Os dejo algunas ideas que quizás puedan serviros:
- Avisar un rato antes de que va a finalizar una actividad; si por ejemplo estamos en el parque en vez de decirles “nos vamos ya”, podemos avisarles de que queda un ratito y nos iremos. Como no entienden de tiempo se lo podemos decir con unidades que ellos entiendan, por ejemplo: puedes tirarte tres veces más por el tobogán y ya nos vamos
- Podemos ver el tiempo en un reloj o poner la alarma del móvil, y avisarles de que cuando suene la alarma habrá que hacer algo (por ejemplo, cuando suene la alarma será hora de bañar y habrá que dejar los juguetes)
- Cuando queremos usar un tiempo determinado para algo podemos utilizar un reloj de arena; si por ejemplo el desayuno se está alargando demasiado y nos empezamos a poner nerviosos porque no llegamos al cole una idea es coger un reloj de arena y ponerlo delante de los niños para marcar el tiempo que queda; podemos decirles algo así: vamos a poner este reloj que indicará el tiempo que queda para terminar de desayunar antes de ir al colegio, cuando haya caido toda la arena significará que ya habrá terminado la hora de desayunar y habrá que dejar todo tal y como está.
Seguiremos con los enfados y nuestras luchas de tiempo muchas veces; seguramente todas las veces en las que los adultos nos estresamos, pues al final si estamos estresados o enfadados terminamos pagándolo con los pobres niños, pero deberemos aprender a calmarnos y relajarnos de otro modo, pues ellos no tienen la culpa de esto; y a trabajar con ellos medidas de tiempo que nos ayuden a anticipar actividades antes de que acaben si sabemos que van a ocurrir.
Cuando vuestros hijos os digan eso de que quieren algo y lo quieren ya, pararos a pensar cómo actuáis con ellos en la misma situación cuando sois vosotros los que queréis algo y veréis como lo más seguro será que estéis actuando ambos del mismo modo.
Me gustaría que si queréis me dejéis en comentarios vuestra pequeña reflexión sobre el tema y las ideas que utilizáis vosotros en casa para trabajar aspectos como el tiempo, la espera o la paciencia (esa yo todavía tengo que trabajarla mucho, porque como dice mi hijo a mí tampoco me gusta nada esperar ;-) )