Revista Arte

Hacer algo distinto: Nuevos Realismos

Por Calamar
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Por mi parte fuimos a ver la exposición Nuevos Realismos en el reina.
Hacer algo distinto: Nuevos Realismos

“Como no pasaba ningún coche, Falconetti extendió el mantel en mitad de la carretera en vez de en la cuneta, justo al lado de un bache de gran diámetro que utilizó para estabilizar el macuto. Es como tener una mesa de 418km de longitud, se dijo. En el ejército le habían enseñado a hacer estas cosas: redefinir lo absurdo en su beneficio. Sabían perfectamente que era ésa la base de la supervivencia”. Es un párrafo de Nocilla Dream, la primera novela de la trilogía Nocilla Preject de Agustín Fernández Mallo, que vine leyendo ayer camino de Madrid. Cuando lo leí inmediatamente lo relacioné con el calor que me esperaba en la city castellana y del que tanto alarmaban en las noticias, duro para un centollo atlántico como yo. Así que decidí aplicarme el principio de redefinición de lo absurdo para mi propio beneficio que acababa de aprender: las madrileñas irán semidesnudas.

Llegué a Madrid, salí del metro y me senté un rato en las escaleras del MNCARS, que es como se intenta dar a conocer el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia desde hace un tiempo. Creo que podría abofetear sin remordimientos al tipo que discurrió ese acrónimo. Desde siempre me gusta llegar antes que mi acompañante habitual y esperarlo sentado en las escaleras de la entrada, es el check point de la llegada a Madrid, como cuando llego a Compostela pero no llego de todo hasta que me tomo una Estrella Galicia en la terraza del Cabalo Blanco. Esta vez pensábamos ver la exposición Nuevos Realismos 1957 – 1962. Estrategias del objeto, readymade y espectáculo, comisariada por Julia Robinson, así que pagamos los tres euros de rigor al Ministerio de Cultura, Gobierno de España.

Algunos ya sabréis que el año pasado se reinventó este museo con la llegada del que fue director del MACBA de Barcelona, Manuel Borja-Villel. Este señor de bigote llegó con su propio proyecto y montaje y el Reina, sin duda, ha mejorado. Había visto la nueva reordenación de la exposición permanente unos meses atrás, y después de ver esta vez algunas de las temporales (hay siete al mismo tiempo) parece que continúa priorizando el análisis del espectador y la contextualización exhautiva de las obras, es decir, que si el visitante viene con ganas y la cabeza despejada de telerañas, puede pasar un buen rato sin necesidad de ser Gombrich. No hay excusas.

La exposición parte de la presunción de que en los años de transición de los 50 a los 60 hubo un punto de inflexión en el arte que propició la llegada de la posmodernidad y la consolidación del pop americano. Fueron unos años de transformaciones en los que se tejieron diferentes movimientos que nunca llegaron a someterse entre ellos, resultando más un proceso como definición. Fue una de las etapas más fertiles del arte del siglo XX, europea y americana, todavía difícil de clasificar, y ese es el valor de esta exposición, desenredar este periodo cambiante evitando canonizaciones y categorías más o menos comerciales.

El recorrido es estrictamente cronológico y son cinco los artistas que llevan el peso de toda la muestra: Klein, Manzoni, Christo, Arman y Tinguely. Comienza en los años 50, cuando en Europa dominaba el arte informal y en América el expresionismo abstracto, es decir, la pintura como origen. Pero lo importante aquí es identificar esos primeros movimentos liberadores casi imperceptibles pero imprescindibles necesarias para emprender trayectorias alejadas de los modos dominantes abstractos.

La organizadores de la exposición marcan como hito fundacional la conferencia pronunciada por Duchamp en 1957 en la American Federation of the Arts of Houston titulada The Creative Art, en la que defendió el significado último de la obra artística que se acumula a lo largo de su existencia y queda delimitada por el dominio del espectador y la recepción histórica de la obra. Es una patada al gesto inicial creativo, al Action Painting. Huir de Pollock. En las primeras salas del recorrido podemos ver esbozos de lo que serán las obras empaquetadas de Christo, latas y revistas densificadas con pegamentos y resinas. Por cierto, también han puesto uno de los botelleros de Duchamp a modo de comodín.

Avanzamos y llegamos a Francia, oh la lá, donde Yves Klein abre la brecha performativa en la pintura a través de sus monocromos azul intenso International Klein Blue, y vamos por partes. El término Nouveaux réalistes lo crean el crítico Pierre Restany junto al propio Klein para titular una exposición colectiva en la Galería Apollinaire de Milán donde se exponían, entre otras, algunos de los lienzos de Klein pero esta vez colocados escalonadamente, como una coreografía, y mostradas con fotografías y dosieres incluídos, buscando un effect, una valoración de lo inmaterial más allá del hecho creativo. En la sala vemos además de la propia obra esos dosieres con las reacciones de la prensa de la época [análisis y contextualización].

Son espectaculares las Méta-matic de Jean Tinguely, máquinas que derrochan energía para crear obras de arte que permitan a los espectadores contemplar la obra creándola ellos mismos, no podemos dejar de ver en ellas una evolución del padre de los matemecánicos, Duchamp, one more time. Son artilugios que ocupan una buena parte de la primera planta del museo, casi como las acumulaciones de Arman, una obra empeñada en provocar la sorpresa del espectador con todo tipo de instrumentos y ropas cortadas, rotas y quemadas. Objetos cotidianos que se convierten en transmisores de emociones innatas ya descontextualizados, perdiendo su sentido primario para ser arte, o Arte. No os perdáis una gran instalación apartosa al final de la sala principal consistente en ropa y trastos colgada de alambres y correas que se mueve cada doce minutos creando un estruendo que sobresalta a los visitantes e incluso a la vigilanta que, según me dijo la pobre, no gana para sustos.

Todo se fue diluyendo hacia 1962, cuando la experimentación masiva se realentiza y se transforma en manifestaciones mucho más icónicas, por ejemplo Christo con sus grandes empaquetamientos de edificios, y otros más radicales todavía, como será el caso de dos mainstream presentes en la exposición, Warhol y Lichtenstein.

Es por tanto una recorrido que apuntala el legado de unos artistas aparentemente desconectados entre sí, con diferencias mayúsculas en algunos casos, pero que percibieron la existencia de una base común para su obra, la apropiación de la realidad a través de objetos exteriores utilizados como reliquias para explicar la realidad de un tiempo. Hacer algo distinto. Hasta el 4 de octubre.


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