Maneras de empezar el año hay muchas. Habrá quien lo empiece llorando (de alegría o de pena), otros durmiendo, habrá también quien lo empiece bailando o incluso trabajando. El Mayor empezó el año cayéndosele un diente. El primero. Se comió las uvas que pudo, celebramos y felicitamos el año nuevo y empezó la fiesta. En casa de mi suegra nos habíamos juntado nosotros cinco con mis suegros y cuñados, pero también había tíos y primos del Tripadre. Estos últimos, a su vez, con hijos.
Y con estos primos empezaron a jugar mis hijos mayores. Todos niños. A lo bruto. Y pasó lo que tuvo que pasar. Aquel diente que se le movía al Mayor desde hacía un par de semanas recibió un golpecito por parte del codo de uno de sus primos. Y se cayó. El Mayor vino a contarme la buena nueva con la boca llena de sangre y el tesoro medio rojo medio blanco en una mano.
Al final, el Ratoncito Pérez no iba a toparse con los Reyes Magos. Menos mal. O eso pensaba yo. Porque llegamos a casa a las 3 de la mañana y, tras acostar a los tres Trastos y colocar cuidadosamente el diente en el bolsillito del ratoncito de fieltro hecho para ese fin, al Tripadre y a mí nos tocó hacer guardia. Menos mal que todos estábamos rendidos aquella noche y Morfeo no tardó en visitar a los Trastos.
A la mañana siguiente, el Mayor se levantó más que contento y lo primero que hizo fue mirar en el bolsillo de nuestro ratoncito para comprobar victorioso que Pérez efectivamente se había pasado por su cama, se había llevado su primer diente y, a cambio y por ser el primero, le había dejado un magnífico billete de 5 €. Lo exhibió por la casa un buen rato. No esperábamos menos. Era su trofeo. Y después lo guardó en un monedero del Real Madrid, of course.
Como ya os he comentado en alguna ocasión, los mayores duermen en una litera. Así que yo temía que el diente que hay que dejar bajo la almohada para que lo recoja el Ratoncito Pérez se colora entre la litera y la pared. Y entonces ni Pérez fuera capaz de rescatar el incisivo caído. Pensé en algo para guardarlo. Pero no podía ser cualquier cosa. Tenía que ser algo que estuviera a la altura de tan magnífico tesoro.
Busqué por Internet y vi rantoncitos, muchísimos, de tela con su bolsillito en la tripa para guardar el diente. Como digo, si buscáis por Google, encontraréis modelos para aburrir: con tela, sin tela, bordados, pintados, con lacitos, con sombreros, con puntillitas, con motivos rasos, con dibujitos, con plantilla para recortar la tela, sin la plantilla… Así que yo me hice en mi cabeza un compendio de todo. Sabía los materiales que tenía en casa, sabía lo habilidosa que era con la aguja y sabía también que no tengo máquina de coser. Sólo tuve que comprar un par de láminas de fieltro de distintos colores y la guata para el relleno. Lo demás lo hice a mano, sin plantilla, con lo que tenía por casa. Arriesgando, pues jamás en mi vida había hecho algo parecido.
Y creo que el resultado no ha quedado tan mal. Al menos para mí. Manos más habilidosas que las mías o con una buena máquina de coser harían ratoncitos más cucos. Estoy segura. Pero a mí los míos me valen. Y a mis hijos también. A continuación, los pros y los contras que me surgieron a mí al hacer a nuestro amiguito.
CONTRAS:
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Encontrar la guata. No sabía ni por dónde empezar a buscarla. Al final di con ella en una tienda de telas. También podría haber rellenado al ratón con algodón, pero ante el temor de que se manchara con la sangre de los dientes y tener que lavarlo, decidí prescindir del algodón.
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Coser y descoser. Como no había hecho nada parecido antes, fui improvisando sobre la marcha. Lo que alguna implicó que tuviera que descoser lo cosido en algunas ocasiones.
PROS:
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Como son hechos a mano, sin plantilla, todos son distintos. Y digo todos porque he hecho tres, uno para cada uno de mis hijos. Sí, ya sé que a uno le pilla aún algo lejos y que respecto al otro parece irrisorio, pero ya que me ponía, los hacía todos. Y aunque he intentado hacerlos más o menos iguales, la verdad es que algunos son un poco más grandes que otros.
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He aprendido a hacer la puntada invisible para cerrar al ratón una vez introducida la guata. Desde aquí, gracias a mi amiga Annabel y a su vídeo tan bien explicado.
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Hemos probado que funciona el muñequito. El diente entró perfectamente en el bolsillo del ratoncito y no se extravió. También le caben una moneda de 2 € y un billete doblado. Es lo que deja el Ratoncito Pérez en esta casa. Quien quiera juguetes, cromos, libros o similar que ahorre.
Y ahora os dejo ya con el vídeo del paso a paso para hacer este Ratoncito Pérez de fieltro (y que ya se encuentra en el canal de YouTube del blog).
Si tenéis alguna duda, podéis dejarla aquí en un comentario, en los comentarios del vídeo en YouTube o escribirme un mail. Os contestaré lo antes posible.