Título: Hacia el infinito
Autora: Jane Hawking
Traductor: José Luis Delgado Pérez
Editorial: Lumen
Género: novela, autobiografía
Páginas: 656
Publicación: enero 2015
ISBN: 9788426422934
Tenía pendiente publicar esta reseña, así que voy a aprovechar el Mes del Amor para hacerlo. Porque si algo guió la vida de Jane Hawking fue el amor. Por su marido y por su hijos.
Stephen Hawking es uno de los científicos más prestigiosos de la actualidad, un hombre que ha dedicado su vida a la investigación de las leyes fundamentales que rigen el universo. Su genio lo define, pero también es conocido por sobrevivir a una disfunción neuronal muy grave, que le fue diagnosticada cuando solo tenía veintiún años.
¿Quién es Jane Hawking? Década de los 60, universidad de Cambridge... Jane es la joven de quien Stephen Hawking se enamoró durante sus estudios de doctorado, y la mujer que decidió casarse con él a pesar de su trágica enfermedad.
En La teoría de todo, un libro tierno y a menudo divertido, Jane Hawking, que estuvo casada con el científico durante más de veinte años, describe con afecto al hombre y al genio, exponiendo con franqueza los dilemas dolorosos de su matrimonio y la época más turbulenta de una historia de amor que ahora ya forma parte de su pasado.
El resultado es un retrato inteligente y optimista de una relación peculiar, obra de una mujer valiente que aprendió a amar en tiempos difíciles y ahora recuerda sin rencor los años más importantes de su vida.
"Pensé que era importante que fuera yo quien hablara de mi relación con Stephen. No quería que dentro de cincuenta o cien años, alguien se inventara nuestras vidas."
Jane Hawking
Antes de comenzar a leer este libro, varias de las mujeres que formamos parte del club de lectura que coordino en la biblioteca de Azuqueca comentamos que lo habíamos tenido en las manos y habíamos valorado comprarlo, atraídas por la vida de los Hawking y buscando entender a un mujer que pasó 25 años al lado de uno de los científicos más inteligentes, famosos y reconocidos del mundo pero que compagina tal brillantez con el hándicap de una enfermedad que tiene tantos impedimentos como vemos en los medios de comunicación cada vez que comparece por cualquier motivo. Creo que, además, el hecho de que Hawking caiga, en general bien (más allá de los sentimientos que pueda despertar su enfermedad), por la imagen alegre, simpática, incluso bromista, que da de sí mismo, hace que acudas a este libro buscando conocer más al genio, intentando descubrir la cara más cercana y personal de una de las grandes personalidades del siglo XX. Y sin embargo, nos hemos dado con un canto en los dientes porque eso no es lo que se cuenta en Hacia el infinito.
Ya desde las primeras páginas nos dimos cuenta de que este libro nos iba a decepcionar. Aunque es verdad que se hace más interesante a medida que avanzas en su lectura (o eso o, como dijo alguien en mi club: a lo mejor es que te acostumbras a la forma de contar las cosas de Jane), lo cierto es que la sensación global es que se queda en una serie de hechos, de datos, de viajes y de premios que se parece más a la wikipedia que a las memorias de alguien que las ha vivido y, a la vista de lo contado, padecido. Y es que, si algo le falta a la obra, es sentimientos, profundidad, reflexión. O eso nos ha parecido a todas.
Creo que Jane profundiza muy poco en lo que supone elegir a Stephen Hawking como marido. La autora nos va dando algunos datos sobre cómo se conocieron y cómo se enamoraron pero no incide en lo que, por ejemplo, el hecho de saber que él está gravemente enfermo y que los médicos le han dado una esperanza de vida de dos años, supone para ella. Ni, por supuesto, para él. Si en algo se hace hincapié a lo largo de la obra es en que él no quiere hablar de su enfermedad (¿Porque no la asume? ¿Porque no tiene solución? ¿Porque la acepta, sin más, como una parte de sí mismo? No lo sabemos, porque en la obra no se nos habla de ello), aunque sí exige una serie de medidas que él cree le ayudarán a sobrellevar las continuas discapacidades que tal enfermedad va sumando a lo largo de los años (pérdida progresiva de la movilidad, la autonomía, la capacidad de habla...).
La verdad es que a lo largo de las sesiones en las que hemos hablado de este libro los debates han sido bastante enconados. Bueno, los debates no, porque todas estábamos bastante de acuerdo. Más bien, las preguntas sin respuesta: ¿pero es que una mujer que se va a casar con un hombre al que le han dado dos años de vida no se plantea ni por un segundo qué va a ser de su futuro, fallezca su marido o no? ¿O sus padres no hacen que se plantee las cosas? No hablábamos de que rechazar a Stephen por el hecho de estar enfermo, ni muchos menos; solo echábamos de menos las dudas que, creemos, surgirían de modo natural si una se viera en esta situación. O, vamos, alguna referencia a lo claro que lo tenía.
Por ello, porque en la obra se obvia continuamente el análisis de las situaciones y solo se transmite lo superficial o lo que todo el mundo ya conoce o puede imaginar fácilmente, la sensación que nos ha dado ha sido de falta de sinceridad. O de excesiva contención. O de superficialidad. Todas estuvimos de acuerdo menos una que comentó que lo estábamos viendo bajo la óptica del carácter y la forma de ser española y no desde la de los ingleses. También puede ser.
O, como mantenían algunas de las chicas del club, lo que hace la autor es ocultarse a sí misma y solo mostrar la cara que quiere mostrar: la de la mujer entregada que siempre estuvo al lado de su marido y que llegó a anularse a sí misma por él, a pesar de lo que poco que (según parece) él se lo reconoció.
En muchos momentos de la obra, Jane habla de lo superada que se vio por las circunstancias, del pánico que sintió, de la falta de intimidad, de la falta de apoyo, de la soledad y el sufrimiento que la situación de su marido le causó a lo largo de su vida conyugal. Y también habla de las contradicciones entre la imagen exterior que daba su familia (una familia feliz, acomodada, segura e incluso bien posicionada desde el punto de vista económico) frente a lo que realmente ocurría de puertas adentro.
De igual modo, Jane también nos relata su lucha (muy loable, ahí sí la apoyamos todas) por los derechos de los discapacitados, por tratar de que Stephen tuviera una vida más cómoda, es decir, más parecida a quienes no necesitamos una rampas, ni ascensores, ni traductores, ni sillas de ruedas, ni ordenadores para expresarse.
Puesto que hay una película basada en este libro, dedicamos la última sesión antes de las vacaciones de Navidad para verla y, la verdad, en ella encontramos todo el sentimiento que no tiene el libro y, por supuesto, mucho más protagonismo por parte de Stephen. Tanto es así, que a algunas nos quedó la duda sobre si realmente la película está basada en el libro o ambos productos culturales son dos versiones de una misma inspiración: la vida del científico.
Así pues, nos ha dejado un poco a medias esta historia no sé si contenida o reivindicativa o poco sincera que nos ha parecido una oportunidad perdida de profundizar en una experiencia vital tan excepcional como la de la familia Hawking.
Nos seguimos leyendo.