Revista Salud y Bienestar

Hacia un entorno médico transparente y personalizado

Por David Ormeño @Arcanus_tco

Dos noticias de este último mes me llevan a volver a escribir sobre este asunto.

La primera, en referencia a la decisión del gobierno de Obama de invertir 50 millones de dólares en lo que ellos llaman la Cohorte de Medicina de Precisión (EN), una base de datos con historiales médicos, genomas secuenciados, resultados de analíticas de sangre y orina y hasta datos de dispositivos y aplicaciones móviles de cuantificación personal, de alrededor de un millón de voluntarios, para explotación pública.

La segunda, la publicación, por parte de la Agencia de Alimentos y Medicamentos de EEUU, de los borradores de unos documentos de orientación (EN) como un acercamiento a un sistema para regular las pruebas genéticas.

Dos proyectos distintos que tienen como objetivo democratizar el estudio de lo que ha pasado a llamarse la Medicina de Precisión o Medicina Personalizada (ES): El que una persona, en base a todo su historial clínico y contextual (genético, de rutinas, alimenticio,...) sea capaz de recibir un tratamiento específicamente diseñado para sus males, o incluso adelantarse a potenciales dolencias mediante la aplicación de un tratamiento de prevención que va más allá del sistema de vacunas y "modo de vida saludable" que se aplica (o se recomienda aplicar) de manera genérica en toda la sociedad.

Y en segunda instancia, apunta a ese escenario en el que, con las medidas de seguridad y privacidad oportuna, estas bases de datos transparentes sirvan a la sociedad para que terceros puedan utilizarlas en investigaciones y proyectos de la más diversa índole, que nos ayuden, en su suma, a comprender las numerosas variables que intervienen en el surgimiento de una dolencia, y las maneras que tendríamos de combatirlas o minimizar su impacto.

Es, a todos los efectos, un movimiento tan atrevido como necesario. El poder aplicar la inteligencia colectiva, el que miles de ojos ven más que unos cientos, en una industria tradicionalmente tan opaca como ha sido la farmacológica, amparándose en las oportunidades que nacen gracias a la feroz evolución de los últimos años.

Un entorno enriquecido para el estudio personalizado de datos clínicos

Precisamente en el informe liberado por la FDA se hace hincapié en la necesidad de garantizar que el estudio del genoma de manera individual ofrezca la mismas garantías que encontramos en entornos de laboratorio.

La tecnología, como explicaba ya hace un año, está al alcance de cualquiera de nosotros. Que por menos de 100 dólares uno pudiera recibir un informe con su genoma en casa puso en su momento nerviosa a la industria, y acabó por ser considerado ilegal amparándose en criterios, cuanto menos, dudosos.

Por detrás, una verdad a medias que conviene analizar con calma:

Una cosa es que seamos capaces de obtener los datos de nuestros genes, y otra muy distinta que estemos en la potestad de interpretarlos.

Es decir, que el conocimiento de nuestro árbol genético no es elemento suficiente como para que nosotros mismos nos apliquemos un remedio clínico. Y que el conocer la probabilidad de que ocurra un suceso (en este caso, la probabilidad de tener una dolencia futura) nos hace, a falta del primer hecho, menos felices.

De ahí que haya tantísimo interés por crear un universo enriquecido de datos que aúnen perfiles anonimizados con historiales clínicos e informes de rutinas diarias. Bases de datos ingentes, accesibles, de una u otra manera, para el estudio por diversos colectivos.

Una transparencia que resulta, a priori, compleja de afrontar. La industria del crimen digital lleva tiempo detrás de la explotación de estos datos, que son, además, los que mayor precio tienen en el mercado negro, y esto hace que las medidas de seguridad y la anonimización (ES) deban ser a priori convenientemente tratadas.

Cosa, por otra parte, que rivaliza con muchos de los estudios clínicos "tradicionales", que quizás necesiten echar mano de los propios individuos con el fin de llevar a cabo una serie de experimentos.

Google lo intentó hace ya tiempo y fracasó estrepitósamente. Apple afrontaba el mismo reto no hace mucho (ES), pero desde la óptica característica de la compañía (todo cerrado a una serie de laboratorios que trabajarían mano a mano con los de Cupertino), por lo que resulta difícil considerar que hablamos del mismo principio.

Ahora llega el gobierno estadounidense, y lo hace aglutinando una amalgama de datos que pueden llevar a suspicacias.

Al igual que un dato clínico puede ser altamente identificativo (no habrá muchos targets que tengan exactamente su mismo historial clínico), el uso de herramientas de cuantificación personal de wearables comerciales como FitBit son, a todas luces, un acercamiento interesante para llevar un tracking estadístico diario, pero quizás no puedan ser consideradas válidas para un estudio médico "serio".

Resumiendo. Que la tecnología ya está en la calle, pero aún faltan herramientas para interpretar convenientemente los datos, y dispositivos con una capacidad de medición estándar y regulada que podamos considerar lo suficientemente fiables como para servir variables que puedan ser utilizadas en entornos clínicos.

Y sin embargo...

Y sin embargo, a todos debería interesarnos que esto saliera adelante.

Si conseguimos establecer una serie de elementos normalizados con una cantidad mínima de datos accesible por toda la sociedad, tenemos en esencia un entorno perfecto para el desarrollo de la medicina de nueva generación.

Quizás no estemos aún en la potestad de interpretar nosotros mismos el impacto de nuestro historial vital, pero sí está en manos de aquellas organizaciones(universidades, laboratorios, compañías) que a día de hoy encuentran verdaderos problemas a la hora de obtener datos de estudio sesgados.

Al igual que ocurre en la administración pública, un entorno enriquecido en datos abiertos enriquece a toda la sociedad, aunque sea por el simple enriquecimiento del I+D asociado a la explotación de esos datos.

Hablamos de más estudios publicados, de mayor innovación, de más descubrimientos, y en definitiva, de un caldo de cultivo perfecto para comprender la compleja red de efectos que llevan a una persona a sufrir una dolencia.

En juego la esperanza de vida, la calidad de vida de las próximas generaciones. Todo ello gracias a la apertura de los datos, a la democratización de algunas de las herramientas tradicionalmente ancladas a un laboratorio.

Hace falta regulación, por supuesto que sí. Pero únicamente la suficiente para que el desarrollo social siga los cauces oportunos.

Porque el beneficio de todo ello (mejorar la vida de las próximas generaciones) no encuentra rival en el potencial riesgo asociado a su liberación (la ruptura del status quo de la industria farmacéutica, los usos tergiversados de la información, caminos sin salida,...).

¿Hay algo más importante por lo que debamos levantarnos?

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