Este es un zygon, pero para un progre puede ser un refugiado de Sudán del Sur.
Sobre todo después de que alguien se inventara el concepto de "crisis humanitaria" ahora cada jueves tenemos una crisis humanitaria. Lugares exóticos que nos trasladan la emoción de los colonizadores de África, causas de fin de semana, revoluciones concentradas en un retuit y fotos en blanco y negro en los dominicales que al día siguiente servirán para envolver el pescado.Se cumplen cinco años y medio desde el terremoto de Haití y cuatro años desde que Forges se olvidó de recordarnos que no nos olvidásemos de Haití. Hoy ese país sigue sin recuperar ni siquiera su situación calamitosa previa al terremoto y si preguntas a un progre seguramente la culpa sea tuya.
Ah, la merma.
En este tiempo Haití se ha convertido en un gran laboratorio que en el medio plazo ya da resultados empíricos sobre la forma estúpida que tienen los bienintencionados de resolver los más graves problemas del mundo. Se han cumplido todas las expectativas de quienes pensamos que ésta no es forma de resolver los problemas: tuvimos oleadas de voluntarios y donaciones, "grandes esfuerzos" por enviar ayuda en la primera fase, la implicación de la ONU con unidades bisoñas y nada profesionales que cuando el foco de atención fue hacia otro monstruito fueron sustituidas por tropas de países que están prácticamente igual que Haití (¡hola Nepal!), esto provocó una epidemia de cólera y el robo por parte de los propios cascos azules de la ayuda humanitaria lo que a su vez agudizó el ya complicado problema de esclavitud sexual que sufría el país.Lee: La muerte de Eric Garner y el resto de cosas que están mal
Tras cinco años de ayuda solidaria Haití está peor de lo que estaba inmediatamente después del terremoto. Para lavar sus conciencias —pues al fin y al cabo hablamos de egolatría y de pomposos programas teóricos de ayuda que sobre la mesa de un despacho con aire acondicionado pintan de maravilla— publicistas de las ONG presentan listas de objetivos cumplidos: la construcción de tal hospital, el reparto de tantas tiendas de campaña, etc. El problema es que no tenemos forma de saber si eso que nos cuentan es o no verdad y, si lo es, si realmente sirve para algo.
Fe: creencia que se da a algo por la autoridad de quien lo dice o por la fama pública.
Al fin y al cabo construir un hospital es bastante fácil: basta con levantar un galpón de cuatro paredes y ponerle un cartel a la entrada que ponga "hospital". La verdad es que ni a Forges ni al editor del dominical que nos echa la culpa de las cosas que pasan les importa demasiado el asunto: ya están entretenidos con otro monstruito y desconocen la necesidad de evaluar el grado de cumplimiento de los objetivos de las ONG. El ególatra progre occidental tiene fe ciega en las ONG —financiadas en un 80% por los estados— y no hace preguntas. Si en lugar de ONG habláramos de sociedades anónimas los accionistas se encargarían de formular preguntas diariamente. Ah, pero eso no lo veremos, no puede haber ánimo de lucro en las operaciones de construcción de infraestructuras y de distribución de vituallas porque lo dice Dios o algo. Bueno, no, Dios no dice eso: las ONG cristianas y judías que operan en Haití parece que son las únicas cosas que funcionan allí y dan resultados.El caso es que algunos gringos comenzaron a aplicar la accountability a las ONG que operan en Haití y se encontraron con resultados que no veremos en las viñetas de Forges: con los casi 500 millones de dólares que recaudó la Cruz Roja Americana para Haití, se construyeron seis chabolos.
Probablemente este señor no se lava las manos, pero no nos importa porque lleva un casco de color azul.
Ostiás. Yo comprendo perfectamente que parte del dinero que recibe una ONG tiene que ir a fotocopias y billetes de avión y no es poca cosa pero aquí estamos hablando de algo muy distinto. Y no hablo de robar, ojo. Los periodistas de la NPR y ProPublica descubrieron que los trabajadores de la Cruz Roja no sabían en qué gastar el dinero. Bien está que 100 millones se fueron directamente a cubrir el déficit que tenía esa ONG el día del terremoto, pero es que en el resto de movidas ves toda una sucesión de inoperancias y confusiones que asustan: desde la imposibilidad de adquirir títulos de propiedad para comenzar las construcciones hasta la falta de población local con las mínimas habilidades o capacidades para colaborar. También se encontraron con que no se cubrían vacantes en los puestos de trabajadores occidentales y por eso decidieron ofrecer sueldos de seis cifras para jefes de proyectos muy básicos de construcción que aquí te hacen aparejadores en un fin de semana tonto.Todas estas cosas a su vez crearon nuevos problemas. El flujo de dinero de la Cruz Roja Americana se controla desde Washington y ante la incapacidad de trabajar in situ deciden "subcontratar" a otras ONG solamente para darse cuenta al cabo de unos meses de que el dinero ha volado. Más aún: los exorbitantes sueldos de los directivos de ONG que están en Haití han creado a una nueva clase alta de extranjeros en Puerto Príncipe que acaparan una importante parte de los recursos, que llegan y se van del país en el mismo día. Los extranjeros ricos de las ONG sorprendentemente no tienen su dinero en bancos haitianos (oh qué sorpresa). Con esto el país sigue sin capitalizarse, que es un concepto malvado para los pijiprogres, pero una condición sine qua non para la reconstrucción.
Se produce además una paradoja muy curiosa en la ex-colonia esclavista francesa y es que Haití se ha convertido en estos últimos años en el país con los servicios sociales más privados del mundo. Con un gobierno débil, corrupto e incompetente, toda ayuda social haitiana se canaliza a través de organizaciones privadas —ONG— que no responden al mandato politico de los ciudadanos haitianos ni tienen que rendir cuentas ante sus instituciones, pero sí dependen de otros estados.
Lo lamentable del caso de la Cruz Roja Americana —no confundir con otras organizaciones de la Cruz Roja: la española sí ha completado proyectos y parece útil— es que evidencia una vez más que no nos importa a dónde va el dinero público, ni el cumplimiento de objetivos y además dan mala fama a las organizaciones que sí parecen útiles ya vengan de otros países o de organizaciones religiosas.