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Hanae (La calle de la vergüenza -Akasen chitai-; Japón, 1956)

Publicado el 02 diciembre 2011 por Manuelmarquez

Hanae (La calle de la vergüenza -Akasen chitai-; Japón, 1956)Si uno ve en la calle a esta mujerjoven, ni su aspecto indumentario (abrigo largo, falda por debajo dela rodilla, gafas de vista) ni su apariencia física (una bellezamoderada y convencional; una figura poco curvilínea; un rostroadusto, incluso anodino) invitan a pensar que estamos en presencia deuna prostituta. Pero Hanae se dedica a traficar con su cuerpo en unacasa de citas del barrio rojo de Tokio; su esposo padece tuberculosisy ha sido despedido del trabajo (no pudiendo optar a otro, debido asu precario estado físico) y ambos son padres de un bebé al que han de mantener y que constituye el único referente que lesempuja a sobrevivir, a no dejarse vencer por la desesperación queles corroe, ante la falta de alternativas y de perspectivas defuturo.
Tampoco corren buenos tiempos para su“ramo laboral”: las autoridades niponas se están planteando laadopción de medidas restrictivas respecto a la prostitución, y,ante esa posibilidad, el panorama vital de Hanae —a la que, inclusoal amparo de un establecimiento asentado y de prestigio, le cuestamucho trabajo captar clientela— se ensombrece aún más si cabe.Todo un cúmulo de desgracias e inconvenientes, que, en suma, haríanperfectamente entendible que esta mujer tuviera una actitud deamargura y resentimiento frente a las personas que le rodean.
Pero nada más lejos de eso: Hanae semuestra cariñosa y atenta con sus compañeras, para las que siempretiene una palabra de consuelo y un gesto de cariño —cuando han deafrontar las difíciles situaciones personales y familares queaparecen en sus trayectorias vitales—, y a las que incluso no tieneproblema alguno en recibir en su casa, en una fiesta agridulce con laque darse un pequeño respiro, un breve paréntesis de esacotidianidad repleta de clientes rijosos, exigencias soberbias y undesprecio siempre al fondo que ennegrece y degrada a la mujer queconstituye su objeto, y que convierte su dignidad en pura entelequia.
¿De dónde salen las fuerzas quemantienen a Hanae no solo viva y en pie, sino que la dotan de untalante positivo y animoso? De su convicción de que la tarea con laque se ve forzada, por las circunstancias, a ganarse la vida, solosomete a su cuerpo, no a su alma. Los cuerpos pueden comprarse ovenderse; los espíritus que los sustentan, no. Y el de Hanae es unespíritu libre y luchador, un espíritu que la eleva sobre susmiserias materiales y la dota de dignidad y orgullo; la engrandece yla purifica. ¿Un cuerpo mancillado? Sí. Pero no más…
* N. del A.: esta reseña va especialmente dedicada a Puerta de Babel,  que fue quien me puso sobre la pista (bueno, para ser más exactos, quien puso a disposición, servida en pantalla) de esta película de Mizoguchi.
* Los buenos buenosos XI.-

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