Revista Cine
Haneke, Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2013
Publicado el 09 mayo 2013 por Lapalomitamecanica
El director austríaco se impone sobre 33 candidaturas
El realizador de la oscarizada Amour (crítica aquí) no ha finalizado aún su conquista de galardones. La última, alzarse con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, concedido en honor a una trayectoria profesional plagada de verdaderas joyitas del cine como la ya mentada cinta protagonizada por Emmanuelle Rivas y Jean-Louis Trintignant, La Pianista, Caché, La Cinta Blanca o las dos versiones de Funny Games; obras todas ellas que se han agenciado numerosos reconocimientos en los más importantes certámenes, especialmente en Cannes, muy dados al estilo del cineasta, caracterizado por llevar impresa una intensidad emocional máxima que trata el aspecto más sombrío y turbio del ser humano.
Todos los detalles sobre la concesión del Premio Príncipe de Asturias de las Artes a este titan del cie realizado en el viejo continene, tras el salto.
Hijo de un director alemán y una actriz austriaca, Michael Haneke estudió Filosofía, Drama y Psicología y fue crítico de cine antes de empezar en la televisión allá por los setenta. Debutó en la gran pantalla en 1989 con El Séptimo Continente y a día de hoy, a sus 72 años, es responsable de un total de veintidós títulos entre largometrajes, documentales y tv movies. Su otra gran vocación reconocida es la música clásica, con una especial predilección por Mozart, lo que ha motivado al realizador a estrenar el pasado 23 de febrero la pieza Cosi Fan Tutte en el Teatro Real de Madrid.
Haneke competía contra un total de 33 candidatos por el Príncipe de Asturias, entre ellos el que todos daban por ganador, el coreógrafo cubano Carlos Acosta. El jurado ha destacado que el austríaco "ilumina y disecciona con deslumbrante maestría aspectos sombríos de la existencia como la violencia, la opresión y la enfermedad, que afronta con extraordinaria sobriedad formal a la vez que abre espacios a la persistencia consoladora del amor, la confianza y el compromiso". Asimismo, añadió que "su creación cinematográfica de profundas raíces europeas, que constituye una original y personalísima aproximación de radical sinceridad, aguda observación y extrema sutileza a problemas fundamentales que nos conciernen o afectan individual y colectivamente".
Un reconocimiento, sin duda, merecedísimo.
El realizador de la oscarizada Amour (crítica aquí) no ha finalizado aún su conquista de galardones. La última, alzarse con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, concedido en honor a una trayectoria profesional plagada de verdaderas joyitas del cine como la ya mentada cinta protagonizada por Emmanuelle Rivas y Jean-Louis Trintignant, La Pianista, Caché, La Cinta Blanca o las dos versiones de Funny Games; obras todas ellas que se han agenciado numerosos reconocimientos en los más importantes certámenes, especialmente en Cannes, muy dados al estilo del cineasta, caracterizado por llevar impresa una intensidad emocional máxima que trata el aspecto más sombrío y turbio del ser humano.
Todos los detalles sobre la concesión del Premio Príncipe de Asturias de las Artes a este titan del cie realizado en el viejo continene, tras el salto.
Hijo de un director alemán y una actriz austriaca, Michael Haneke estudió Filosofía, Drama y Psicología y fue crítico de cine antes de empezar en la televisión allá por los setenta. Debutó en la gran pantalla en 1989 con El Séptimo Continente y a día de hoy, a sus 72 años, es responsable de un total de veintidós títulos entre largometrajes, documentales y tv movies. Su otra gran vocación reconocida es la música clásica, con una especial predilección por Mozart, lo que ha motivado al realizador a estrenar el pasado 23 de febrero la pieza Cosi Fan Tutte en el Teatro Real de Madrid.
Haneke competía contra un total de 33 candidatos por el Príncipe de Asturias, entre ellos el que todos daban por ganador, el coreógrafo cubano Carlos Acosta. El jurado ha destacado que el austríaco "ilumina y disecciona con deslumbrante maestría aspectos sombríos de la existencia como la violencia, la opresión y la enfermedad, que afronta con extraordinaria sobriedad formal a la vez que abre espacios a la persistencia consoladora del amor, la confianza y el compromiso". Asimismo, añadió que "su creación cinematográfica de profundas raíces europeas, que constituye una original y personalísima aproximación de radical sinceridad, aguda observación y extrema sutileza a problemas fundamentales que nos conciernen o afectan individual y colectivamente".
Un reconocimiento, sin duda, merecedísimo.