Hasta el próximo.

Los días de trabajo continuo y de nuevas adquisiciones en materia de estudio, el aparcamiento de series por perseguir lo que quiero y el empezar a sonreír un poco más -bueno, solo a veces…- se atranca con la idea de que no habrá tiempo para la escritura… Vamos, ya sabes, para esto que hago yo de vez en cuando como terapia lavativa de alma.

Por un lado, es tentador llegar a pensar que puede que algún día deje una de las cosas que más amo en el mundo y, sinceramente, no sé por qué. Y es llamativo porque me dejaría hueco para dormir un rato más, cotillear más el Facebook o vete tú a saber qué de toneladas de cosas maravillosas más. Pero, lamentablemente, aquí estoy, y no sé exactamente por qué.

Será que quizá querré desfogarme de la ineptitud conductora de los seres extraordinarios que poblamos la tierra o de algún que otro palurdo que se niega a poner intermitentes y que me hace sacar mis ansias más cabreantes de recién estrenada autopista. O puede que sea porque los niños se quedan mirándome en sus bicicletas con las bocas abiertas mientras paso a mis 40 km/h permitidos gritando a todo meter una movidísima canción de mi Ismael Serrano -léase la ironía…-. O, ¿por qué no?, porque he vuelto a estudiar traducción, algo tan olvidado como nostálgico, y la gente parece que no sabe que existe vida más allá que en los foros de debate y no doy abasto a leer tanta opinión interesante… O será porque trabajo 9, 10, 12 horas…-mejor dejo de contar- y parece que hasta me sienta bien.

Yo creo que más bien va a ser porque tenía ganas de contaros un poco mi vida y de que veáis que mola más que… Bueno…. Eso, que hay queda mi nueva entrada, mis nuevas tonterías y teclas de 24:30 h.

Feliz 4 de Octubre a todo aquel que todavía crea que la felicidad, por escondida que esté, solemos tenerla en el siguiente abrazo. Hasta el próximo.