No lo había pensado nunca. Crecemos pensando que todo lo que tenemos que saber ya está inventado, ya está ahí, flotando en la sociedad, en la vida, en el colegio, la universidad, las pelis, la radio, los periódicos, internet y que lo único que tenemos que hacer es ir aprendiéndolo según un ritmo que nos marca la edad, la educación o nuestra familia. Pero ¿qué pasa con lo que no te cuentan pero existe? ¿Con lo que existe pero no se ha contado nunca? Celine habla de los besos entre mujeres en el cine, besos pasionales, besos lujuriosos. Ella explica como tuvo que inventar la manera de mostrarlo en el cine. Me quedé pensando al terminar el artículo. No es inventar es contarlo, mostrarlo, enseñarlo, convertirlo en algo tan natural como los besos entre hombre y mujer que han inundado nuestros ojos desde siempre porque están en todas partes.
No lo había pensado nunca.
Y como eso, hay un millón de cosas.
El sábado mi madre me contó que una de sus amigas del colegio (tienen un grupo de wasap muy activo en el que están todo el día charlando), les ha confesado que ella no se lava el pelo en casa desde que salió del colegio. «¿Cómo?» «Que no se lava el pelo en casa nunca» Mi madre me lo repite más alto como si yo hubiera preguntado porque estoy sorda y no por la incredulidad que tal afirmación me provoca.
«Vive cerca y no cocina» leo en otro artículo sobre la actriz Patricia Clarkson. La periodista se ha citado con ella en un bar cerca de su casa y, por lo visto, como Clarkson no cocina, así en general, no cocina nunca, no cocina nada, baja todos los días a comer y/o cenar al susodicho garito. «¿Cómo?» Me quedo tan estupefacta como con la amiga de mi madre. Dedico un buen rato de mi mañana darle vueltas a este pensamiento. Me resulta inconcebible, inimaginable. Puedo imaginarme siendo rica, teniendo una librería, siendo soltera, teniendo seis hijos y catorce nietos, siendo malabarista, carnicera, escritora del New Yorker, ¡francesa!, lesbiana pero comiendo siempre fuera de casa y no lavándome la cabeza jamás... no lo concibo.
Y como eso, hay otro millón de cosas que no concibo.
Hasta que me las encuentro.
Hasta que las pienso. Y algo hace click.
Y vengo aquí y lo escribo.