Por Gastón del Torto
El lunes 14 de febrero de 2011 quedará en la historia del fútbol mundial porque Ronaldo Luís Nazário de Lima, mejor conocido como Ronaldo, se despidió del deporte en el que se destacó, en el que brilló. Y se fue, entre otras cosas, habiendo superado a Gerd Muller en la puja por ser el máximo goleador en la historia de los Mundiales, con 15 goles. Nada más y nada menos que una decena y media de tantos en la competición futbolística más importante del planeta.
El fútbol pierde a un hijo prodigo, a un hijo que siempre le brindó lo mejor, que hizo de este deporte una cuestión estética. Y aunque últimamente no estaba físicamente como en sus años de esplendor, mantenía su cuota de magia.
La enfermedad que lo llevó a abandonar se conoce como hipotiroidismo y se produce por insuficiencia de hormonas tiroideas. Dichas hormonas son esenciales para la función de cualquier célula del organismo; ayudan al crecimiento, al desarrollo y a la frecuencia cardíaca, entre otras. Algunos de los síntomas que presenta son: cansancio, debilidad, somnolencia, aumento de peso y de colesterol. Pero no hay porque resaltar lo malo con las maravillas que realizó Ronaldo en su carrera.
Su primer equipo en primera fue el Cruzeiro. Sin embargo, su contratación no fue de un día para el otro ni por medio del azar. El astro brasileño venía impresionando a toda Sudamérica tras haber anotado 59 goles en 57 partidos con la selección Sub 17 de su país.
En el PSV, primer club europeo, comenzó a demostrar que, además de ser un jugador exquisitamente técnico, también era un goleador nato. Se despachó con 42 goles en 46 encuentros. Digno de un juego de Play más que de la vida real.
En Barcelona su historia no fue diferente, incluso si era posible, fue mejor. Apenas un año le alcanzó para transformarse en el mejor jugador del mundo. El más desequilibrante, estético y eficaz de todo el planeta. Sin ir más lejos, en ese 1997, se convirtió en el más joven en conseguir, en un mismo año, el Balón de Oro, entregado por la revista “France Football”, la Bota de Oro (goleador de todas las ligas) y el premio FIFA World Player. Hay una frase que dice que una imagen vale más que mil palabras; justamente con esa intención va el video de su gol al Compostela (Click aquí). Tal vez al lector le interese saber que lo hizo cuando tenía solo 20 años.
Nadie jamás podrá saber que hubiera sido de la vida de este fenómeno si habría jugado más tiempo en el Barcelona. A causar de problemas con el Presidente del momento, Josep Lluís Núñez, aceptó las 4 mil millones de pesetas (24.040.484 euros) que ofreció el Inter. En el equipo “Culé” completó otra temporada alucinante en cuanto a cantidad de goles: 47 en 49 partidos.
En 1998, jugó su primer Mundial como titular y figura. Es así que terminó coronándose el mejor jugador de la competencia. Sin embargo, no fueron 40 días más en su vida: El sábado 11 de julio (el día previo a la final), tras el almuerzo, su compañero de cuarto, Roberto Carlos, salió de la habitación alertando al resto del equipo al grito de: “¡Ronaldo se muere!”. Aquellos que lograron ingresar a la pieza lo vieron llorando, con los músculos encogidos y echando espuma por la boca. Minutos después se desmayó. El médico de Brasil reconoció los síntomas: “Convulsiones epilépticas o algún problema neurológico”. Aún así terminó jugando la final, más allá de que no podía hacerlo. Él mismo, tras la derrota con Francia 0-3, declaró: “Es cierto, yo decidí jugar, aunque lo hice con un miedo terrible. Perdimos el Mundial, pero yo gané otra Copa, la de la vida…”
Tras el Mundial retomó su carrera normal en el Inter. Pero a comienzo de la temporada 99/00, durante el encuentro contra el Lecce, llegó la primera de tantas lesiones que castigarían su rodilla derecha. En este caso, una rotura parcial del tendón rotuliano.
Su vuelta se postergó hasta el 12 de abril del 2000, pero ese mismo partido, frente a Lazio, se terminó de romper ese mismo tendón. Esta vez, se mantuvo alejado de las canchas por más de un año. Aún así, para sorpresa del público brasileño, fue convocado por Luiz Felipe Scolari para el Mundial de Corea – Japón 2002.
Y una vez más volvió a dar cátedra en la cita mundialista. No sólo consiguió su segundo Copa (USA 1994, sin jugar siquiera un minuto), sino que se despachó con 8 goles, dos en la final contra Alemania. El segundo con una definición suave a un palo que dejó en ridículo a Oliver Kahn.
Tras la buena actuación, el Real Madrid puso sus ojos en él. Para contratarlo, el club merengue desembolsó poco más de 44 millones de dólares. Así, abandonó el Inter (problemas con el DT, Héctor Cúper) y se unió al equipo llamado: “Galácticos”, en referencia a las figuras mundiales con las que compartía plantilla como: Zidane, Raúl, Owen, Beckham, Figo, Roberto Carlos y Casillas, entre otros. En ese equipo ganó una copa Intercontinental, una Supercopa de España y una de Europa y dos Ligas.
Finalmente, a raíz de inconvenientes con su entrenador, Capello, continuó su carrera en el AC Milan. Pero otra vez la rodilla derecha sufrió una rotura ligamentaria. No sólo eso, además, comenzó a evidenciar insuficiencia hormonal en la glándula tiroidea lo que le produjo un considerable aumento de peso.
Un nuevo Mundial se avecinaba, la chance de superar al alemán Muller como el máximo goleador en la historia estaba a sólo un paso, a 3 goles. El 27 de junio de 2006, en Dortmund (Alemania), contra Ghana por los octavos de final, anotó el gol que lo convirtió en el jugador con más anotaciones en copas del mundo, 15.
Tras ese record, y en medio de varios problemas físicos, recayó en el Corinthians donde recibió apoyo de la gente pero críticas de parte del periodismo, que lo trató de gordo y de viejo. Jamás valoraron el hecho de tener a un grande jugando en su país natal. Aún así, las pinceladas de buen fútbol, de magia, seguían allí; en esa pierna derecha, lastimada a lo largo de los años, pero que mantenía la belleza y precisión.
En toda su carrera, Ronaldo marcó 423 goles en 624 partidos oficiales. Una bestialidad si pensamos en la calidad de equipos en los que jugó. Pero tuvo una cuenta pendiente, una realmente grande: Nunca pudo ganar una Copa de Campeones. Una negativa entre tantas positivas (la mencionadas anteriormente, además de ser el segundo goleador histórico de Brasil, detrás de Pelé, con 62 tantos).
Darte las gracias es lo mejor que podemos hacer. Gracias por tanto fútbol, por tanta técnica, por todo. De corazón espero que pueda cumplir su último deseo: Jugar un partido con la camiseta de Brasil… ¡Hasta Siempre Fenómeno!