En "Hate Songs" Stéphanie, una actriz que reside en París, vuelve a su Ruanda natal para trabajar en los mismos estudios de radio desde los que se lanzaron en los años 90 mensajes de odio hacia una sociedad polarizada étnicamente y en la que se acabó desencadenando un genocidio. Durante los ensayos de esta nueva retransmisión, que aparentemente pretende ser un homenaje a las víctimas de la tragedia, Stéphanie cree reconocer en su compañero de reparto Ncuti, un actor local, a un vecino de su pueblo participante en la masacre. Su inquietud aumenta al encontrar indicios de que el director del programa trabajó en en esa misma emisora de audio treinta años atrás.
Precisamente en 1994, el año en que estalló el escalofriante ataque en el que se intentó el exterminio de la etnia tutsi en Ruanda por parte de la etnia hutu, el director Roman Polanski estrenaba La muerte y la doncella, un tenso thriller en el que una mujer superviviente de la persecución por parte de un régimen totalitario creía reconocer en un visitante ocasional que se veía obligado a acoger en su casa a uno de sus torturadores del pasado y se enfrentaba al conflicto entre sus deseos de venganza, la necesidad de reconciliación y de convivencia entre las antiguas víctimas y los antiguos verdugos para poder restablecer la paz social en su país, y la duda razonable de si efectivamente ese hombre era la misma persona que ella sospechaba.
Sea de manera consciente o no, Hate songs tiene una estructura dramática polanskiana al encontrarse a medio camino entre el thriller psicológico y el drama político, al ser una pieza de cámara con solo tres personajes en un único escenario y una acción desarrollada en tiempo real, y al estar basado el relato en los traumas del pasado, en heridas no cerradas, en la mentira, la representación y la duda de si los personajes son o no quienes dicen ser. Aunque hay también diferencias importantes: a diferencia de La muerte y la doncella, inspirada en la dictadura de Augusto Pinochet en Chile aunque no se hiciera ninguna referencia explícita al país en el que transcurren los hechos, Hate songs parece tener una intención clara de film denuncia sobre el genocidio que tuvo lugar en Ruanda en el que los aspectos dramáticos y narrativos están supeditados al mensaje que se quiere transmitir. En consecuencia con esto, el tono distanciado e irónico y la posibilidad de doble lectura con los que Polanski se enfrenta siempre a sus historias y a sus personajes están ausentes aquí.
El director, Alejo Levis, con una trayectoria larga aunque carente de títulos conocidos para el público, se enfrenta a un juego entre la realidad y la ficción muy complejo que parece no saber o no querer jugar, prefiriendo llevar el film hacia el terreno más complaciente de la denuncia política. Consigue que Hate songs sea un título de referencia sobre el conflicto de Ruanda, pero también que forme parte del grupo de películas que son más relevantes por cuestiones extra cinematográficas que por su calidad en sí como obras de ficción.
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- ##check## Lo bueno
- La presencia del políglota Alex Brendemühl, un clásico del cine español independiente y de culto.
- ##times## Lo malo
- Plantea un juego entre realidad y ficción que luego desarrolla de una forma algo simple.
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- Intérpretes 6.0
- Los protagonistas, Nansi Nsue y Bore Buika, cumplen bien pero sin más, tal vez lo complejo de la historia les viene algo grande .
- Guion 6.0
- Plantea una situación rica en posibilidades que luego se atreve a explotar sólo parcialmente.
- Dirección 6.0
- Con sólo tres personajes y un único escenario, es una pieza de cámara polasnkiana en el que Alejo Levis consigue cumplir, pero se echa de menos el juego magistral con el tono y la ironía del director polaco.
- Ritmo y Montaje 6.0
- Aunque la idea de partida no se desarrolla demasiado y se agota pronto, el metraje de corta duración consigue una película compacta sin caídas de ritmo.
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- Puntuación Total 6 / 10
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