Revista Diario

¡Hay algo que se puede hacer!

Por Tenemostetas
Por Ileana Medina Hernández
¡Hay algo que se puede hacer!
En el blog De Mamás y de Papás, Cecilia Jan escribió el pasado diciembre un excelente artículo en el que intentó analizar objetivamente el conflicto sobre la lactancia materna que se plantea continuamente en todos los espacios donde se habla del tema.
Hay algo que he dicho en otras ocasiones: lo cierto es que la lactancia ha de ser algo muy importante, cuando la reacción de un lado y de otro, es siempre tan enérgica y furibunda. ¿Por qué nos sentimos siempre tan "atacadas" las unas y las otras? ¿Por qué nos sentimos culpables, heridas o frustradas, o al contrario, otras tan plenas, tan felices en la maternidad que son capaces de abandonarlo todo, tan recalcitrantemente orgullosas?
Cecilia termina su artículo haciéndose esas mismas preguntas:
¿Qué se puede hacer para que una recomendación de salud no acabe siendo una fuente de frustración y de culpabilidad? ¿Para que algo que a muchas nos apetece hacer porque sale de nosotras, porque es natural, porque es una experiencia vital que queremos sentir, no sea atacado gratuitamente por ignorancia o en aras de un feminismo trasnochado? ¿Para que a las que no quieran o no puedan dar el pecho por cualquier causa no las hagan sentir peores madres?
Ante tan bien planteadas preguntas, modestamente creo que sí, que hay algo que se puede hacer:
¡RECONOCER QUE LA LACTANCIA MATERNA ES PARTE DE LA SEXUALIDAD FEMENINA!
La lactancia materna es, sí, una recomendación de salud, tanto para los bebés como para sus madres. La lactancia materna es, sí, el mejor alimento que podemos ofrecer a nuestros hijos. Pero la lactancia materna es, ante todo, sexualidad femenina, igual que el coito, el embarazo y el parto. Todos son parte del mismo PROCESO. 
Reconocer toda la SEXUALIDAD NO COITAL que los seres humanos tenemos, y sobre todo las mujeres.  Recuperar esa parte de la sexualidad que el patriarcado nos ha robado a las mujeres (y a todos, porque criaturas somos todos) progresivamente durante cientos y miles de años.
De ahí que haya tantos tabúes, de ahí que haya tanta dificultad para hablar claro. De ahí que no salgamos nunca del mismo círculo vicioso en los debates y discusiones. De ahí que tantas mujeres, a pesar incluso de informarse y de buscar y de leerse de punta a cabo a Carlos González , sientan que no pueden amamantar, que no pueden soportar la succión sobre el pezón, o que no son capaces de amamantar en público, ejemplos que cita la misma Cecilia. 
De ahí también que haya mujeres que pueden llegar a sentir orgasmos amamantando. Y otras que se asustan cuando sienten un cosquilleo (el útero como una medusa danzante, que diría Casilda Rodrigáñez) cuando están dando de mamar. No es nada grave, no es nada peligroso, es simplemente algo PLACENTERO. Y así tiene que ser. 
La lactancia es cuerpo. Y las mujeres tenemos problemas -y muchos- con nuestro cuerpo. La lactancia es libido. Durante el amamantamiento, la oxitocina y la prolactina, las hormonas del amor, del sexo y de la felicidad, están dirigidas hacia la criatura. 
Durante los partos medicalizados y más o menos violentos que sufrimos la mayoría de las mujeres, ese desborde de  hormonas de la felicidad la mayoría de las veces se interrumpe. Vivimos el embarazo, el parto y el puerperio llenas de miedos, con el equilibrio hormonal roto, con el  útero espástico, con  la cabeza llena de presiones sociales, estereotipos y prejuicios secularmente cultivados. Todo eso atenta contra la sexualidad, y por tanto, atenta contra la lactancia.
"Son las hormonas", solemos decir para justificar ese malestar que muchísimas mujeres sienten tras el parto. Y no. Es precisamente la falta de hormonas. Las que nos arrebataron durante un parto no natural, durante la separación de nuestros bebés, con la cesárea o con la oxitocina artificial, con los sueros, los fórceps y los nidos para bebés... incluso con la mera rigidez y frialdad de un salón de operaciones.
Para recibir un bebé sin derrumbarnos nuestro cuerpo tiene que estar engrasado. Bien engrasado. Engrasado por el PICO MÁS ALTO DE OXITOCINA que la especie humana puede sentir jamás. Cuando nuestro cuerpo es invadido por ese "chute" de oxitocina natural, flotamos, flotamos en la felicidad de amamantar y de permanecer piel con piel con nuestras criaturas. Todo lo contrario a lo que ocurre en los partos intervenidos rutinariamente. 
La lactancia, igual que el resto de la sexualidad femenina, está muy dañada por prácticas socio-culturales dañinas, invisibles de tan normales, y además atravesada por REPRESIONES INCONSCIENTES, represiones que hemos sufrido a la vez desde nuestro nacimiento y primera infancia, y que muchas veces no podemos -ni queremos- reconocer. 
Hay aspectos culturales, sociales, familiares e individuales, que influyen en esa represión, que no nos permiten relajarnos y disfrutar con algo que sólo puede hacerse desde el placer, y que está previsto por la naturaleza que así sea.  
Por eso, no se puede obligar a ninguna mujer a amamantar. Por eso, nos sentimos tan mal y tan culpables cuando todas sabemos que la leche materna es lo mejor, pero no hemos podido ofrecerla a nuestros bebés. Por eso, hay mujeres que incluso les produce rechazo, como nos producen rechazo nuestros fluidos corporales, porque estamos alejadas de nuestro cuerpo. Por eso, tanta culpabilidad que no sabemos de dónde sale ni cómo remediar.
Si nos tomamos la lactancia como sexualidad, nos daremos cuenta rápidamente de cuál es el tratamiento que hay que darle. Pero... nos topamos con que tratamos MUY MAL al resto de nuestra sexualidad. No hablamos claro, vivimos en la ignorancia y la represión, en una falsa "libertad sexual" desconectada de nuestras emociones y nuestros sentimientos. Y ahí está el Tabú. 
Así que sí: hay varias cosas que podemos hacer para que tanto conflicto, tanta culpabilidad, tanto rencor y tanta "mala leche" desaparezca o se minimice. Esto es lo que yo haría (e intento hacer): 
1.- Revisar, leer, comprender, explicar y difundir la importantísima obra de Casilda Rodrigáñez, donde explica y argumenta la sexualidad femenina NO COITAL, dirigida hacia la criatura; y cómo la lactancia, el piel con piel con el bebé, el deseo maternal, es parte de ella. Casilda se basa en la obra de importantes científicos, médicos y psicólogos, como Wilhem Reich, Nils Bergman, Michel Odent, James Prescott, Masters & Johnson, Michael Balint, Serrano Vincens, Merelo Barberá, Frederick Leboyer, etc... para demostrar sus hipótesis, que según ella misma, nadie ha refutado hasta ahora. 
2.- Difundir y aumentar todas aquellas acciones que vayan encaminadas a aumentar la AUTOESTIMA de las mujeres; nuestra liberación real (la de nuestros cuerpos, no sólo la de nuestros salarios); el conocimiento sobre el funcionamiento de nuestra fisiología, nuestra sexualidad, nuestra libido y nuestro poderío interno. 
3.- Recuperar el respeto a la fisiología de nuestros partos. La labor de Asociaciones como El Parto Es Nuestro, y todo el movimiento creciente de acompañamiento y apoyo a los partos, a la maternidad y a la lactancia, doulas, matronas, mujeres sabias, conectadas con nuestras capacidades más ancestrales, que pueden ayudarnos a recuperar la confianza en nosotras mismas y en nuestros cuerpos, porque el parto es poder. En el momento del parto, si se deja a la naturaleza actuar, y no se separa a la madre de los bebés, la avalancha hormonal de oxitocina y de prolactina hará por sí sola todo el trabajo para que el parto sea soportable  (hasta orgásmico puede llegar a ser) y la lactancia sea fácil y placentera. 
4.- El respeto a la naturaleza, innegable hoy para salvar el planeta, pasa en primer lugar por el esencial respeto a nuestros propios cuerpos, a los de las mujeres y a los de las criaturas, por conectar con nuestra condición de mamíferos y reconocer las prácticas culturales erróneas que nos impiden que nuestra fisiología funcione. Igual que reconocimos en su momento las que impidieron durante milenios que las mujeres tuviéramos orgasmos. 
5.- Aumentar las bajas maternales y las políticas oficiales de apoyo a la maternidad y la crianza, que son incluyentes (y no excluyentes) para todo tipo de crianza. 
El día que los medios de comunicación, los poderes públicos, los centros de conocimiento (universidades y centros de investigación) trabajen todos juntos en este sentido, quieran de verdad aprender y comprender qué está sucediendo, quizás comencemos a entender por qué a las mujeres occidentales no nos funcionan las tetas (y claro está, nos sentimos mal por ello). 

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