A ratos, cuando la lucidez llama a mi puerta, es cuando paro a pensar y me sorprendo de esta tendencia, de la que en mayor o menor medida todos formamos parte, eso de usar y tirar para sustituir por otro de similares características (poco más y a veces incluso menos) pero evidentemente nuevo, ese consumismo casi compulsivo se puede extender a cualquier parte de nuestro entorno, electrónica, ropa, decoración... poco o nada se salva. A veces hay algo en mal estado y no queremos o ni tan siquiera pensamos en repararlo, quizá mejor no hablar de darle un aire nuevo más acorde a nuestros gustos, que como todo, también cambia con el paso del tiempo o las necesidades que tenemos en ciertas etapas de nuestra vida. Lo cierto es que tirar y pescar algo nuevo es la opción preferida, pero ¿no hay más?
En según qué elemento nos centremos, la opción va diferir. Es común ver, como cuando hablamos de electrónica (tables, pc, Smartphone...) al menos suele venderse el "antiguo"al adquirir el nuevo (que gracias a este impulso de tener siempre lo último, la devaluación suele ser vertiginosa) pero las comillas que he escrito sobre antiguo las he puesto con total consciencia ¿de verdad resulta antiguo? Déjame con mis dudas. No pasa eso en otras cuestiones.
Nos sorprende y nos encanta ver como con materiales que no están concebidos para tales fines se consiguen maravillosos mobiliarios o útiles, pero nos olvidamos de los que ya tenemos en casa, que con un cambio, quizá un poco de masilla y algo de esmalte, simplemente se puede lograr que vuelva a lucir.
No hace mucho, cerca de un contenedor encontré una bicicleta… si, una bicicleta y excepto algún que otro pequeño problema, por lo general, estaba muy bien. Era una bicicleta infantil y comprendo que a un niño se le pueda quedar pequeña ¿pero tirarla?
La avería en cuestión era ¡un pedal roto! Compré una transmisión completa (pedales y platos) no me quedó más opción, no me lo vendían suelto, aunque después me alegré y pillé también un par de posapies. Quité el pedal roto, coloqué el nuevo y el nuevo posapies. Lo cierto es que al colocar el otro, para que fueran los dos iguales, pude ver que la rosca estaba en mal estado y el viejo posapies solo estaba roscado a la mitad, como tenía el kit completo lo cambie todo. Limpiarla un poco, un poco de grasa y cariño, pero mis hijos tienen otra bicicleta para pasear en casa de su abuela.
Como se puede ver, al plato le costó salir incluso usando un extractor.
Como decía, en mayor o en menor medida formamos parte del consumismo en el que nos hemos visto envueltos, pero buscando alternativas conseguimos frenar un poco.
Mi conclusión: por diecisiete euros y treinta minutos de trabajo, en casa hay una nueva bicicleta y bastante decente, que un día alguien consideró que no merecía la pena. Desde aquí le doy las gracias.
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