Tim Winton
Los artículos de Tim Winton en la New York Review of Books, siempre inteligentes, animan a pensar acerca de temas relacionados con los libros y la lectura, algo que como ustedes saben es la especialidad de este blog. (Por si no les suena: Winton es un escritor australiano, autor de veintitantas novelas que ha ganado diversos premios en su país natal y ha sido traducido a muchas lenguas; lamentablemente, su historia editorial en España ha sido en general poco destacable.) El que ha inspirado esta entrada lleva el sugerente título de "Why finish books?" (¿Por qué terminar los libros?), una pregunta que automáticamente induce a quien la lee a elaborar su propia respuesta. Pero, antes de ponernos a elucubrar sobre ello, veamos lo que dice Winton al respecto:
"¿Necesitamos terminarlos? ¿Un buen libro es por definición aquel que conseguimos terminar? ¿O hay ocasiones en que decidimos abandonar el libro antes del final, incluso sólo hacia la mitad, y a pesar de ello encontramos que es bueno, excelente quizás, nos alegramos de haber leído lo que leímos, pero no hemos sentido la necesidad de terminarlo? Hago esta pregunta porque es algo que me sucede cada vez con mayor frecuencia. ¿Es la edad, sabiduría, senilidad? Empiezo un libro. Lo estoy disfrutando mucho, y entonces llega un punto en que siento que ya tengo suficiente. No es que haya dejado de gustarme. No me aburre, ni siquiera creo que sea largo en exceso. Sólo que ya no siento el deseo de seguir disfrutándolo. En ese caso, ¿puedo decir que lo he leído? ¿Puedo recomendárselo a otros y hablar de él como un libro notable?"
Por supuesto, Winton excluye de esta categoría los libros malos. O, mejor dicho, los libros que nos han parecido malos (porque este es un concepto tremendamente subjetivo). Seguir leyendo un libro que nos aburre o nos repele resulta absurdo. Como ya proponía Daniel Pennac en su famoso decálogo, todo lector debería sentirse con derecho a no terminar un libro. Pero Winton va un paso más allá y elabora el porqué de este abandono del libro. Como dice Winton, el final no es siempre lo importante. Algunas novelas que son claramente "de trama", en las que uno saborea el diseño de este tejido literario, resultan estropeadas por un mal final o tal vez es que preferimos construir nosotros el final, temerosos de que el verdadero defraude nuestras expectativas. Por mi parte, son innumerables los casos en que, a llegar a la última página de un libro, me siento defraudada no por el estilo, ni por la historia, sino porque el escritor no ha sido capaz de concluir de una manera satisfactoria todos esos hilos narrativos que tan bien había ido entrelazando. Otras veces, era tan obvio que se nos preparaba una sorpresa final, que he optado por dejarla en el aire. Eso me ocurrió, por ejemplo con El último encuentro (Narrativa)">El último encuentro de Sándor Marai. Simplemente, decidí dar por concluida la lectura dos páginas antes del final. Me veo reflejada en estas palabras de Winton:
"Una vez ha quedado establecida la estructura y la pelota de la narración está en juego, la necesidad de un final es sólo una desafortunada carga, un estorbo, el deplorable cierre de tantas posibilidades."
Nos recuerda asimismo que hay autores, como Beckett o Thomas Bernhard, donde la meta final de la narración no tiene demasiada importancia. De algún modo, ciertas obras casi están invitando al lector a apearse del tren cuando les apetezca.
"Me parece que estos escritores, al sugerir que más allá de cierto punto el libro puede terminar en cualquier lugar, dan legitimidad a la idea de que el lector puede elegir él mismo dónde retirarse, sin desmerecer en nada la experiencia."
Michel de Montaigne
Luego están, añado yo, esos libros que por su densidad requieren una lectura pausada, de esas que se emprenden y se dejan en repetidas ocasiones. Sería el caso de El Danubio (Compactos anagrama)">El Danubio de Claudio Magris o de los Los ensayos: según la edición de 1595 de Marie de Gournay (El Acantilado)">Ensayos de Montaigne. Libros que uno puede estar retomando durante años antes de terminarlos. Y, si no los llega a terminar, tampoco es grave: habrá salido tan enriquecido de la experiencia que no lo echará de menos. En conclusión: no es necesario terminar un libro, sino haber disfrutado con la lectura.