Las teorías de cómo criar a un pequeño son muchas. A veces se contradicen o cambian con el tiempo, te llegan tarde o fuera de contexto. Pero hay una recomendación que no se puede dejar de lado
En el momento en el que definimos casarnos, formar una pareja (o no formarla), empiezan a llegar opiniones sobre cuándo es el mejor momento para tener hijos. Estas son de lo más variadas, se contradicen, llegan fuera de contexto, de tiempo y muchas veces hasta de forma.
Nos dicen frases como “espera todo lo que puedas”, “cuanto antes mejor”, ”que los hermanitos se lleven pocos años”, ”disfruta cada hijo como único el tiempo que puedas” y “lo mejor es tener la parejita”. Lo cómico es que la mitad de los consejos se contradicen con el resto. O sea que para cada consejo donde intentan exigir que hagas algo, habrá otro de igual magnitud que será opuesto. Todos tienen algo que comentar con una supuesta rigurosidad científica. Argumentan que “en Internet hay un estudio que lo valida”.
Los hijos llegan y ahí los consejos se multiplican con palabras como “tan chiquito y lo mandas al jardín”,”no dejes de trabajar”, ”dedícate a tus hijos, no hay nadie mejor para cuidarlos”, ”contrata una niñera”, ”al jardín de niños no lo envíes porque se enferman”, “mándalo ahora mismo, que el chico necesita socializar”. A veces ni tu opinión vale. No importa lo que hagas, a mucha gente le parecerá incorrecto. Eso sí, quizás con sus propias vidas y sus hijos hicieron o harán lo opuesto a lo que te recomiendan.
Lo que a mí más me molesta es cuando me pasan consejos o teorías de maternidad pero mis hijos ya pasaron esas edades y apliqué lo contrario: “si no le das semillas de chía, no va a crecer grande”. Pobres mis chicos, pienso, ya están perdidos. Hice todo mal.
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