Puesto porJCP on Sep 3, 2012 in Autores
Herbert Read nació en una familia de granjeros de Kirbymoorside, pueblo de la zona rural de Yorkshire, el 9 de diciembre de 1893. Fue el mayor de tres hermanos, que pierden a su padre en 1904, tras lo cual Herbert es enviado a Crossley’s School, escuela para huérfanos en Halifax. A los 16 años trabajó como empleado bancario en la cercana Leeds, a cuya Universidad ingresa como estudiante de Economía en 1912. Por esos tiempos ya expresa un ávido interés por la lectura, el socialismo, el arte y la poesía, incluso publicando sus primeros versos. En 1915 forma filas con el ejército británico que se bate en Francia y Bélgica durante la 1ª Guerra Mundial, donde muere uno de sus hermanos. Alcanza el grado de Capitán y su desempeño le hace merecedor de la Military Cross y la Distinguished Service Order. En 1919 contrae matrimonio con Evelyn Ross e ingresa al Civil Service (administración pública del Reino) como empleado del Tesoro. Ese año se edita su primer libro, Naked Warriors, una colección de poesías que expone su íntima vivencia de la ordalía bélica.
En 1922 va a laborar en el Victoria and Albert Museum, donde se especializa en curaduría de vitrales y cerámica, adquiere reputación gracias a sus primeros trabajos como experto en arte y trabaja a tiempo completo hasta 1931. Por entonces, sus escritos sobre tópicos literarios y artísticos le van ganando nombradía en el medio cultural londinense, consolidada tras la publicación de obras como Reason and Romanticism –el primero de sus textos de crítica literaria– y The Meaning of the Art –libro fundamental en la exposición de sus concepciones estéticas-. Recibe un Doctorado Honorario de su Alma Mater en 1932, además de cumplir funciones como docente de Bellas Artes en las Universidades de Edimburgo (1931-33), Liverpool (1935-36) y Londres (1940-42). Aparte de los compromisos académicos, Read se ocupa en la década de 1930 con múltiples actividades: de 1933 a 1939 es Editor del “Burlington Magazine”, publicación de primera línea en la escena cultural inglesa; publica su única novela: The Green Child, relato alegórico y fantástico de excelente factura; tiene hondos vínculos con los nuevos talentos del arte británico, entre los que destacan Henry Moore, Ben Nicholson y Barbara Heptworth; promueve el contacto con las tendencias plásticas de avanzada, por ejemplo a través de la organización de la Exhibición Surrealista de Londres en 1936; así mismo continúa con su producción escrita como crítico, como poeta y publica ensayos filosófico-políticos de corte decididamente anarquista, faceta polémica que parece haber sido decisiva en el veto en 1939 a su designación como Director del primer museo de arte moderno en Gran Bretaña. En 1936 se divorcia para casarse con Margaret Ludwig. De sus dos matrimonios hay 5 hijos, incluyendo al conocido novelista Piers Paul Read, quien ideológicamente resultará lejano a las audacias libertarias de su padre.
En las décadas siguientes, fue un participante de primera línea en el panorama cultural ya no sólo inglés sino internacional. En 1943 se edita su Education through Art, tal vez su obra más influyente si consideramos las traducciones, reediciones y citas que de ella se han hecho. Por lo demás, su pluma siguió siendo muy prolífica, diversa en temas y estimada por los lectores anglosajones, de tal manera que a mediados de siglo se le consideraba a la par de T.S. Elliot y George Orwell. En 1947, junto con Roland Penrose funda el Instituto de Artes Contemporáneas de Londres, de señalada importancia en la evolución artística británica. En 1953, en reconocimiento oficial a su destacada trayectoria, recibe de manos de la Reina el título de “Sir”; tal hecho le trajo agrias polémicas con los medios anarquistas y radicales donde se le había tenido en tanta estima, aún cuando se ha señalado repetidamente que en esa decisión fueron determinantes las presiones de su esposa y otros familiares. Entre 1953 y 1954 va a los Estados Unidos, invitado como Lecturer a la Universidad de Harvard y a la Galería Nacional de Arte en Washington. Al retornar a su país, vive en Stonegrave, cerca de su pueblo natal, y desde allí (o a través de algunos viajes, que incluso lo trajeron a América Latina) mantiene presencia destacada en el mundo cultural, hasta fallecer de un ataque cardíaco en su residencia el 12 de junio de 1968, a los 74 años de edad. Según “The Anarchist Enciclopedia”, la obra que dejó es de unos 1.150 títulos, entre los cuales 80 tienen una dimensión al menos monográfica, distribuyéndose estos según el tema en: 26 trabajos sobre arte o artistas; 14 de crítica literaria; 13 compilaciones de poesía propia; 10 obras de política, principalmente sobre anarquismo; 7 textos de prosa y biografía; 5 referidos a educación; y 5 ensayos autobiográficos. Lo principal de ese acervo sigue conservando su vigencia a través de los años, prueba de lo cual son las reimpresiones o nuevas ediciones de obras de Read en diversos idiomas, el sostenido interés en investigar sobre sus trabajos y/o inspirándose en sus propuestas, y la realización de eventos como la “Herbert Read Conference”, celebrada en la galería Tate Britain de Londres en junio de 2004.
El Read anarquista comenzó a germinar en juveniles lecturas de Proudhon, Tolstoi y Kropotkin, pero principalmente al contacto con la fértil tradición libertaria inglesa que encontró en Noticias de Ninguna Parte de William Morris (1834-1896), El Alma del hombre bajo el Socialismo de Oscar Wilde (1854-1900), y en especial el poco recordado Non Governmental Society de Edward Carpenter (1844-1929). Estos autores le hicieron conocer agudas críticas al torvo capitalismo de su tiempo unidas a propuestas para un socialismo de escala humana, que calaron en su mentalidad sensible, individualista y de origen rural. Sin embargo, el deslumbrante fogonazo de la Revolución Rusa hará que, como tantos otros, deje en suspenso su ruta hacia el anarquismo durante la década de 1920. Ello se percibe en sus escritos de entonces, a pesar de lo cual supo evitar perderse en los andurriales del realismo socialista que empezaba a imponerse como brújula intelectual para la izquierda ilustrada.
A contramarcha de la tónica en la escena cultural inglesa de entonces, Herbert Read retoma su rumbo dentro del ideal libertario en hitos que se evidencian en algunos de sus textos: Art and Society en 1937; los ensayos Poesía y Anarquismo [1938] y La Filosofía del Anarquismo [1940], incluidos esta edición; el imprescindible Al Diablo con la Cultura [1941]; y el ya mencionado Education through Art de 1943. Luego perseveraría en la producción de trabajos importantes para el desarrollo y la actualización de la filosofía del anarquismo (entre otros: The Politics of the Unpolitical [1953], The Redemption of the Robot: My Encounter with Education Through Art [1966], Arte y Alienación: el Rol del Artista en la Sociedad [1967], y esta colección de ensayos: Anarquía y Orden, cuya primera edición fue en 1945, agregándose otros textos en 1954), precisamente en el momento en que más alto se proclamaba la pretendida supremacía del marxismo como única teoría posible para la revolución socialista.
Si bien la filiación ácrata de Read se expresó primordialmente a través de la elaboración teórica, a partir de la década de 1930 mantuvo cercana relación con grupos y activistas libertarios, fuese como orador y conferencista o colaborando repetida y desinteresadamente con publicaciones periódicas e iniciativas editoriales anarquistas en muchos lugares, como por ejemplo el grupo editor de la histórica “Freedom” de Londres, o con los exiliados ibéricos en México y su “Tierra y Libertad”. Esos contactos temporalmente se enfriaron un tanto a raíz del incidente del título nobiliario, más nunca cesaron, pues salvo esa caso el itinerario vital de Herbert Read siempre fue consecuente con sus ideas, lo que por ejemplo lo llevó a ser entre 1944 y 1949 animador del Freedom Defence Committee, donde junto a gente como B. Russell, G. Orwell, G. Woodcock, H. Moore y B. Britten impulsa una iniciativa de solidaridad con los perseguidos por cualquier clase de totalitarismo, incluyendo a anarquistas y otras víctimas del stalinismo entonces dominante en Europa del Este. Los postillones de Moscú no podían dejar sin castigo tan intolerable expresión cismática, de manera que empezaron a rodar la canallesca imputación de presentar al Freedom Defence Committee como obediente secuaz del imperialismo yanki y su espionaje. Lo absurdo es que tal calumnia aún encuentre hoy quien la sostenga y propague, en versiones algo más sibilinas o sinuosas, como es el caso de la revista chilena Punto Final Nº 556: “Intelectuales al servicio de la C.I.A.”.
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Extracto del libro “Anarquía y Orden“, de Herbert Read
La política realista, esa (que raramente se eleva del nivel del oportunismo a la condición de creencias) es el procedimiento recomendado cotidianamente por los políticos profesionales, diplomáticos, estadistas, periodistas, y complacientemente aceptado por el común de los ciudadanos. Abarca el mantenimiento por la fuerza armada de un “equilibrio de fuerzas”( en el mundo y dentro del estado); la tolerancia o sostenimiento de un sistema monetario de concepción medieval en su origen y hoy de bárbara ineficacia, que divide al mundo en cánones de valor mutuamente antagónicos; que considera al dinero como cosa en sí misma más que como medio de cambio carente de valor; que crea mediante la usura y la renta deudas de volumen incalculable, que directa o indirectamente esclavizan a toda la humanidad, y que perpetúa en general sistemas de educación, convenciones sociales e instituciones del trabajo que destruyen toda vitalidad y felicidad. En otras palabras, la política realista perpetúa las condiciones contra las cuales los hombres sensatos deben revelarse a menudo.
Comúnmente se considera la democracia parlamentaria como la principal conquista de esta política. Es un sistema de gobierno que da el poder absoluto a la mayoría del pueblo. Dado que tal mayoría, como lo revela inmediatamente cualquier test de inteligencia, es inevitablemente ignorante, será simple casualidad que eleve al poder a delegados de una inteligencia más que mediana. La inteligencia, en tal sistema, es siempre sospechosa, y ,como lo señala Bagehot, queda mucho que decir en cuanto al reino de la estupidez, la situación es aún evidentemente absurda.
La expansión de la política autoritaria débese a una comprensión de esta absurdidad: es un intento de reemplazar el dominio de una mayoría ignorante por el de una élite inteligente; pero por desdicha, el único juez de la inteligencia de la élite es ésta misma.
Una élite como la concebida por Platón para su República, compuesta por filósofos políticos de elevada preparación, sería una composición racional; las élites modernas, que tienden a reclutarse entre diversos tipos de psicópatas, ilustran de manera decisiva sobre el absurdo de las políticas realistas.
El anhelo de ser útil a los semejantes carece prácticamente de toda eficacia frente a la psicopática voluntad de poder.