Revista Cultura y Ocio
Por Eloy González
En el primer mes de la Guerra Civil Española se produjo aquí en nuestra ciudad de Gijón, un hecho conocido por los iniciados en el tema pero desconocido por el gran público. El 21 de agosto de 1936 el ejército republicano, compuesto principalmente por milicianos cenetistas, socialistas, comunistas y mineros cargados de dinamita de las cuencas del carbón, aniquiló completamente a la guarnición de militares que se levantó en armas el 18 de julio con el coronel Antonio Pinilla a la cabeza. Demolieron a golpe de cañón y fusilería el cuartel adonde habían tenido que regresar a la carrera perseguidos por las milicias republicanas armadas días antes. Los sublevados habían resistido un mes entero.
El episodio se conoció a partir de entonces como “el asalto al cuartel de Simancas de Gijón” y, valga mencionarlo también, por el famoso mensaje desesperado que Pinilla mandó al crucero nacional “Almirante Cervera” que esperaba acontecimientos en la bahía gijonesa: "El enemigo está dentro, disparad sobre nosotros".
El impactante mensaje en los últimos momentos del asalto, cuando los atacantes por decenas hacían una matanza generalizada, está totalmente documentado por los protagonistas que lo recibieron en el barco. El bando contrario siempre lo puso en duda al considerarlo un mero slogan de propaganda franquista. El incrédulo crucero acertó a responder: "Recibido despacho. Démelo cifrado", a lo que el Simancas respondió: "no hay tiempo de cifrar". Fue su último mensaje.
El bando franquista silenció el hecho de la caída del Simancas inmediatamente. Constituía uno de los primeros fracasos del golpe militar y no interesaba deprimir la moral del combatiente franquista. Lo contrario de lo sucedido en el Alcázar de Toledo por ejemplo. Al salir victoriosos los sitiados, la propaganda franquista elevó a los altares la resistencia del coronel Moscardó publicitándolo a los 4 vientos.
En Gijón por el contrario, repito, la cosa no salió bien. Sucumbieron no uno, sino dos cuarteles: el de Zapadores en el barrio de El Coto (desde donde empiezo estas líneas curiosamente, convertido hoy en día en un centro cívico municipal) y el del Regimiento de Montaña nº 40 de Simancas, en el antiguo colegio de los jesuitas, desalojado por un gobierno de Azaña que disolvió la orden en 1932.
Conocido el alzamiento militar en Marruecos, las dos guarniciones se desplegaron con dos días de retraso por la ciudad para declarar el estado de guerra. Algún oficial y parte de la tropa no se sumó al golpe y rehusaron obedecer a Pinilla. Finalmente las compañías y pelotones que salieron hacia el centro de la ciudad se vieron detenidas en seco por el empuje miliciano de fusilería y bombas de mano. Los leales a la República fuertemente ideologizados y preparados ante la inminencia del golpe, obligaron a los alzados a volver apresuradamente a sus cuarteles ni 24 horas después de su despliegue.
Los dos cuarteles quedaron totalmente cercados en ese momento sin posibilidad alguna de recibir refuerzos de tropa del exterior. En Asturias solo Oviedo se sumó a la insurrección militar y quedó exactamente igual que los cuarteles de Gijón: cercados. El cuartel de Zapadores de El Coto colapsó el 16 de agosto y como decíamos, el Simancas lo hizo el 21.
Al terminar la guerra en 1939, entre la ruinas del cuartel de Simancas, se recordó la memoria de aquellos apenas 400 militares que murieron ya en el cuartel mismo o los prisioneros que serían fusilados días más tarde. Consiguieron ellos solos mantener un mes entero a miles de milicianos empantanados en los barrios altos de Gijón, evitando que engrosaran el llamado Cerco de Oviedo.
Indalecio Prieto, que volvió a ser ministro de la República a los pocos días del suceso, al enterarse de la caída del Simancas, manifestó: “No digo que se han rendido porque, según mis informes, no ha habido tal rendición (…) murieron matando. Descubrámonos respetuosamente ante sus cadáveres”. El propio general Franco, en dicho acto de 1939, dio un sentido discurso con las palabras "muriendo se vence" y acuñó la frase "Héroes del Simancas".
Lo ocurrido en la ciudad de uno impresiona más aun. Cuando lees literatura al respecto, cuando te mencionan nombres de calles, de bares, de plazas, de parques o jardines que puedes visitar 80 años después, te acerca más aun a los protagonistas de la historia.
En mi caso particular, se dio la circunstancia de que asistí a un colegio llamado precisamente "Héroes del Simancas", algo más céntrico que el cuartel. Viví ahí toda la EGB y el tardofranquismo (la muerte de Franco o el 23-F por poner dos ejemplos). Ningún niño sabía quién demonios eran esos héroes, ni Simancas ni nada de nada. Nadie lo preguntaba, ni ningún profesor lo explicaba. Era nuestro colegio, el Simancas, y punto. Solo nos fastidiaba el hecho de que no fuera mixto. Chicos en unas clases y chicas en otras. El director de entonces se negaba fervientemente a juntarnos. Decía: "este colegio no se convertirá en sodoma y gomorra con el mixto.
Por encima de mi cadáver". Textual. El colegio cambió de nombre hace ya algunos años. Pero volviendo al tema, no quisiera glorificar a unos ni satanizar a otros, ni al revés. El contexto de la guerra del 36 es lejano (aunque ahora mismo nos parezca cada vez más cercano). La guerra civil es lo peor que le puede pasar a una nación, en este caso la nuestra, porque las consecuencias tardan muchas décadas, siglos si me apuran, en olvidarse.
Nuestra guerra fue cosa de malos contra malos. Ninguno era democrático. Ninguno era razonable porque entre otras cosas, en los años 30 era muy difícil razonar. Todos se equivocaban y de qué manera. Los movimientos totalitarios, marxismo y fascismo, iniciaban su camino y para muchos constituían una oportunidad de futuro. Ahora en 2018 toca pasar esa página, darla por amortizada, aunque el régimen salido del 11-M siga con su erre que erre guerracivilista.
Nos podemos preguntar por las motivaciones de aquella gente, de los sitiados y de los sitiadores también, de luchar hasta el final siguiendo sus ideales. En realidad, todos eran españoles y este hecho cambia mucho las cosas. Seguro que me he cruzado con algún descendiente de algún protagonista de esta historia.
Mi pensamiento a la hora de escribir estas líneas, quiero resaltar, va realmente por esos héroes de los dos bandos. Cualquiera de nosotros podría serlo sin pretenderlo si las circunstancias lo requieren. Un héroe o un cobarde, vaya ud. a saber, qué haríamos en ese momento.
Aunque nada mejor para cerrar este escrito que la definición de héroe que dio el futbolista Emilio Butragueño hace unos 25 años, conocido también por sus obras completas de ensayos filosóficos de altura aristotélica o de botánica de Linneo, cuando dijo "un héroe es alguien que hace lo que no hace nadie en un momento dado". Otro héroe.