Los últimos días han sido tristes para el periodismo jalisciense, pues en apenas dos semanas fallecieron tres excelentes colegas y amigos como lo fueron Memo García, Ernesto Zenteno Covarrubias y Sergio Ignacio Martínez. Sin embargo, la vida sigue y hemos de seguirla en el oficio que escogimos, hasta que Dios nos llame también a nosotros.
Hoy quiero dar seguimiento a mi columna anterior titulada “Inútil cambiar nombres de pueblos”, porque la historia ha demostrado que es innecesario cambiar esos nombres, pues la gente continúa llamándoles igual que siempre, haciendo caso omiso de decretos que sólo sirvieron en su momento a políticos oportunistas.
La gente rechaza que les cambien de nombre a sus pueblos, pero además no muestra interés por los agregados con que políticos y clérigos han querido honrar a los héroes y a los santos. La historia muestra que tanto unos como otros no han logrado “pegar” en el ánimo popular, ya que la gente sigue llamando a sus comunidades con su nombre original, sin agregado alguno. Van unos cuantos ejemplos de Jalisco, sin mencionar los del país que suman miles.
Santos desairados
Entre los santos desairados en este sentido figura nada menos que San Pedro, empezando por la vecina población de Tlaquepaque, cuyo nombre oficial es San Pedro Tlaquepaque, pero que todo el mundo llama simplemente Tlaquepaque.
Y volteando al Norte, tenemos a Colotlán, que en su fundación española fue llamado San Luis Obispo de Colotlán, pero que a la fecha es sólo Colotlán, lo mismo que Temastián del Espíritu Santo (mi tierra), que se quedó simplemente como Temastián, y además San Diego de Huejuquilla, que hoy es llamado sencillamente Huejuquilla.
Puedo mencionar muchos pueblos más con agregados de santos que no han “pegado” en la cultura popular, pasando por otros que se antojan raros como San Ignacio Cerro Gordo, en Los altos, y hasta en cierta forma irrespetuosos como San José de las Burras, en el municipio de San Gabriel.
A los héroes no les va mejor
En este sentido, tampoco a los héroes les va bien, pues tenemos a un lado de Guadalajara a Tlajomulco de Zúñiga (en honor al general revolucionario Eugenio Zúñiga), hoy llamado generalmemte Tlajomulco, o a Tepatitlán de Morelos (que recuerda al gran insurgente) conocido sólo como Tepatitlán y más popularmente como “Tepa”.
Y por el mismo rumbo, está Cañadas de Obregón (en honor al distinguido caudillo sonorense), que la gente sigue llamando sencillamente Cañadas.
En uno de los peores casos figura Ahualulco de Mercado (llamado así en honor del distinguido cura José María Mercado), cuyo apellido no sólo omite la gente, sino que suele pronunciarlo de mala manera diciendo “Ahualulco del Mercado”, lo que resulta hasta ofensivo para el ilustre insurgente.
Conclusión
Entre errores de políticos y desaires de la gente no gana uno para vergüenzas. Mejor es dejar los nombres de nuestros pueblos como siempre fueron, de acuerdo con su significado original. En esto, nuestros antepasados indígenas nos enseñaron bastante. Aprendamos de ellos.
Artículo publicado por el semanario Conciencia Pública en su edición del lunes 5 de marzo de 2018.
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