HÉROES Y VILLANOS
Publicado en Levante 12 de mayo de 2013
Está harto. Lleva varios años con una pequeña empresa y ha tenido que despedir a la mitad de sus trabajadores. Mi amigo me confía, con cierta resignación, la falta de ayuda: se encuentra más solo que la una, teniendo que abordar dificultades espinosas: cobros que no consigue, pagos que necesariamente ha de realizar, abonos de nóminas para que los trabajadores puedan comer… Como muchos pequeños empresarios hoy y ahora; como muchos autónomos…
Son tiempos duros. A pesar de que hayamos alcanzado un nivel de vida aceptable, puede que, poco a poco, se nos puede ir desintegrando, sin darnos cuenta: entre todos la mataron y ella sola se murió. Mi amigo tiene valor, coraje, y, sobre todo, buen ánimo. Por eso no ha arrojado la toalla. Pelea con denuedo.De héroes y villanos. Los tiempos recios son eso. Algunos dan la cara, se asoman al abismo y miran de frente, tratan de salvar los muebles. Tienen clara conciencia de que ahora toca sacar al país adelante, porque se trata de familias concretas, rostros amigos; no utopías o Alicia en el país de las maravillas. No se arredran, aunque sufran. Saben aguantar sin poner más límite que el de tratar de enderezar el balance aunque les vaya en ello la ruina. Ciertamente, el héroe es capaz de resurgir de las cenizas como el ave Fénix. Y vuelve a intentarlo. No son muchos los que arriesgan, pues el “dinero es miedoso” y se refugia en puerto seguro cuando la mar está brava. Tampoco son abundantes los iniciadores: la aspiración del español medio es llegar a ser funcionario. Sin desdén para los funcionarios, una labor necesaria y meritoria, deja mucho que desear de la capacidad de innovación y riesgo. Pero los emprendedores nacieron para navegar en mares procelosos, con la vista puesta en nuevos territorios aún por alcanzar. Tienen un horizonte que sólo los héroes son capaces de avistar.
Los pobres villanos, son eso: pobres. Quizá posean un paraíso fiscal en donde recalar tranquilamente; pero en el fondo son cobardes y profundamente insolidarios. Desean atar su futuro. Desconocen que no hay futuro sin inseguridad: porque el futuro es indesfuturizable; y en la barca de la sociedad andamos todos juntos, y juntos nos salvamos o juntos perecemos. Por otro lado, los sudarios no tienen bolsillos, como le recordaba su abuela al papa reinante.
Los valientes, los héroes, no son los de las películas americanas. Tampoco los villanos son los de las películas españolas, que más bien vienen a ser automarginados que producen conmiseración. La vida real va por otro lado: por el de los que creen a pies juntillas el dicho popular “A Dios rogando y con el mazo dando”. Aunque mi amigo no sea creyente, yo sé que mira cada mañana al cielo. Y no se amilana. Más que nunca, este país, los necesita.