Las orientaciones políticas en la América actual se entienden mejor como narrativas de recaudación de fondos.
La política democrática propiamente dicha -la pugna por el poder soberano entre organizaciones o individuos con un apoyo masivo, que se decide contando cabezas- está básicamente muerta. En el actual régimen estadounidense, a los políticos, pro-régimen o anti-régimen, sólo se les concede un pequeño goteo de poder discrecional que se restringe más y más cada año, haciendo que la elección sea más y más paródica. Una vez que este poder llegue a cero, y los políticos sean tan simbólicos como los antiguos monarcas hereditarios, la evolución habrá terminado. El Estado se habrá convertido en una oligarquía pura y dura, gobernada por instituciones "independientes". ("Independientes", en este contexto, significa "que no rinden cuentas", que están a resguardo de las elecciones).
Pero que la política democrática no sea real -o, astutamente, sea apenas real- no significa que el espectáculo no pueda continuar. Por ejemplo: si fuese real, ¿ tendría uno que recaudar dinero para ello? El relato va solo. El relato puede continuar eternamente, como una telenovela. El objetivo de recaudar dinero es fingir que uno es real... idealmente, convertirse en real. En este caso...
Y la recaudación de fondos es un gran arte, uno de los más grandes. Quizá el más grande. Una cosa que he aprendido en mi medio siglo es: nunca minusvalores a un gran recaudador de fondos. El siglo XX es una gran época para la recaudación de fondos -como la Florencia de Miguel Ángel, pero para la recaudación de fondos- y hay excelentes consejos por todas partes. Aquí está el mío.
La recaudación de fondos no es un arte oscuro. Es un arte luminoso. Y conduce a un corazón luminoso. Recaudar fondos es la generación conversacional de un estado de ánimo generoso y optimista. Cuando una recaudación tiene éxito, el recaudador se siente... aliviado. Cuando una recaudación tiene éxito, el donante o inversor se siente... feliz, esperanzado y eufórico.
Leamos los grandes relatos de nuestro tiempo con simpatía y amor, como las asombrosas obras de arte colectivas que son. Estas catedrales de la propaganda, como las catedrales de verdad, nunca podrían haberse construido de golpe. Las narrativas y las líneas de partido han evolucionado a lo largo de décadas e incluso siglos. Y, sin embargo, siguen en pie y funcionando, y cada domingo las masas siguen acudiendo a sus respectivas iglesias políticas.
¿Y por qué, en una época en la que la política no es real? ¿Por qué alguien cree o se preocupa? Empezar con una actitud de respeto, no de desprecio, nos ayuda a descifrar el misterio de la propaganda.
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Origen: ideas.gaceta.es