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Especial. Cobertura DerHumALC 2012
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El relato de la creación según el mencionado libro sagrado, el testimonio de los protagonistas y las imágenes de una naturaleza en parte preservada, en parte arrasada son los componentes esenciales de este largometraje cuyo llamado de atención ecológico, político, cultural, social, histórico evoca -sin proponérselo, obviamente- el trabajo de Eugenio Raúl Zaffaroni en La Pachamama y el humano y por lo tanto supera la crítica de ONGs pretendidamente apolíticas como Greenpeace.
Pasaron más de cinco siglos desde 1492, y los pueblos originarios siguen sufriendo las consecuencias de aquel desembarco. Los herederos del poder que financió la exploración y explotación de un nuevo mundo siguen corriendo, cuando no matando, a los dueños legítimos de las tierras expropiadas.
Las empresas multinacionales, los Estados nacionales complacientes y una sociedad de consumo cada vez más demandante aparecen como los agentes principales de una conquista prolongada que nos conduce a la autodestrucción. No al fin del mundo apocalíptico que suele imaginar Hollywood, sino a una “limpieza” que nos barrerá sólo a nosotros, “hombres de maíz” que tiempo atrás sucedimos a nuestros ancestros “de madera”.
Corazón del cielo, corazón de la tierra nos acerca a una espiritualidad vinculada con la naturaleza y con los dioses que de vez en cuando bajan en forma de niebla para besar la tierra y recordarnos cuánto influyen en nuestro mundo. Según el Popol-Vuh, los seres humanos fuimos concebidos con un velo en los ojos que nos impide ver a distancia, o más allá de lo evidente. Con su documental, Black y Sandig nos lo sueltan un poco.