Saul Bellow (1915-2005) y carátula de 'Herzog'.
Una recomendación inesperada me hace desempolvar el tomito azul de la biblioteca: arrumado por años, con un título aséptico, extraño, y que pese al prestigio del Premio Nobel obtenido en 1976 por su autor, había permanecido agazapado. Ahí estaba: aguardando el momento de lo inesperado -como todos en la existencia-. Y el momento había llegado.
La novela, aparecida en 1964, es la historia de Moses E. Herzog, un judío americano en su quinta década de vida y en la América de los años sesenta, profesor de filosofía y humanidades, sobreviviendo a su segundo divorcio (su mejor amigo le birló la esposa) y dedicado a escribir cartas a sus amigos, a conocidos, a no conocidos y hasta a líderes mundiales, pero que nunca envía, mientras rumia múltiples escrúpulos, hilvana pensamientos ucrónicos, se embarca en inexpugnables circunloquios.
La lectura de 'Herzog' ha sido un feliz hallazgo novelístico por la descripción magistral de un hombre que arrastra su desventura y su fracaso, su cobardía y su displicencia, a la manera de aquellas depresiones noógenas (depresiones por falta de sentido vital) de las que hablaba Víctor Frankl. Un libro recomendable e inteligente y que me ha hecho resaltar ciertas frases al vuelo, aquí transcritas:
- "No ha sido esa larga enfermedad -mi vida- sino esa larga convalecencia, también mi vida..."
- "Todo hombre nace para ser huérfano y para dejar huérfanos después de su muerte."
- "La penosa satisfacción de la prudencia..."
- "La pena, Señor, es una especie de pereza."
-"Mi corazón torturado no me impresiona ya gran cosa. Esas lamentaciones empiezan a parecerme una pérdida de tiempo."
- "...el escepticismo exagerado de un hombre cuyo deseo de creer era profundo y desesperado."
-"En toda comunidad hay una clase de gente profundamente peligrosa para los demás (...) Me refiero a los dirigentes, a los jefes. Porque, invariablemente, la gente más peligrosa es la que trata de tener el poder en sus manos."
- "Una de las rarezas de la soledad es ponerse a bailar y a cantar de pronto y hacer cosas por el estilo."
- "(...) los depresivos nunca renuncian a la infancia, ni siquiera a las penas y a los dolores de ésta."
Avanzando la novela (las bases autobiográficas son certeras pues Saul Bellow también era judío, nacido en Canadá, formado en humanidades y se divorció varias veces) se vislumbra una alternativa escogida por el protagonista:
-"Tengo que luchar por mi vida ya que ésta es la condición principal para tener derecho a ella."
Sugestiva carátula de Herzog (Penguin Classics)
Afortunadamente, he reservado el final de la novela pues me hallo paladeando lentamente cada párrafo. Dudas acosan como siempre al héroe, el final escamotea atisbos de previsibilidad, una frase desconcertante asoma en una encrucijada narrativa:
-"Un asesinato pensado al día le libra a uno del psiquiatra."
Nada está dicho todavía, pero lo ya leído suficiente es para que Herzog sea una novela valiosa e inolvidable.
Enlaces:
- La recomendación que me condujo a Herzog: Reading your way out of depression, por Wayne Gooderham en The Guardian.
- Herzog, de Saul Bellow (Descarga desde Biblioteca Ignoria).