Cuentan que, durante la fiebre del petróleo en Estados Unidos, se pasó de extraer un barril de crudo diario en 1860 a 100 barriles diarios veinte años más tarde. En esas dos décadas, la población de las ciudades cercanas a zonas petrolíferas se multiplicaba por 40 cada cinco años, y la economía florecía imparable, cambiando el nombre del petróleo de "aceite de piedra", por "oro negro". La historia del petróleo como vector energético tiene similitudes con la del hidrógeno verde: ambos se empleaban previamente en otros usos (el petróleo era usado como aceite medicinal o para iluminación y el hidrógeno como un producto industrial), ambos se plantean como una alternativa al paradigma energético existente, ambos revolucionan globalmente el mundo de la energía en todos sus sectores y ambos traen un crecimiento económico exponencial.
Se espera que para 2050, el sector del hidrógeno emplee a más de 30 millones de personas en el mundo
Sin embargo, también presentan diferencias notables. El hidrógeno verde puede ser producido de una manera distribuida, en casi cualquier parte del mundo, a partir de recursos locales y renovables; y, como vector energético, no contamina ni al ser producido ni al ser utilizado en su transformación en calor o electricidad. Así, el hidrógeno verde es la respuesta a la demanda actual de descarbonización, permitiéndonos reducir a cero las emisiones de CO 2 en el sector del transporte, industrial, residencial y energético. Nos hallamos, sin duda, ante una revolución energética, una oportunidad como la que teníamos hace 160 años de cambiar el modelo energético, esta vez, hacia uno sostenible.
Pero volvamos al aspecto de inversión y crecimiento. Así como la fiebre del petróleo desató una oleada de inversiones y crecimiento, exactamente lo mismo está sucediendo con el hidrógeno verde: más de 30 países han publicado ya una estrategia clara sobre la incorporación del hidrógeno en su cartera energética (en el caso de Europa, la Estrategia Europea del Hidrógeno publicada en julio de 2020; y en el de España, la Hoja de Ruta del Hidrógeno Renovable, editada en octubre del mismo año). Mientras que las inversiones anunciadas de los gobiernos suman más de 70.000 millones de dólares (1.555 millones de euros en el caso de España), las de las empresas superan los 300.000 millones anunciados (más de 10.000 millones de Euros en nuestro país), por lo que el entorno indica un despegue del sector en la próxima década. Todo ello multiplicará por 400 la capacidad de producción de hidrógeno renovable en Europa para 2030, disminuyendo el coste de este combustible alternativo en más de un 60% y haciéndolo penetrar con fuerza en nuestro día a día.
Y esta oportunidad económica va a afectar, sin duda alguna, al sector del empleo. Se espera que para 2050, el sector del hidrógeno contrate a más de 30 millones de personas en el mundo, algo comparable con lo que, emplea el sector del Oil & Gas en la actualidad (una comparación razonable, si se considera que se sustituirá un sector por otro). Y hablamos de empleo local y de calidad, que va a requerir, sin duda alguna, los adecuados planes y centros de formación que eduquen a una población (cada vez más comprometida con el medio ambiente) en los beneficios y las tecnologías del hidrógeno. No hay más que ver a las universidades y centros de formación alineándose en ese sentido.
El hidrógeno verde se perfila como una herramienta de crecimiento para todos los países (de hecho, hay estrategias e iniciativas distribuidas por los siete continentes), que les dotará de un combustible alternativo, de una herramienta de descarbonización fiable y económica, potenciadora de los recursos y empleos locales, y alineada con los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.
Javier Brey es presidente de la Asociación Española del Hidrógeno.La entrada Hidrógeno verde: una apuesta de futuro se publicó primero en Ethic.