Vista del Théâtre Royal, sede principal de Higher Atlas, Bienal de Marrakech 2012. Foto: Camilayelarte
Me interesaba ver de primera mano cómo un formato originalmente occidental, la bienal, se adapta en un contexto como el de Marrakech donde las infraestructuras dedicadas al arte contemporáneo son escasas y se limitan en muchos casos a la iniciativa privada, de hecho la misma Bienal es una iniciativa privada que no cuenta con ayuda estatal de ningún tipo y no nace por voluntad de los agentes culturales de la ciudad. En un contexto como éste es fácil que un evento del tipo pueda leerse como una ocupación occidental (una nueva forma ded colonialismo) o peor aún, como herramienta para encarnar el imaginario europeo de lo oriental.
Vista del interior del Théâtre Royal, sede principal de Higher Atlas, Bienal de Marrakech 2012. Foto: Camilayelarte
Jüergen Mayer H, Satellight, 2012. Foto: Camilayelarte
Faouzi Laatiris, Rosace Nº 2, 2012. Foto: Camilayelarte
Ethan Hayes-Chute, Built-Up Site/Settled Down, 2012. Foto: Camilayelarte
La gestación de la exposición ha sido un poco accidentada, factor que no le quita sino le añade significado. Organizar una exposición en Marrakech comporta enfrentarse a situaciones distintas de las que puedes encontrarte en Suiza y ello debe por fuerza incidir en el discurso de la misma. En un principio, los artistas de Higher Atlas fueron invitados a desarrollar una obra site specific, siendo el site el antiguo Palacio El Badi. Por cuestiones políticas y administrativas finalmente las autoridades denegaron el permiso para usar dicho espacio, obligando a comisarios y artistas a readapatarse a otro. Sin el site ¿qué discurso sobre lo specific se puede defender? Como comentan Chan y Samman, el site en Higher Atlas no es el espacio arquitectónico, sino por motivos de fuerza mayor su contexto, Marrakech.Sinta Werner, The Problem of Translation, 2012. Foto: Camilayelarte
Sinta Werner y Alex Schweder La & Khadija Carroll La, The Rise and Fall, 2012. Foto: Camilayelarte
Sinta Werner y Alex Schweder La & Khadija Carroll La, The Rise and Fall, 2012. Foto: Camilayelarte
Alex Schweder La & Khadija Carroll La, The Rise and Fall, 2012. Foto: Camilayelarte
¿Pero cuál es ese contexto? Destino por antonomasia de la Europa con ganas de exotismo, la ciudad es emblema de una larga tradición artesanal: pieles, lanas, cerámica, hierro... perderse en la Medina es un poco adentrarse en lo que un día debieron ser las ciudades de la Edad Media, con su organización por gremios, así que tratar de hacer presente esta característica en un discurso sobre arte contemporáneo (sin patinar en el intento) no es tarea fácil. Lo han conseguido, algunos con guiños más directos que otros, produciendo la obra en el propio Marrakech, con la intervención de distintos agentes de la escena artística de la ciudad.
Andrew Ranville, Seven Summits, 2011-2012. Foto: Camilayelarte
Andrew Ranville, Seven Summits, 2011-2012 y el Atlas al fondo Foto: Camilayelarte
Si la producción y gestación de Higher Atlas ha estado condicionada y modificada por su contexto específico, no menos condicionada está la visita del que decide viajar una vez pasada la tormenta, es decir, cuando la exposición libre de la atención de los días que dura la Bienal, pasa a ser absorbida por la dinámica de la propia ciudad. Por querer tantear el terreno decidí llegar al Théâtre Royal, espacio principal de la exposición, así como al resto de sedes donde se desarrolla Higher Atlas, cogiendo el autobús y preguntando a la gente de la ciudad por el evento. Debo decir que por un momento llegué a dudar de la existencia de este teatro inacabado de interiores fantasmagóricos e incluso de que tal Bienal hubiese tenido lugar. Esto pasa en Estambul y a lo mejor también en Barcelona si uno pregunta por el MACBA, pero en una ciudad como Marrakech se acentúa todavía más, llegándose uno a plantear para qué y para quién esta hecha esta exposición, si ni siquiera el señor que trabaja en Bank Al Mahgrib, uno de los espacios expositivos, tiene idea de que allí se esté exponiendo nada. La sensación general es que Higher Atlas corre una existencia paralela, en otra dimensión distinta de la del resto de la ciudad.
Hadley+Maxwell, Skies of the Heart, 2012. Foto: Camilayelarte
Joe Clark, Deep Space, 2012. Foto: Camilayelarte
Hadley+Maxwell, Skies of the Heart, 2012. Foto: Camilayelarte
Sabiendo poco sobre el proyecto antes de entrar en la exposición y desaprendiendo más una vez en su interior, Higher Atlas está planteada como un viaje totalmente intuitivo por un espacio absolutamente sobrecogedor, en ningún momento el espectador intuye que aquello que está viendo no haya sido pensado específicamente para ese lugar. La mayoría de las obras expuestas son instalaciones que apelan directamente a los sentidos y provocan la inmersión del espectador en un juego de luces y claroscuros, silencios y sonidos, colores y estructuras que nos hacen disfrutar. No hay información de las obras ni de los artistas (tenían unos folletos pero se acabaron), no hay un discurso explícito o algo que entender, la relación espacio+obra+espectador es la que hay que buscar. Higher Atlas nos entretiene y defiende la idea de exposición como espectáculo.
Pascale Marthine Tayou, Colonne pascale, 2012. Foto: Camilayelarte
Alexander Pomonarev, Agravitation, 2012. Foto: Camilayelarte
Gran parte de las obras expuestas son obra de arquitectos o artistas que trabajan con cuestiones relacionadas con la arquitectura y el modo como nos relacionamos con el espacio. La gran roseta de la entrada que parece un símbolo árabe y recuerda a la orfebrería marroquí, es obra del arquitecto Jürgen Mayer, mientras que Ethan Hayes-Chute nos invita a entrar en otro espacio reconstruido, Built-Up/Settled Down, una caseta de madera que hace referencia a su tierra natal, el Quebec. Las dos instalaciones que centralizan la visita están situadas en la platea y el inexistente escenario del teatro, The problem of Translation de Sinta Werner cubre las sillas formando unas olas amarillas que hacen referencia a la geografía del Atlas, que a su vez podemos ver desde la terraza del teatro donde otra obra, Seven Summits de Andrew Ranville, rinde homenaje a sus picos más altos. The Rise and fall de Alex Schweder La y Khadija Carroll La es una estructura de madera sostenida por una enorme tela roja, como un telón doblado que enmarca un espacio en cuyo interior vemos unas babuchas y unos toca-discos que nos invitan a ocuparlo.
Barkow Liebinger Architets, Project: Gustav Düsting, Loom-Hyperbolic, 2012. Koutubia. Foto: Camilayelarte
Barkow Liebinger Architets, Project: Gustav Düsting, Loom-Hyperbolic, 2012. Koutubia. Foto: Camilayelarte
Si la arquitectura es uno de los principales protagonistas de las obras, el sonido es el otro elemento que más destaca. Diversas instalaciones sonoras van sorprendiendo a lo largo de la visita, siendo la más destacable Skies of the Heart de Hadley+Maxwell, una instalación multimedia de naturaleza casi alquímica que bien responde al misterio y exotismo de la propia ciudad. De hecho esta presencia de lo sonoro hace referencia al característico rezo que cada mañana suena desde los minaretes de Marrakech. Más referencias a lo autóctono las encontramos en el uso de materiales, como la instalación de Faouzi Laatiris, Rosace Nº 2, un juego de vasos de te y espejos como los que podemos encontrar en los Zocos, y la instalación exterior de Pascale Marthine Tayou, Colonne Pascale, a base de jarrones de cerámica marroquí.
Aleksandra Domanovic, Monument to Revolution, 2012. Cyber Park, Bienal de Marrakech, 2012. Foto: Camilayelarte
Este carácter ambiental de las instalaciones es lo más notable de la exposición en el Theâtre Royal, así como en la intervención Loom-Hyperbolic del estudio de arquitectos Barkow Leibinger en la explanada de las ruinas adyacentes a la mezquita de Koutoubia. Bajo este lugar se supone se hallan las antiguas cisternas reconvertidas en espacio expositivo para la bienal, lástima que el vigilante no supiera indicar el lugar donde se encontraban, ya se sabe, cosas del contexto.