Mercedes Pinto Maldonado es una de las escritoras independientes de referencia para quienes nos embarcamos en la aventura literaria. Conocer su historia ha sido uno de los motivos que me han llevado a estar convencido de que hacer camino escribiendo no tiene por qué ir ligado a que te fiche una editorial. Al contrario, cada vez son más los autores reconocidos por quienes dan sentido al oficio, es decir, los lectores, que deciden rechazar propuestas editoriales o romper su relación con ellas. La razón es muy simple: venden más y, por tanto, ganan más dinero, yendo por su cuenta.
Este es el caso de Mercedes. El post en el que explica su decepcionante experiencia con dos de las editoriales más importantes del país, escrito en abril del año pasado, todavía recorre la red. A través de uno de esos enlaces llegué hasta él, y así fue como conocí la existencia de esta escritora valiente. Posteriormente, he ido siguiendo su blog (que si os interesa el mundo de la escritura deberíais tener entre los fijos), donde comparte conocimientos, experiencias y reflexiones realmente interesantes, comprometidas y útiles.
Ahora, además, puedo presumir de que ella también es seguidora de ‘la recacha’. Es curioso, y alentador, comprobar cómo muchos de los soñadores que tenemos la esperanza de llegar a ganarnos la vida algún día escribiendo historias, vamos encontrándonos por el camino. La verdad es que, comparado con Mercedes, yo soy aún un principiante. Ella ha publicado seis novelas, de las que ha vendido miles de ejemplares, sobre todo en formato digital. El motivo de este post es hablaros de la última de ellas, Hijos de Atenea, una historia preciosa que acabo de leer y que podéis adquirir en Amazon.
Lo primero que me gustaría decir es que, independientemente de la valoración subjetiva del contenido, se trata de una novela impecablemente editada, un ejemplo perfecto de lo que debe ser una buena obra independiente. No es una excepción. Aunque la autopublicación continúe produciendo recelo y se la siga relacionando con baja calidad (es cierto que hay libros que provocan terror ortográfico), cada vez son (somos, me tomo la libertad de incluirme) más los autores que procuramos cuidar nuestro trabajo como si fuera la principal apuesta del año de la mejor editorial del mundo. No me cansaré de decir que lo que ponemos a disposición de los lectores es nuestra carta de presentación ante el mundo, y todavía no conozco a ningún arquitecto que se enorgullezca de diseñar edificios que se caen a trozos… Bueno, sí, hay uno con apellido de hermanos humoristas que algo de eso sabe.
La historia de Bahati Pasolargo es tremenda, una epopeya que nadie querría vivir, pero que, desgraciadamente, fue la historia de millones de personas tratadas como pedazos de carne por el “civilizado” hombre blanco. El drama de la esclavitud es aún hoy en día una de las principales vergüenzas de la humanidad. Puede que ya no haya barcos negreros, como el que conduce a Bahati desde Angola hasta Cuba en una travesía de pesadilla, pero existen muchas formas de esclavitud en las que las cadenas no son necesariamente físicas.
Mercedes nos habla de ello en su novela, como lo hace de los prejuicios, de la mezquindad, del dolor, pero también del instinto de supervivencia, de la lealtad, de la amistad, del amor…
“El ser humano no sabe lo que es capaz de soportar hasta que el siguiente dolor le parece nuevamente insoportable, y vuelve a soportarlo con el paso de los días, y así una y otra vez”, relata Bahati, un chico inquieto, ávido de conocimiento, dispuesto a sobreponerse a cuantas dificultades (que serán muchas) se le presenten, y lo hará gracias al instinto, a una inteligencia fuera de lo común, y, sobre todo, al amor.
No voy a revelar más, pero sí me gustaría destacar ese contraste tan fuerte, presente durante toda la novela, entre el horror, las penosas condiciones de vida que debían soportar los esclavos, y la fuerza vital que proporciona el amor.
Así, Hijos de Atenea es una historia dura, que no pretende edulcorar una realidad trágica, pero al mismo tiempo vital y optimista, con unos personajes muy bien definidos, atractivos (me parece especialmente logrado el de Julo Hidalgo, el amo de la explotación cubana), y muy bien resuelta con un final emocionante.
Cada vez que leo un libro autopublicado de calidad me invade una íntima sensación de triunfo. Pienso: “buen trabajo”, y siento que asestamos un golpe más para acabar de derribar el muro de los prejuicios. Adelante, Mercedes.