Por Mª José Fernández
A Piedad González-Catell: luciérnaga herida.
Eres estela porque la noche cerrada
ha incendiado tu alma de juglar;
mas, a todas costa, pretenden que ser luciérnaga herida...
Y huyes para brillar
aérea, a la sombra solar de la palabra. Pretenciosa, rapta
senderos rendidos donde se incuban las hadas dormidas
que pueblan caminos estelares.
Fluyes a contraluz, al amparo de los astros,
donde anidan transeúntes,
porque tu único sendero es el destino fulgente del cada día.
Cánticos dormidos que persiguen estelas nacientes;
que ocultan deseos que todo lo pueblan:
ocasos encendidos de llantos lunares.
Y no hay más que un deseo infinito de trenzar
el albor de un verbo mágico
con un cielo poblado de “alveoladas” palabras.
A los hijos de la luz
el Dios los modela, con la sombra de los abismos,
porque la negrura de la vida, que todo lo puebla, corroe y
consume al perverso, con egoísmo de caballo.
Fuiste estela piadosa, en una noche cerrada que asfixia:
Te poblaron de luz, luciérnaga herida;
y en su tiempo se consumirá el astro,
mas tu verbo transita para siempre libre y migratorio.