Revista Opinión

Hip, hip, hipocresía!!

Publicado el 02 marzo 2010 por Javierm

La derecha ideológica, sus coros mediáticos y algún que otro que se une porque en la corriente se va muy cómodo, que de todo hay en la villa del señor, se arroga el derecho de decir a los demás como hay que pensar.

Su verdad suena tan irrefutable como las tablas de Moisés y cualquier intento de discrepancia o símplemente levantar el dedo para pedir la palabra o estornudar discretamente (ejem, ejem) para indicar que hay gente que lee más allá de los titulares no está ni medio bien visto.

Discrepar de la versión oficial es malo. Y tener opinión propia, peor.  Lo mejor es repetir las consignas del argumentario oficial.

Así, sin que se les caiga la cara de vergüenza, se puede poner a caldo a Willy Toledo por decir que Zapata era un delincuente, para seguidamente, en un giro bochornoso de saltimbanqui de feria cutre, aplaudir la valentía de un miserable con aspiraciones que relaciona al presidente venezolano con el terrorismo.

Hay que leer, decía mi padre. Y que razón tenía. Porque quedarse en los titulares de los medios de publicidad y propaganda es la antesala de la ignorancia. Porque es en la letra pequeña, (cuando la hay, porque en los telediarios ya hasta la obvian) donde se descubren esos pequeños matices que hacen dudar de la fe que nos quieren vender los fabricantes de niebla y humo que predican un periodismo acrítico de corta y pega: los que difunden el argumentario del poder.

Lean el auto del juez que susurraba al oído del poder políticos sus anhelos y saquen sus conclusiones. Lean la miserable sentencia de la letrada que prefería el vino al agua y saquen sus conclusiones. Oigan como 140 asociaciones nos dicen que nuestro gendarme más valorado se cisca en los inmigrantes, (tal vez por eso sea el más apreciado) y saquen sus conclusiones. Oigan las declaraciones de Toledo en su totalidad y saquen sus conclusiones.

Lea. Lo mismo se descubre avergonzado de este país rebosante de hipocresía.

lea. Lo mismo se descubre más libre aunque algo más incómodo.

Y lo mismo acaba tatareando a Brassens.


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