Revista España

Hipercor, 25 años después

Por Joaquim

Hipercor, 25 años después

El balance del atentado de Hipercor fue de 21 muertos, 45 heridos y decenas de personas más afectadas de por vida por secuelas de carácter físico o psicológico. La masacre de Hipercor supuso un antes y un después en muchas cosas, y no solo en relación a ETA. Y es que todo el asunto Hipercor fue una gigantesca chapuza, gestionada de un modo asombrosamente incompetente y torticero por todos: terroristas, políticos, medios de comunicación y fuerzas policiales.

Nunca antes ETA había cometido un atentado de esas características, aunque sí había matado a inocentes, incluidos algunos niños. Pero Hipercor tuvo otra dimensión, no solo por el número de víctimas habidas sino por la calidad general de estas: gente trabajadora residente en barriadas humildes de la periferia barcelonesa, a quienes lo último que se podía considerar era como 'represores de las libertades y derechos del pueblo vasco'; alguna de las víctimas del atentado incluso tuvo antes una antigua y prolongada relación con medios digamos cercanos a ETA. En ese sentido Hipercor muestra la absoluta falta de sentido político de la  ETA 'socializadora del sufrimiento', una de sus expresiones más horriblemente fascistas y cristianas, incapaz de medir las consecuencias posteriores de una acción tan descabellada y perjudicial para sus intereses como esa.

Los políticos -incluidos los nacionalistas, por supuesto- intentaron de inmediato sacarle punta al asunto, barriendo cada cual para su casa. Desde la extrema derecha españolista que abogaba por el golpe de Estado militar y el exterminio físico de los vascos, hasta los independentistas catalanes que le decían a ETA que se llevara 'su guerra' fuera de Catalunya, fingiendo no entender que la 'guerra' de ETA era tan igualmente criminal en Catalunya como en Donosti, Madrid o Singapur, todos intentaron sino sacar partido directo (sólo los muy canallas lo intentaron) sí al menos hurtar el cuerpo al estallido, que fue algo más que la explosión de un coche bomba.

Los medios de comunicación por su parte, se hartaron de fabricar titulares y llenar páginas con las consabidas y sobadas expresiones de condena. La truculencia era perfectamente evitable por descontado, pero ayudaba una barbaridad a vender periódicos y aumentar audiencias audiovisuales. El morbo vende, ya se sabe. Qué decir de los analistas de ocasión o de más largo recorrido, conectados a muy evidentes intereses cuya portavocía ejercían -y ejercen- con entusiasmo seguramente untado, de ABC a EGIN.

Y en fin, ahí estuvo una policía que entonces era incapaz no ya de preveer golpes como este, sino ni siquiera gestionar de modo adecuado el desastre una vez se hubo producido. En las horas previas al estallido del coche bomba los cuerpos policiales no se tomaron en serio las llamadas del comando etarra, por ejemplo. El caos viario y en los transportes creado en Barcelona aquel día fue lo de menos, pero resultaba un claro síntoma de que no había un plan previo para hacer frente a contingencias como aquella. La búsqueda alocada del comando etarra generó entre muchos ciudadanos la sensación de que sencillamente, los responsables policiales no sabían ni por dónde empezar. 

Quedan las víctimas, los únicos absolutamente inocentes en esta historia en la que la mierda salpicó de modo merecido a todos los demás protagonistas. Han sido años de lucha para conseguir el reconomiento oficial y algunas ayudas que mitigaran sino el dolor, al menos las situaciones económicas más insostenibles. Años de pelea también para distanciarse de esas asociaciones de víctimas del terrorismo manipuladas por la extrema derecha española. Años de combate en fin, para recordarnos a todos que Hipercor no fue sólo una salvajada gratuita cometida por unos idiotas cegados por una ideología superestructural, sino también la consecuencia inevitable de un fracaso colectivo a la hora de ordenar nuestra convivencia. A ese fracaso algunos le llaman Transición.

En la imagen que ilustra el post, evacuación de víctimas del atentado del 19 de junio de 1987 en Hipercor de Barcelona.


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