Revista Viajes

Historia de dos sirenas en el Báltico

Por Inshalatravel @inshalablog

Érase una vez dos hermanas, dos sirenas, que vivían en las gélidas aguas del Mar del Norte. Un buen día decidieron correr una gran aventura y, alejándose de su familia, se adentraron en el mar Báltico para cumplir su sueño. Su plan era adentrarse en el territorio de los humanos, ávidas por conocer cómo eran aquellos seres extraños, y una vez saciada su curiosidad volverían juntas al Mar del Norte. Dos sirenas en el Báltico, que no se imaginaban lo que les traería el destino.

Porque cuando uno emprende una aventura, ya seas humano o sirena, cualquier cosa puede ocurrir...

Sucedió que a su paso por los estrechos de Dinamarca, mientras embrujaban con sus cantos a marineros y pescadores, una de las sirenas quedó prendada de un joven príncipe. Tal fue su fascinación, que aquel ser fantástico (tal como cuenta H. C. Andersen en su célebre relato) prefirió adoptar forma de mujer y vivir con su amado, antes que ser inmortal como sirena. Aún hoy podemos ver a aquella sirena, a la entrada del puerto de Copenhague.

Su hermana Szawa, más inquieta, continuó su viaje hacia el Este hasta que arribó a la pequeña ciudad polaca de Gdansk, donde desemboca el Vístula. Con una curiosidad infinita que le hacía no detenerse jamás, decidió navegar río arriba hasta encontrar un lugar que le agradara. Lejos del mar y bastante adentrada ya en tierra, se detuvo en una pequeña aldea de pescadores. De carácter juguetón, Szawa se divertía molestando a los pescadores, espantando a sus peces y enredando sus hilos. Ellos intentaban atraparla, pero quedaban irremediablemente hipnotizados por la belleza y los cantos de la sirena...

Un día, un mercader astuto se acercó a ella con los oídos tapados y logró no caer en su magia, consiguiendo así atraparla y meterla en una jaula. Szawa pasó de ser un ser libre a estar encerrada, recorriendo ferias y mercados, haciendo ganar dinero a su carcelero.

Pero la tristeza y el llanto de Szawa no pasaron desapercibidos a un joven pescador llamado War que, ayudado de otros buenos hombres, consiguieron liberar a la sirena. Szawa, en agradecimiento a lo que habían hecho por ella, decidió quedarse allí y prometió que protegería a aquella ciudad y sus gentes. Aquel lugar se llamó desde entonces War-Szawa, y en español la conocemos como Varsovia.

Szawa se convirtió así en el símbolo de la ciudad, y habitualmente la vemos portando un escudo y una espada, dispuesta siempre a defender a un pueblo acostumbrado a resurgir de sus cenizas. En la Plaza del Mercado de la Ciudad Vieja de Varsovia, se erige entre pintores y artistas una estatua que impresiona por su determinación a la lucha. Parece recordar aquellos días del Alzamiento de Varsovia en 1944, cuando aquel emplazamiento quedó completamente destruido... y años más tarde vuelto a reconstruir por completo por aquellas gentes admirables, que utilizaron materiales originales y se guiaron las pinturas de Bernardo Bellotto (s. XVIII) y los dibujos de jóvenes arquitectos del período de entreguerras. La UNESCO declaró en 1980 Patrimonio de la Humanidad a este maravilloso lugar.

Huck

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