Revista Cultura y Ocio

Historia de la danza 5: Serge Diaghilev

Por Fuensanta

Los ballets rusos de Serge Diaghilev

Historia de la danza 5: Serge Diaghilev

Serge Diaghilev Retrato de Verov

Serge Diaghilev perteneció al grupo “El mundo del arte”, en el que le introdujo su primo Filosofov. Este grupo fue fundado por un grupo de jóvenes intelectuales burgueses de San Petersburgo. Pretendían conseguir que Rusia conociera el arte que se estaba realizando en el resto de Europa. Realizaban viajes a París e Italia y traían a Rusia los nuevos modos y las creaciones artísticas de estos países, que luego divulgaban en sus publicaciones. Los movimientos artísticos europeos, como el impresionismo o el simbolismo, eran así conocidos en su país a finales de siglo. Lo que “El mundo del arte” quería lograr era que Rusia despertara y rompiera el aislamiento que había mantenido durante siglos. Para conseguirlo, iniciaron una dura tarea para educar al público ruso. Aspiraban, además, a lograr una unión de las artes, de modo que en la escena música, palabra y diseño fueran complementarios para la obra de arte total que ya Wagner había propuesto como ideal. En este ambiente se introdujo Diaghilev, y bajo la tutela de su primo, se educó y viajó, hasta que en 1899 tuvo lugar un cambio en la dirección de los teatros imperiales, pues el príncipe Wolkonsky asumió el cargo de dirección, lo que favoreció a este grupo de artistas y teóricos. En el año 1900, el príncipe Wolkonsky ofreció a Diaghilev la dirección de los Anales de Teatro, para recoger todos los trabajos artísticos realizados cada año, tarea que llevó a la máxima perfección, pero que fue una ruina económica; esto, unido al descubrimiento de la homosexualidad de Diaghilev, que él nunca ocultó, le creó serios problemas con las autoridades y la colaboración se rompió por completo. Sin embargo, esto no acabó con su carrera, ni mucho menos, pues su dedicación al arte como empresario y mecenas le daría triunfos incontestables.

Ayudado y apoyado por el grupo “El mundo del arte”, desarrolló un plan artístico único: en 1905 inició una labor completamente novedosa, la de recuperar para el pueblo ruso el arte de su pasado, para lo cual recorrió el país recuperando pinturas antiguas con las que organizó una grandiosa exposición, la cual llevó en 1906 a París. Este éxito le proporcionó la oportunidad de llevar al año siguiente una serie de conciertos de música rusa a la capital francesa, a la que llevó la música de Rimsky-Korsakov, Tchaikovskt, y de los jóvenes Scriabin y Rachmaninov. Al año siguiente presentaba Boris Godunov de Mussorgsky. Su plan, sin duda, era magnífico; después de mostrar al pueblo ruso su pasado artístico, llegaba el momento de mostrar a Europa que Rusia estaba al tanto de todos los movimientos artísticos y enseñar la grandeza del arte ruso.

En 1909, aparecen en París los Ballets Rusos. Con el triunfo de la ópera Boris Godunov, se piensa presentar El príncipe Igor, donde van incluidas las célebres Danzas Polovtsianas. Fokine se encontraba ya integrado en el grupo y a él se le confió la coreografía, pero, al no estar disponible el Teatro de la Ópera, Diaghilev rechazó el estreno en un teatro de menor categoría y la obra no llegó a presentarse. Alexander Benois le propuso entonces que llevara a los Ballets Imperiales y así se repuso un programa en el que entraba Chopiniana, Las noches de Egipto, y otras obras coreografiadas ya por Fokine. Los carteles para el estreno en Paris los realizo Jean Cocteau, y tendría lugar en el teatro del Châtelet, que fue redecorado para la ocasión. El éxito fue absoluto, sobre todo las Danzas Polovtsianas. Se explica este éxito por la absoluta novedad que suponían, así como por su exotismo; estas danzas eran ejecutadas por un numeroso cuerpo de baile, con arcos y botas, que crean ritmos al ser golpeados contra el suelo. Este triunfo situó al ballet en el punto de mira de todo el París artístico, con lo que se comenzó a preparar la segunda temporada de danza, ahora ya en el Teatro de la Ópera, continuando en la línea orientalista y exótica. Para esta temporada se encargó un nuevo ballet sobre la leyenda El pájaro de fuego, pero el compositor elegido, Lyadov, no pudo llevarlo a cabo, por lo que Diaghilev prescindió de su música y le hizo el encargo a un joven compositor, Stravinsky. Los decorados fueron realizados por Golovine y Bakst. Aunque se pensó en Anna Pavlova para el papel principal, ella no quiso asumir ese trabajo porque consideraba la música imposible de bailar. Los bailarines se quedaron desconcertados también al escuchar la música. No obstante, esta obra fue un éxito total. Así y todo, el mayor éxito de la temporada fue Shehereazade, que presentaban al público un ballet “más fácil”, en la línea orientalista, un ballet lleno de color y exotismo, con provocadoras escenas de harén que generaron un auténtico furor por lo oriental en el París de principios de siglo. En la siguiente temporada, la de 1911, además de un ballet de inspiración clásica, otro romántico, y un ballet orientalista, se pensó en una nueva obra de Stravinsky. La línea estética del ballet de inspiración clásica fue la aprovechada por Nijinsky para coreografiar La siesta de un fauno, que fue el paso de este gran bailarín a convertirse en leyenda de la danza.

Vatzkav Nijinsky pertenecía a una familia de artistas polacos. Nació en Varsovia en 1890 y desde muy joven se le descubrieron cualidades innatas para el baile. Se formó en la Escuela Imperial, y ya allí destacó por sus saltos, que luego lo convertirían en leyenda, pues parecía quedar suspendido en el espacio. Fue descubierto por el gran coreógrafo Fokine, con el que desarrollaría su carrera; además fue un magnífico coreógrafo, aunque su única obra conservada es precisamente La siesta del fauno, con música de Debussy. Expulsado de Ballet Imperial por su rebeldía, pasó a ser miembro de la compañía de Diaghilev. En ella interpretó ballets ligados ya a su figura, como el Espectro de la Rosa, o Petrouchka, ballets neorrománticos que unen la clasicidad a la modernidad. Petrouchka fue una creación coreográfica creada por Fokine para el bailarín en 1911, y representó la culminación de las revoluciones coreográficas de Fokine. Estas ideas revolucionarias las recogió el coreógrafo en su famosa Carta de 1914, en la que exponía los Cinco principios de coreografía, publicados por el Times. Estos principios suponen la liberación del ballet de las convenciones establecidas hasta el momento. Se trata, en primer lugar, de imponer un movimiento realista, donde el naturalismo dictara la estética de las obras. Rechazó la presencia en los ballets del mimo, que aparecía como un monólogo de gestos convencionales sin explicación ninguna de la naturaleza de los personajes. Creía, además, Fokine, en la obra de arte integral, total, para la que eran necesarias las estrechas colaboraciones entre artistas, de modo que danza, música y diseño se fundieran en un todo expresivo. Para él la técnica debía estar al servicio de la expresión artística, y no al revés. Todos sus principios tendrían una gran influencia en el desarrollo posterior de la danza.

Petrouchka fue un éxito absoluto. En la siguiente temporada, la de 1912, el encargo a Nijinsky de una coreografía, la ya dicha de La siesta del fauno, de Debussy, y a Fokine la de Dafnis y Chloe de Ravel, y el trato desigual que ambos trabajos recibieron por parte de la compañía, hizo que Fokine abandonara su trabajo con Diaghilev. La coreografía de Nijinsky fue todo un éxito, al que además se unió el escándalo, por la actuación provocadora del bailarín; se trata más de un cuadro coreográfico que de una coreografía propiamente dicha, pues presenta una realización escénica de las bandas pintadas en las vasijas griegas, con posiciones de perfil y bidimensionalidad intencionada. Nijinsky realizó investigaciones acerca del arte griego para inspirarse. Fue una verdadera revolución: la coreografía se redujo a caminar, toda elevación había sido eliminada y sustituida por el sentido de la gravedad, lo cual lo convierte en precursor de formas de danza que se desarrollarían bien entrado el siglo XX.

Historia de la danza 5: Serge Diaghilev

"El sombrero de tres picos" Picasso

Para el montaje de la siguiente obra, La consagración de la primavera, sobre la partitura de Stravinsky, la coreografía estuvo a cargo de Nijinsky y los diseños los realizó Nicolas Roerich. Se estrenó en el Teatro de los Campos Eliseos y, según los historiadores, fue el augurio escénico de la Primera Guerra Mundial, pues en el propio teatro se libró una verdadera batalla campal entre los partidarios de esta nueva obra, que se defendían como podían de un público que no podía entender ni la forma musical ni su interpretación coreográfica. Lo cierto es que los propios bailarines necesitaron de una educación rítmica novedosa para llevar a cabo los movimientos propuestos según la partitura. Marie Rambert, una bailarina polaca afincada en Inglaterra, sería la encargada de llevar a cabo esta tarea, pues había estudiado Eurritmia con Delcroze en Alemania; con esta técnica consiguió ayudar a los bailarines y al propio Nijinsky con la coreografía.

En 1914 Nijinsky “traiciona” al que había sido su amante durante años, Serge Diaghilev, contrayendo matrimonio con la bailarina Romola de Pulzky. Diaghilev, despechado al conocer la noticia, mandó un telegrama al bailarín en el que, sencillamente, lo despedía de la compañía. A partir de ese momento, Nijinsky entró en la locura hasta que fue recluido en un sanatorio psiquiátrico, donde murió en 1950.

También a partir de ese año, la compañía de Diaghilev entró en su etapa más difícil, pues comenzaba la Primera Guerra mundial. Pero aún en 1917, la compañía estrena Parade, una obra problemática y de gran repercusión posterior. Parade tenía vestuario y decorados diseñados por Picasso, partitura de Eric Satie y coreografía de Massine, libreto de Jean Cocteau y notas de programa de Apollinaire; todo un conjunto de artistas de vanguardia que inauguraban una nueva época artística. El único inconveniente fue que la danza perdía protagonismo en ella. Muchos bailarines abandonaron la compañía por este motivo, así como el coreógrafo Massine. Con esta obra se cerraba una época de la compañía de Diaghilev y se inauguraba otra con continuos cambios de gustos y estética.

Historia de la danza 5: Serge Diaghilev

"El sombrero de tres picos" Picasso

Después de Parade, obra acogida con gran frialdad, y debido al inicio de la Primera Guerra Mundial, la compañía de Diaghilev se refugió en España, donde Diaghilev entró en contacto con artistas e intelectuales, entre ellos, Manuel de Falla, del cual montó el ballet “El sombrero de tres picos”, con decorados y vestuario de Picasso, que en esta ocasión diseñó unos hermosos trajes que, además, eran adecuados para la danza, asi como decorados en los que la danza era el objetivo fundamental. La idea de Diaghilev era rendir homenaje al pueblo español por su acogida en tiempos tan duros, pero el coreógrafo, Massine, tenía también otros intereses, es decir, le interesaba la estilización de la danza española. La obra se convirtió en un homenaje no sólo a la cultura y al pueblo español, sino también a Goya, en cuya pintura, sin duda, se inspira el vestuario y todo el diseño del ballet. Se estrenó la obra en Londres con un gran éxito, mientras que en España era acogida con indiferencia.

Terminada la Guerra, Diaghilev reagrupó a su compañía. Intentó reunir a antiguos colaboradores para montar de nuevo “La bella durmiente”, en un proyecto ambicioso. La empresa fue, por desgracia, un gran fracaso, que se explica por la incomprensión del público europeo, no acostumbrado al ballet de gran espectáculo. Veinte años después esta misma obra triunfaría en Londres, con la consagración de una bailarina, Margot Fonteyn, y la consolidación del Royal Ballet.

A continuación, Diaghilev quiso proseguir un proyecto de Stravinsky, “Les noces”. La hermana de Nijinsky, Bronislava Nijinska, fue la coreógrafa, y la pintora Natalia Goncharova realizó los diseños, que realizó unos bocetos coloristas y luminosos que no fueron del gusto de la coreógrafa. Nijinska, por fin, desarrolló su proyecto coreográfico de representar una boda rusa en toda su dureza y austeridad, y este proyecto se convirtió en una obra maestra de la coreografia. Consta el ballet de cuatro escenas campesinas, con decorados contructivistas y arquitectonicos, y con una estética totalmente contraria a la desarrollada hasta el momento por la compañía.

Al año siguiente, Nijinska realiza la coreografía de un ballet basado en las fiestas galantes, con vestuario y diseño de la pintora Marie Laurencie. “Les Biches” fue un magnifico retrato de una época; creada para doce bailarinas, tres bailarines, dos Muchachas de gris, la Anfitriona, y el personaje misterioso de la Garçone, la acción se desarrolla en una estancia decorada con un sofá azul. El estreno fue un éxito. Se trataba de un ballet atrevido y provocador, trasunto de una reunión social con un fondo de corrupción moral, siendo su esencia la ambigüedad, con fuertes connotaciones eróticas. La obra de Nijinska, sin embargo, nunca ha sido valorada como merece, quizás por tratarse de una coreógrafa, pues el mundo de la coreografía ha sido siempre, y aún hoy en día lo es, un ámbito masculino.

En ese tiempo, la situación política en Rusia cerraba muchas puertas a los bailarines y coreógrafos, los cuales, cuando podían, huían del país. De ese modo llegó a París, en 1924, Georgi Balanchivadze, con el grupo de la compañía Maryinsky, y pronto empezó a trabajar para Diaghilev. Así comenzó la carrera del que sería uno de los coreógrafos más importantes de la historia del ballet, cambiando su difícil nombre ruso por el de Georges Balanchine. Su primer trabajo fue “Le Rossignol”, con música de Stravinsky y diseños de Matisse. Tras otros proyectos, en los que el joven coreógrafo experimentaba constantemente, en 1928 realizó el ballet que marcaría un significativo cambio en su estética, el “Apollon Musagète”, con música de Stravinsky e interpretado por el bailarín Serge Lifar. Este ballet cuenta la historia del nacimiento de Apolo y su educación por tres musas, Calíope, Polimnia y Terpsicore, antes de su ascenso como dios al Parnaso. Esta obra significó el regreso a un lenguaje clásico, siguiendo el camino iniciado por Nijinska en “Les Biches”. Tampoco este ballet fue demasiado bien comprendido por el público, pues introdujo un elemento de atletismo que no gustó a gran parte de los espectadores. Sin embargo, es una de las claves del desarrollo del ballet posterior.

En 1929 tuvo lugar la última obra de la compañía, “El hijo pródigo”, con música de Prokofiev y coreografía de Balanchine. Ese mismo año, Diaghilev moría en Venecia y su compañía se deshizo. Los ballets rusos no volvieron a ser nunca lo que fueron con él; sin él, la compañía no pudo sobrevivir.


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