Soy una persona muy afortunada. Lo sé. Entre muchísimos motivos que podría enumerar, porque no sé lo que es el dolor físico. No digo una pequeña migraña, un cólico leve o el que provoca una caída tonta. No. Hablo de dolor crónico, persistente, intenso, una sensación que no he tenido nunca pero que, me cuentan, te retuerce por dentro y te lleva hasta los límites de la desesperación.
Pilar Sánchez, 48 años, Santa Cruz de Tenerife. Vive con un dolor crónico rebelde lumbar desde 2008, tiempo en que todo el músculo de la zona del coxis ha llegado a necrosarse. Con una incapacidad absoluta reconocida que le impide trabajar para ganarse el sustento, esta mujer, en pleno siglo XXI, es solo uno de los ejemplos de que habiendo tratamiento reconocido para tratar un problema grave de salud en una sociedad desarrollada como la nuestra, muchas personas tienen que vivir hoy con dolor hasta lo inimaginable.
Autorretrato de Frida Kahlo donde muestra su suplicio y su dolor. http://www.museografo.com
La de esta madre tinerfeña es la historia de una mujer que en la plenitud de su vida, con 40 años, comenzó a sentir dolores de espalda que le dificultaban mucho su día a día. Su deaambular por consultas médicas y opiniones de especialistas la llevaron incluso a viajar a centros privados de Barcelona, Vigo y Pamplona en diferentes ocasiones, una experiencia que la ha convertido no solo en una persona muy fuerte, sino en una experta en la materia. Si en un principio su objetivo y el de quienes la han atendido era dar con el origen de su terrible dolor, el paso del tiempo la ha hecho ser más práctica y centrarse en la búsqueda del tratamiento que la alivie de este mal de origen confuso. Ese tratamiento existe, lo ha probado y ha tenido un efecto positivo, aunque temporal: la radiofrecuencia.
“¿Que te describa mi dolor? Imagínate un parto con migraña y un cólico nefrítico, todo a la vez“, me cuenta. Y yo me siento mal, porque no he pasado por ninguna de esas situaciones, aunque haga un esfuerzo por imaginarlo.
Bombas y parches de morfina, ‘chupetes’ de fentanilo, corticoides, ingresos hospitalarios, sesiones de radiofrecuencia… son algunos de los medicamentos y métodos que Pilar ha probado y que, no obstante, no la alejan por completo de un suplicio que en ocasiones tiene que pasar en soledad, porque nada pueden hacer por ella quienes la quieren. Son ataques de dolor, crisis en las que ella misma afirma que se retuerce en la cama y que trata de superar lo mejor que la experiencia le ha dado, con ejercicios de relajación y cientos de trucos que habrá aprendido en estos años.
“En una línea imaginaria de 1 a 10, yo vivo a diario con un dolor del 6, un punto que se dispara cuando me dan las crisis”, cuenta. Asegura que los profesionales que la han atendido en la sanidad pública canaria, salvo contadas excepciones, tienen una calidad humana digna de destacar, pero que la burocracia tan grande a la que la han sometido la han llevado a la desesperación, a no entender cómo se permite que alguien sufra de esta manera habiendo medios para evitarlo.
Hoy espera una operación en la que tiene puestas ciertas esperanzas: la colocación de un sistema de electrodos que ataca directamente la zona del dolor cuando este se produce. Mientras tanto, tan solo pide una sesión más de radiofrecuencia que le haga más llevadero este tiempo, pero se topa de nuevo con la maldita burocracia, la ausencia repentina de agujas para ese tratamiento que la calma un poco.
En un acto de desesperación, Pilar no pudo más hace algunas semanas y denunció su situación a través de los medios de comunicación, con cierto temor a que su crítica pudiera venírsele en contra. Sin embargo, no solo ha encontrado muchísimo apoyo y agradecimientos de personas que están en su situación sino que gracias a su denuncia ha conseguido que el centro hospitalario que lleva su caso haya acelerado el proceso para tener las agujas y la máquina de radiofrecuencia preparada para una nueva sesión para la que ya tiene fecha: este miércoles, 11 de febrero. Como ella, seguramente muchos pacientes estarán algo aliviados de saber que pronto dejarán de sufrir.
“Salir a la calle a coger aire (lleva seis meses en casa, salvo para ir al médico), tomar una cerveza en una terraza sin tener que irme disparada del dolor, pasear con mi pareja y mi hija, hacer una vida normal sin la amenaza de retorcerme por dentro…”.
Ojalá, Pilar, estos deseos se hagan realidad antes de lo que esperas. Por tu tesón y tu esfuerzo lo mereces, con creces.