Revista España
Como corren tiempos difíciles para algunos, y sobre todo para los que han especulado y robado, y a riesgo de pecar de anacronista, servidor se permite la licencia de escribir, a modo de sátira una pequeña crónica histórica de los chanchullos que han poblado España a lo largo de los años, ya que las manos son largas y en general el recuerdo obtuso.
Hoy empezamos con los efectos de la desamortización en Málaga que no es más que el reflejo de lo que pasó en el resto de España.
En la oleada desamortizadora de 1855 se pusieron a la venta 120 000 de las 146 000 hectáreas de terreno público y hubo grandes beneficiado.
Manuel Agustín Heredia, un hombre que habiendo empezado vendiendo pasas y vino, pero como hombre inteligente que es, consigue en 1830 hasta 1832 se concejal de urbanismo, y en ese período consigue participar en alguna de las operaciones urbanísticas más importantes de la época, haciéndose con terrenos como la antigua cárcel, o más de 30 propiedades municipales. Es decir, había privilegiados dentro de los privilegiados, y los cargos públicos tenían preferencia en la venta de bienes del estado, no existía el tráfico de influencias, pero si que se había promulgado una ley en 1822 una ley, por parte de la administración Sanmiguel, que contemplaba como crimen la apropiación de bienes públicos, el Deseado, se ve, no opinaba igual.
Otro caso espectacular de lucro, fue el de Francisco Reboull, que compro el terreno del jardín de aclimatación de Málaga por 5 600 reales y lo vendió años más tarde, por 120 000: ¿Burbuja inmobiliaria?
En definitiva sirva esta breve y primera entrega para recordar.