Revista Cultura y Ocio

Historia, Discurso y Paradigma Postsocial, parte I, Stephen Rigby

Por Jossorio

http://jossoriohistoria.blogspot.com.es/

Historia, Discurso y Paradigma Postsocial, parte I, Stephen Rigby

Instituto de Historia Antigua y Medieval

Facultad de Filosofía y Letras

Universidad de Buenos Aires

DOSSIER: ENCRUCIJADA DE HISTORIADORES

HISTORIA, DISCURSO Y EL PARADIGMA POSTSOCIAL:

¿UNA REVOLUCIÓN EN HISTORIOGRAFÍA? * **

History, discourse and the postsocial paradigm: a revolution in historiography?

El Postsocial History: an Introduction de Miguel A. Cabrera es un intento de bienvenida para cambiar el debate sobre el "post estructuralismo" alejado de la epistemología a las preguntas sobre la naturaleza de la sociedad y sobre la explicación histórica. Cabrera sostiene fuertemente una nueva ontología social. A través de ella ve a la ciencia histórica contemporánea como "experimentando un nuevo cambio de paradigma", que implica una ruptura marcada con la escritura de la historia anterior y que está llevando a los historiadores a adoptar una

"agenda diferente para la investigación histórica": la postsocial history. Entonces, ¿cuál es la naturaleza de este nuevo enfoque? ¿Cuán originales son sus pretensiones? ¿Cuán plausible es y qué tiene que ofrecer a los historiadores? Cabrera distinguirá entre cuatro tipos principales de historia: traditional history, social history, cultural history y postsocial history (su enfoque preferido) y sostendrá que no es la "existencia material" de las relaciones sociales la significtiva, sino más bien su "existencia significativa".

Esta conceptualización del concepto social "no puede considerarse un acto de conciencia" o como el reconocimiento o representación de una realidad externa. Más bien, el "cuerpo de categorías" a través del cual los individuos captan la realidad social es el mismo "un ámbito social específico", una "estructura relacional independiente", que "desarrolla y cambia sobre la base de sus propias reglas y procesos internos y, así, en interacción histórica con otros dominios de la vida social". Este campo social específico es el del "discurso".

* Corresponde al artículo de Rigby S.H., "History, discourse, and the postsocial paradigm: A revolution in historiography?", publicado en History and Theory, 45, 2006. Traducción: Gustavo

Aleman (Universidad Nacional de Rosario)

** Al escribir este artículo, me siento muy agradecido por los útiles comentarios y aclaraciones ofrecidas por Theo Balderston, Ros Brown-Grant, Graham Burton, Ian Harrison, Leif Jerram, Pat Joyce, Rob Lapsley, Norris Nash and Garry Runciman. Naturalmente, la responsabilidad de todas las opiniones expresadas a continuación es propia.

Los historiadores son, en general, criaturas eclécticas que están preparadas para saquear cualquier variedad de teoría, si les ayuda en su proyecto de describir y explicar la realidad del pasado humano. Sin embargo, esta apertura a nuevos enfoques en general no se ha extendido a la labor de los teóricos que, a pesar de sus propias diferencias internas importantes, a menudo son etiquetados como "post-estructuralistas". Una razón para esta hostilidad ha sido que mucha teorización post-estructuralista de la historia ha tomado la forma de un relativismo epistemológico en el que la posibilidad de no saber nada acerca de la verdad del pasado es denunciado como un error característico de redundantes formas de pensamiento empiristas y positivitas . Los historiadores, por razones obvias, es poco probable que simpaticen con tal escepticismo, como puede observarse por el tono comprensiblemente impaciente de algunas de sus respuestas sobre ello .

El Postsocial History: an Introduction de Miguel A. Cabrera (Lexington Books: Lanham, 2004) es un intento de bienvenida para cambiar el debate sobre el "post estructuralismo" alejado de la epistemología (un campo en el cual nosotros, como historiadores, tenemos poca experiencia profesional) a las preguntas sobre la naturaleza de la sociedad y sobre la explicación histórica -

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1 Véase, por ejemplo K. JENKINS, Rethinking History (London: Routledge, 1991), 10; A.

MUNSLOW, Deconstructing History (London: Routledge, 1997), 123-4.

2 Como dice Osborne, tal relativismo filosófico fue, en la práctica, "completamente y totalmente intrascendente" para la actual escritura de la historia (T. OSBORNE, "History, theory, disciplinarity", en The Social in Question: New Bearings in History and the Social Sciences, ed. P. Joyce (London: Routledge, 2002), 178). Para una crítica de mayor alcance de tal escepticismo, consultar P. ZAGORIN, History, the referent and narrative: reflections on postmodernism now", History and Theory, 38 (1999), 1-24 y sus posteriors debates con Keith Jenkins, Ibid., 39 (2000), 181-209.

cuestiones que los historiadores "enfrentan a diario" (p. xiv) . Es cierto que Cabrera no invoca la obra de Joan Scott cuando declara que nosotros ahora vivimos en un mundo en el que nos damos cuenta que "las historias son escritas desde fundamentalmente diferentes -verdaderamente irreconciliables-perspectivas o puntos de vista, ninguno de los cuales es completa o totalmente "verdadero" (p.49). También se refiere al cuestionamiento de Mary Poovey de la "condición de verdad" de los hechos (p. 46) y se siente obligado a denunciar la creencia empirista de que "los hechos de la historia hablan por sí mismos" (p.50). No obstante, dado que pocos historiadores (o, de hecho, nadie más aparte de los fundamentalistas religiosos o políticos) alguna vez han pensado que su punto de vista era "completa" o "totalmente cierto" y dado que el reconocimiento de que los hechos no hablan por sí mismos, común en las envejecidas cartillas de filosofía de la historia leída por estudiantes , es poco probable que estas notas epistemológicas puedan menoscabar los reclamos centrales de Cabrera sobre la naturaleza de las relaciones sociales. Ciertamente, en la práctica, Cabrera está, al igual que cualquier otro historiador, dispuesto a ver las cosas como cuestiones de "hecho empíricamente obvio" (p.99, ver también p.103), para mantener una clara distinción entre realidad y ficción (p.31) y aceptar significados como "obviamente" aparentes (p.46). Al igual que todos nosotros, Cabrera está conforme en lo que se refiere a su propio enfoque como superior al de sus rivales (p.70) e incluso lo ve como "esencialmente correcto" (p.125). Si los puntos de vista diferentes que se nos ofrecen son "irreconciliables", también parece que no son necesariamente inconmensurables ya que podemos, aparentemente, preferir un punto de vista a otro por ciertos motivos racionales.

Sin embargo, manteniendo el realismo epistemológico habitual de la profesión histórica (algo que ya ha sido criticado desde el punto de vista relativista del post-estructuralismo) , Cabrera también sostiene fuertemente una nueva ontología social. A través de ello ve a la ciencia histórica contemporánea como "experimentando un nuevo cambio de paradigma", que implica una ruptura marcada con la escritura de la historia anterior y que está llevando a los historiadores a adoptar una "agenda diferente para la investigación histórica" (p.123): " postsocial history". Entonces, ¿cuál es la naturaleza de este nuevo enfoque? ¿Cuán originales son sus pretensiones? ¿Cuán plausible es y qué tiene que ofrecer a los historiadores?

Cabrera distingue cuatro tipos principales de historia. La primera es la " traditional history", con su enfoque de alta política (p.1), en la que "el objetivo de la investigación histórica es revivir y comprender los motivos e intenciones de los agentes y su universo intelectual y sistema de ideas, creencias y valores en general, todo lo cual se consideran creaciones humanas racionales" (p.125). La subjetividad aquí es "no derivada, entendida como un centro preconstituido sobre el que se basa la práctica social, y los agentes históricos son así considerados individuos que poseen una conciencia autónoma racional cuyas acciones se explican por las intenciones explícitas que los motivan". Como resultado, las intenciones conscientes de los individuos "emplean el lugar de las

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3 Los puntos de vista de Cabrera se resumieron anteriormente en su "On language, culture and social action", History and Theory, 40/1 (2001), 82-100.

4 Ver, por ejemplo, E. H. CARR, What is History? (London: Macmillan, 1962), 5.

5 Ver la revisión de Alan MUNSLOW de Postsocial History, in Rethinking History, 9 (2005), 125-

causas y, en una medida aún mayor, constituyen la base misma de las ciencias sociales" (p.2). Los lectores tal vez dudan sobre si los historiadores "tradicionales" han visto actualmente los sistemas de creencias del pasado (¿por ejemplo nazismo?) como "racional" (aunque la mayoría de los historiadores aceptan que las acciones de, dice, los Nazis , tenían su propia razon interna) o si se han considerado las intenciones humanas como plenamente conscientes y explícitas. Ciertamente, se preguntarán cómo la historiografía "tradicional" puede simultáneamente decir que ha retratado agentes históricos como ahistóricos "no derivados" y "autónomos" (p. 2) y, sin embargo también actúa sobre la base de las ideas históricamente específicas, creencias y valores (pp. 2, 125).

Sin embargo, desde el propio Cabrera nunca se discute un ejemplo actual de la historia "tradicional" en detalle, no está claro cuáles serían sus respuestas a estas preguntas.

En la práctica, más que el "subjectivismo" de la historia política tradicional, Cabrera está mucho más preocupado por vincularse con el legado de una segunda aproximación al pasado: la "objetivista" historia social característica de, por ejemplo, la historiografía marxista y la escuela de Annales. Aquí, "la práctica consciente de los agentes no es más que una expresión del contexto social, y por lo tanto el objetivo de tal investigación histórica es recrear este contexto" (p.125). En vez de "un paradigma explicativo basado en el concepto de sujeto" hay un cambio hacia la explicación histórica "fundada sobre el concepto de sociedad". La subjetividad se convierte entonces en "un reflejo o expresión del contexto social en el que los seres humanos se colocan" y "dada la naturaleza social de las causas de las acciones, los seres humanos pueden incluso seguir sin saber de ellas" (pp.1-2, en el original). Como sostiene el famoso Marx, "no es la conciencia del hombre la que determina su existencia, pero su existencia social determina su conciencia" . "Formas de conciencia social" (es decir, las ideologías sociales específicas) son vistas aquí tanto como fuerzas que legitiman las desigualdades sociales preexistentes o expresan los intereses de quienes se oponen a esas desigualdades, en lugar de como constitutivos de tales desigualdades o intereses en primer lugar . Si todas las teorías sociales pueden ser vistas como una búsqueda de fundamentos epistemológicos y ontológicos, el materialismo histórico identifica "fundación" de la sociedad como su modo de producción, con una ideología que a continuación será vista como parte correspondiente, de una "superestructura" de segundo orden.

Sin embargo, desde la década de 1960 y, en particular desde el decenio de 1970, un creciente desencanto con la "explicación de todo en términos económicos y sociales" llevó a la creación de un tercer tipo de historiografía: la nueva historia cultural. Los historiadores ahora "trasladan su atención desde

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6 K. MARX y F. ENGELS, Collected Works, Volume 29. K.MARX: 1857-61 (London: Lawrence

and Wishart, 1987), 263. Para otras referencias, ver S.H.RIGBY, Marxism and History: a Critical

Introduction (Manchester: Manchester University Press, 1998), 275-98; S.H.RIGBY, Engels and

the Formation of Marxism: History, Dialectics and Revolution (Manchester: Manchester University Press, 1992), 40-1, 58-9, 73, 77-81, 164, 166-7.

7 Por ejemplo, ver S.H.RIGBY, "Historical materialism: social structure and social change in the middle ages", Journal of Medieval and Early Modern Studies, 34 (2004), 490-3.

8 Si un modo de producción es una combinación de fuerzas y relaciones de producción, los marxistas tienen famosas diferencias en cuanto a cuál de estos elementos fundamentales goza de una primacía explicativa final. Ver RIGBY, Marxism and History, 27-70, 143-74.

las estructuras sociales a las prácticas culturales", es decir, se alejan de la "realidad objetiva" como Raphael Samuel dice, "las categorías en y a través de las cuales se percibió, de la conciencia colectiva a los códigos cognitivos, del ser social al orden simbólico" (p.4). En lugar de postular la determinación directa de la conciencia y la acción por la estructura social que se encuentra en la historia social "objetivista", historiadores como Roger Chartier ahora reformulan las relaciones entre los dos en términos de una "interacción recíproca o dialéctica". Este nuevo punto de vista rechazó planteamientos "subjetivistas" por fracasar en reconocer las limitaciones sociales sobre las acciones. Sin embargo, también criticó al objetivismo "por no prestar atención al efecto que las representaciones constitutivas tienen sobre la propia realidad social", insistiendo en que las condiciones materiales siempre se hacen sentir a través de "las disposiciones culturales y experiencias de los individuos" y que la vida social "sólo existe en y a través de acciones simbólicamente mediadas". Como resultado, el cambio social y económico solo impacta en los individuos que ya están imbuidos con "valores culturales y un patrimonio simbólico acumulado" como en el famoso relato de E.P. Thompson de la relación entre el cambio social de la Revolución Industrial y la tradición radical pre-existente de "the freeborn Englishman" (pp. 5-8).

A veces, Cabrera parece presentar una nueva historia cultural como poniendo simplemente énfasis en la interacción entre lo social y cultural; en otros, esta perspectiva parece considerar a la cultura como un elemento "constitutivo" en sí mismo en las relaciones sociales (p.6). Sin embargo, es en la nueva " postsocial history" que ha surgido en las últimas dos décadas - cuarto tipo de Cabrera de la historia y su enfoque propio preferido- que este rol constitutivo es puesto en relieve y teorizado en su forma más explícita. Considerando que la nueva historia cultural conserva el concepto de una estructura social objetiva o posición social que limita, incluso si no determina monocasualmente, los pensamientos y las acciones de los seres humanos (p. 12), la postsocial history, representada por el trabajo de historiadores como Pat Joyce y James Vernon, dice que abandona el concepto de una realidad social objetiva y en su lugar se nos presenta como una explicación alternativa de las relaciones sociales. Para historiadores postsociales, el ámbito social "no es una entidad objetiva o estructural, y por lo tanto no es casual la conexión entre posiciones sociales individuales y sus prácticas signficativas". La razón de esto es que "la incorporación de la realidad social en la conciencia siempre se produce a través de la conceptualización de la realidad. Lo que significa que el contexto social sólo empieza a condicionar la conducta de los individuos una vez que lo han conceptualizado o hecho significativo de alguna manera" (p. 20, en el original)

Es, por tanto, no la "existencia material" de las relaciones sociales que es significativa (aunque Cabrera no especifica en la actualidad el sentido de esta existencia "material") sino más bien su "existencia significativa" (p.20). Esta conceptualización del concepto social "no puede ser considerada un acto de conciencia" o el reconocimiento o representación de una realidad externa. Más bien, el "cuerpo de categorías" a través del cual los individuos captan la realidad social es él mismo "un ámbito social específico", una "estructura relacional independiente", que "desarrolla y cambia sobre la base de sus propias reglas y procesos internos y, así, en interacción histórica con otros dominios de la vida

social" (pp. 21-22, en el original). Este campo social específico es el del "discurso". Un discurso es "un cuerpo coherente de las categorías, conceptos y principios por medio del cual los individuos aprenden y conceptualizan la realidad" y a través del cual la gente se concibe a sí misma como "sujetos y agentes". La realidad no es en sí misma significativa, sino que solo adquiere sentido a través del "cuerpo de categorías que la gente aporta para obrar" en ella. Dado que todos los discursos implican "un imaginario social o una concepción general de la sociedad", es el discurso quien "proporciona los principios de estructuración de las relaciones sociales e instituciones". Sin embargo, un discurso no es un simplemente desconectado, esquema intelectual que la gente usa para describir la sociedad; sino que constituye un conjunto más fundamental de suposiciones o expectativas acerca de "cómo todos encajamos en la realización de una práctica común", una que implica también "un sentido ampliamente compartido de legitimidad" de esa práctica (pp. 22-25).

Un discurso es pues una "matriz categorial/conceptual" que las personas "no pueden trascender" y que, a diferencia de los "significados" conscientes de los cuales los mismos individuos son plenamente conscientes, implica una serie de "conceptos" relacionados entre sí en los cuales los agentes sociales son usualmente ignorados y ajenos a su control intencional. Es en esta noción de los significados con que los acontecimientos, cosas o ideas son considerados como activamente generados por "lenguaje" que se distingue la postsocial history de todas las formas anteriores de historia. "Lenguaje " aquíviene a significar todos los patrones de significado o "maneras de pensar" acerca del mundo y el lugar que ocupamos en el (pp. 25-27). La subjetividad y la acción social no son, por lo tanto, pasiva reflexión o la expresión de una posición social pre-existente sino que son el resultado de la aplicación a una situación específica de un marco discursivo particular (pp. 29-31).

Un ejemplo que clarifica estas afirmaciones está en el concepto de "interés" social. Para la historia social "objetivista" los individuos tienen "intereses específicos dependiendo de su pertenencia a una cierta categoría social" (p.61), como cuando se dice que los asalariados tienen interés en el aumento de los salarios reales, los campesinos en las rentas más bajas, o los prisioneros de campos de concentración en la libertad. La postsocial history, en contraste, rechaza la suposición de que los intereses son objetivos en el sentido de que son generados por una anterior posición social y en su lugar los ve constituyéndose "como resultado que el sentido de la posición social adquiere dentro de un determinado imaginario social" (p.62). Como resultado, "no hay tal cosa como los intereses sociales actualmente existentes" en el sentido tradicional desde "posiciones sociales similares que pueden generar diferentes intereses" (p.63), dependiendo de la matriz discursiva ejercida sobre ellos. Lo mismo puede decirse de la identidad social (por ejemplo, su conciencia de clase) "no es una expresión de su posición social, sino más bien el efecto de una manera particular de articular una posición y la experiencia de ella" (pp. 71, 79-80). Es por lo tanto, "imposible saber de antemano" qué aspecto de la posición social de un individuo realmente "se convierte en un referente de identidad, un criterio que define la subjetividad" (p. 75). Otra forma de decirlo es que no es posición social, es autointerpretación, ya que siempre se interpreta en términos de alguna red discursiva específica. Si todas las teorías sociales

implican una búsqueda de fundamentos (p.5 arriba), entonces es el discurso quien se convierte en el elemento fundacional dentro de la teoría social propia de Cabrera.

Por último, Cabrera no sólo tiene por objeto dar cuenta de las relaciones sociales en un momento dado, sino también ofrece una explicación del cambio en el tiempo. Debidamente, enfatiza en que este es un tema central para la postsocial history ya que si el cambio de discurso fue simplemente el productode cambio social entonces este último factor mantendría una primacía explicativa y "los supuestos básicos de los paradigmas anteriores se mantendrían intactos" (p.36). Argumenta qué "cualquier nueva situación social o evento siempre es aprehendido y conceptualizado u objetivado por medio de las categorías heredadas de situaciones previas". Mientras pensadores anteriores habían considerado que este fue el caso, historiadores postsociales mostraron que "en la interacción entre la realidad social y la matriz categorial heredada, la última y no la primera, juega un rol activo", así como los individuos incorporan la nueva realidad social en lo heredado y familiar "marco de inteligibilidades" (pp. 37-38). En este punto, el análisis de Cabrera se convierte más bien en problemático, ya que si la respuesta de la gente al cambio social es "imponerle el patrón conceptual que prevalece" (p.37), no está claro por qué este modelo conceptual (o incluso la propia sociedad, ya que está también discursivamente constituida) es siempre capaz de cambiar. Cabrera sin embargo afirma que a pesar de que "la conciencia reacciona a los nuevos fenómenos" en términos dados por "su propia estructura conceptual", esto puede dar lugar a la aparición de "nuevos conceptos" que nacen de la apertura de un nuevo espacio en la preexistente red categorial/conceptual" y constituye un "despliegue de las posibilidades conceptuales" de discursos previos de los cuales son una "reconfiguración" (p. 38). Efectivamente (por razones que, una vez más, Cabrera no tiene muy en claro), cada discurso es siempre sometido a un proceso de "perenne reconfiguración" hasta que se alcanza un punto en el que estas mutaciones "llegan al punto de modificar el núcleo conceptual básico" del discurso existente, que luego será sustituido por otro (p.40). "No se incluyen nuevas situaciones sociales en un nuevo discurso, pero hacen una mutación del sistema diferencial en el anterior" (p.40). En su recuento del cambio histórico es, una vez más, el discurso la variable clave en el enfoque postsocial.

A pesar de sus ocasionales oscuridades en la traducción la . Una forma de evaluar a la Postsocial Postsocial History podría ser preguntarse como resumen fielmente el trabajo de Joyce, Vernon, Scott y otros quienes se invocan como ejemplos del History representa un intento de bienvenida para clarificar y explicitar lossupuestos que subyacen a una tendencia muy discutida en la historiografía moderna. Sin embargo, para este crítico, al menos, gran parte de su argumento, en términos tanto de su significado y del alcance de su originalidad, está claro. Considerando estos problemas, sospecho que la mayor parte de mis afines empíricamente (que no quiere decir "empiristas") colegas seguirán siendo inmunes a las demandas del paradigma postsocial y que continuarán escribiendo la historia como lo han hecho anteriormente

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9 Para la distinción entre lo empírico y lo empirista, ver E. P. THOMPSON, The Poverty of Theory and Other Essays (London: Merlin, 1978), 196-8.

paradigma postsocial. Ciertamente, como Pat Joyce indica en su prólogo a este volumen, las opiniones de estos historiadores son más una " rainbow alliance " (p. ix) de diferentes posiciones de una sola ortodoxia. Tal vez sean estos mismos historiadores quienes digan si Cabrera ha captado o no con precisión sus puntos de vista, aunque si, como afirma Cabrera para todos los otros agentes sociales, los historiadores mismos están sujetos a los discursos que ellos "no pueden trascender" y de los que ellos mismos "no son conscientes", esto puede excluir la posibilidad del entendimiento racional de ellos mismos o, de hecho, de los demás. Aquí, ofrezco una evaluación de la teoría de Cabrera como alguien que no se ve como adherente del paradigma postsocial. No obstante, no he tratado simplemente de criticar la teoría de Cabrera desde el exterior, sino más bien de ofrecer una crítica inmanente que muestra cómo su análisis viene a socavar sus propias afirmaciones y a descartar hipótesis. Cabe destacar que lo que está en cuestión no es si debemos ser teóricos o no (como historiadores, estamos siendo teóricos, todo el tiempo) sino más bien cómo lo que usamos para nuestra práctica son las teorías particulares que Cabrera nos ofrece.

Un problema inicial es que, para un extraño, Cabrera parece proporcionar un relato parcial del desarrollo de la teoría social y la historia social en los últimos cuarenta o cincuenta años. En la práctica, las teorías sociales a menudo no se caracterizan por lo que positivamente afirman, sino más bien por lo que critican y rechazan en las escuelas de pensamiento rivales. En el caso de Cabrera, como sucede tan a menudo con los escritores post-estructuralistas, el objetivo parece ser una forma de marxismo clásico (por ejemplo, p.30) en el cual las relaciones sociales y económicas están claramente distinguidas de las formas de conciencia social que les "corresponden": la nueva historia cultural es entonces cuestionada por no romper totalmente con esta perspectiva. Sin embargo, de hecho, este dualismo ha sido criticado por una amplia gama de filósofos, sociólogos e historiadores sociales mucho antes, y muy por separado de, el aumento de la historia postsocial o, nueva historia o, incluso, de su nuevo antecedente cultural. Por tanto, Acton, Plamenatz, Leff y otros desde hace mucho tiempo ponen en tela de juicio la distinción marxista entre base y superestructura sobre la idea de que es imposible caracterizar a la llamada economía de base de la sociedad, sus relaciones de producción, sin recurrir a elementos de la ideología y la política que el marxismo había relegado tradicionalmente a la superestructura social . En la sociedad aborigen australiana, por ejemplo, los sistemas de parentesco no son simplemente una expresión de anteriores relaciones biológicas sino más bien de especificar como las relaciones son significativas para la filiación y además para el acceso al producto social. Aquí, el pensamiento organiza la práctica social: la cultura es constitutiva de las relaciones sociales. Fue precisamente el reconocmiento de esta "interpenetration" de base y suprestructura que, treinta años atrás, llevó a Godelier a reformular el materialismo histórico como un reclamo por la primacía de las relaciones de producción en su más amplio sentido, incluyendo sus

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10 Para referencias de quienes adoptaron esta posición, ver, S.H.RIGBY, "Marxist historiography", Companion to Historiography, ed. M. Bentley (London: Routledge, 1997), 910-11.

componentes políticos e ideológicos sobre los elementos "residuales" de la sociedad que no eran, por sí, constitutivos de tales relaciones .


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