Foto de Internet. El Glorioso machacando al Dartmou.th
El Glorioso, tras dejar su importante cargamento, Cuatro Millones de Pesos de Plata en Corcubión, cerca de Finisterre, tal y cómo citábamos hace unos días en la primera parte de éste importante relato, acometió en su reducido puerto las reparaciones imprescindibles para garantizar la navegabilidad del buque. En aquel momento y en menos de un mes, había despachado a dos escuadras británicas con la única pérdida de catorce hombres. No obstante las reparaciones para devolver la integridad al buque había que realizarlas en un astillero naval plenamente preparado para ello, asi para el municionamiento y la restitución de hombres. El puerto más cercano que reuniera las condiciones reseñadas era Ferrol, situado a pocas millas y a la cual De la Cerda se encaminó con la premura de quien tiene una bomba con poca mecha que está a punto de estallar. No obstante, en la época de la vela todo era más difícil que ahora y vientos contrarios obligaron al Glorioso a poner rumbo a Cádiz, el otro astillero preparado para su reparación total.Tercer y Cuarto Combate del Glorioso.
El Glorioso realizó la travesía alejándose todo lo posible de la costa portuguesa y poniendo el máximo cuidado posible en no topar con ninguna patrulla británica de las que infestaban la zona. En tal tesitura, el buque español logró alcanzar el Cabo de San Vicente sin complicaciones hasta topar, de frente con cuatro fragatas corsarias británicas que, bajo el nombre de "The Royal Family" iban comandadas por el pirata inglés con rango de Comodoro, ya se ve que los ingleses elevaban a las máximas distenciones a los peores criminales, algo así cómo lo que sucede en la política de nuestro país, George Walker. A aquellas alturas, un ya cansado De la Cerda de masacrar bretones, vió cómo le pintaban bastos entablando combate con sus setenta cañones frente a los ciento veinte de las cuatro fragatas que respondían a los nombres de King George, Prince Frederick, Princess Amelie y Duke, de ahí lo de la familia real. Cuatro fragatas frescas, sin dañar con casi mil tripulantes que volvían a poner a prueba la fuerza de espíritu de los españoles y la fortaleza de un buque fabricado en el mejor astillero de la época, el de La Habana.
El viento cesó al poco del avistamiento, quedando la mar en calma y los contendientes en observación rabiosa hasta la alborada del día siguiente, dieciocho de octubre de mil setecientos cuarenta y siete. En aquel momento la tensión debía cortarse con un cuchillo, sobre todo cuando a las cinco de la mañana, con España a la vista y sin posibilidad alguna de apoyo por parte de nuestra flota, los ingleses comenzaron los movimientos de aproximación. En España la rendición es complicada y es mucho más factible morir en honor que rendirse en vergüenza. Con ésta premisa el King George, creyendo en inferioridad al enemigo consiguió aproximarse a distancia de fuego y emprenderla a disparos a eso de las ocho de la mañana. No hay enemigo pequeño y tras la primera descarga española, el buque inglés quedó desarbolado a la merced del fuego enemigo, con dos cañones destrozados y presta a soportar tres horas de insufrible castigo sin margen de maniobra, con siete hombres muertos y muchos heridos.
En pos de la Gloria.
La Prince Frederick, tras un primer momento de duda, vió que la King George no sobreviviría y se aproximó en su ayuda posicionándose para el fuego de costado, maniobra que De la Cerda previó y evitó manteniéndose a una distancia prudencial que lo alcanzaran. Las tres fragatas se posicionaron para acudir al combate y finalmente lo lograron mientras un cuarto buque, el Dartmouth, de cincuenta cañones acudía en pos de la defensa de los buques británicos en un combate que coronaba al Glorioso cómo el summun del conjunto buque-comandante. Dicho buque, casi en igualdad de fuego que el Glorioso, asumió el papel de buque insignia aproximándose al mando del Capitán John Hamilton, comenzando un castigo por parte de los españoles que los harían lamentarse por el resto de su ya corta y dura vida. Ante la perplejidad de las fragatas del grupo de The Royal Family, el Glorioso, ya tocado y sin cejar en el empeño, azuzaba el combate contra el flamante Dartmouth que recibía el fuego enemigo cómo un púgil incapaz de defenderse.
La pericia de los artilleros españoles, la sangre hispanica labrada en el fuego y la sangre, darían cómo resultado el hundimiento del buque de 50 cañones con sus trescientos cincuenta tripulantes a excepción de un teniente y once hombres tras acertar un disparo de lleno en la santabárbara. Tras aquello, el Glorioso aprovecharía la confusión de los británicos para recoger a sus hombres poniendo pies en polvorosa para intentar alcanzar Cádiz. Las fragatas comenzaron casi de inmediato la persecución del Glorioso que se vería alcanzado de nuevo cuando el navío de línea Rusell de 80 cañones se unió a la cacería en la noche del dieciocho de octubre acosándolo y cerrándole el paso reiniciando el fuego en cuanto les fue posible. El Glorioso resistiría la potencia de fuego una noche más, hasta la amanecida del siguiente día, diecinueve de octubre cuando la resistencia no fue posible y hubo que rendirlo. España había perdido 19 hombres. 120 heridos, el agotamiento de la munición y la completa desarboladura de un buque que había puesto en jaque a tres escuadras brítanicas hacían imposible continuar.
El fin del Glorioso, el principio de su Leyenda.
De la Cerda, muy a su pesar rendiría un buque sobradamente amortizado. La escuadra británica lo remolcaría hasta lisboa con el fin de repararlo y reincorporarlo a la Royal Navy. No obstante sus daños eran tales que fue mejor desguazarlo. Uno de los propietarios de las fragatas reprendió brutalmente a Walker, comandante de la flota de The Royal Family por exponer su barco a un buque superior, cosa a la que Walker se quejó amargamente. De la Cerda y sus hombres fueron llevados a bordo del King George y del Prince Frederich y posteriormente conducidos a Londres para su reclusión, donde serían objeto de admiración por parte de los ingleses. Retornados a España, De la Cerda sería ascendido a Jefe de Escuadra y posteriormente Teniente General de la Real Armada y Virrey de Nueva Granada en premio a sus acciones, la precisión de sus actos y el valor demostrado en combate. El buque Glorioso por su parte, entraría, gracias a una gesta cómo la reseñada en uno de los referentes y leyendas que orlarían, para siempre, la Gloria de la Real Armada Española.
Bibliografía:
Wikipedia.org
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