Las abuelas suelen ser muy precavidas. Y una de las preocupaciones típicas de las abuelas, es querer que sus nietas estén bien preparadas para que cuando se casen, puedan atender a sus maridos como corresponde.
Vanessa vivía con su abuela en Burjassot. Cuando Miguel y Vanessa eran novios, a él le encantaba ir a comer a casa de Vanessa, porque la abuela cocinaba muy bien.
Un día, bromeando, Miguel le dijo a la abuela:
”Su nieta me va a matar de hambre como no la enseñe usted a cocinar”
Ella le cogió la palabra al pie de la letra, no podía permitir eso, a pesar de que sabía que no iba a ser así.
Mientras la abuela cocinaba, ponía a Vanessa a su lado para que viera como se preparaban las diferentes recetas. Y así su nieta fue aprendiendo a cocinar platos tan ricos como este guiso de pollo que hoy nos cuenta.
Desgraciadamente la abuela faltó antes de que Vanessa se llegara a independizar y ella tuvo que poner en práctica rápidamente todo lo que le había enseñado su querida abuelita.
Hay un proverbio japonés, que dice:
”La abuela sirve besos, galletas y consejos a diario”
Entonces, como buenos nietos, deberíamos disfrutar de sus besos y de sus galletas, ¡pero sobre todo hacer caso a sus consejos!
Hay que ver qué sabias son las personas mayores, muchas veces nos quejamos de sus manías, pero más nos valdría escucharles con atención.
INGREDIENTES (para 4 personas):
8 muslitos de pollo1 cebolla grande
2 o 3 zanahorias
1 hoja de laurel
1 cucharada de harina
Agua (1 vaso aprox.)
Vino blanco (1/2 vaso aprox.)
Aceite de oliva
Pimienta, sal, ajo molido.
Como guarnición: Patatas fritas o arroz blanco.
PREPARACIÓN:
Se pone aceite de oliva en una cazuela, no demasiado porque el pollo ya suelta grasa y quedaría aceitoso (aunque yo les quito la piel). Cuando esté caliente se ponen los muslitos a dorar, previamente salpimentados y con ajo molido.
Conforme se van dorando, los apartamos de la cazuela y reservamos en un plato.
Cuando ya se ha dorado el pollo y está fuera de la cazuela, se sofríe en ese aceite la cebolla y la zanahoria (cortadas finas) a fuego medio, removiendo con cuidado para que no se pegue.
Cuando la cebolla tiene el color tostadito se añade una cucharada de harina para que luego espese la salsa, se le da unas vueltas con el sofrito y añadimos los muslos de pollo, la hoja de laurel, agua y un chorro de vino blanco.
Se deja cociendo a fuego lento hasta que vemos que va espesando la salsa, alrededor de unos 20 o 30 minutos, que veamos también que la zanahoria y la cebolla estén tiernecitas.
Durante su cocción suelo hacer unas patatas fritas, que le van como anillo al dedo como acompañamiento. O bien puede servirse con arroz blanco y tenemos un plato único muy completo.
Para Vanessa esta receta tiene mucho significado porque se la enseñó su abuela, la persona a la que tiene que agradecer que hoy sepa cocinar y además disfrute preparando para su familia platos tan ricos como éste.
¡Muchísimas gracias Vanessa por compartir con nosotros esta receta tuya tan familiar!
Cuántas veces recordamos ese plato tan exquisito que preparaban nuestras abuelas. Desde luego es una gran suerte saber hacerlo igual que ellas, así, cuando te sientas a la mesa y lo saboreas, es casi como compartirlo con ese ser tan querido que ya no está.
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