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Historias de uno II

Publicado el 05 mayo 2010 por Héctor
Historias de uno II
Paseaba aquella tarde por la playa. El buen tiempo había llegado, junio nunca defrauda. Era ya tarde, el sol rojizo anunciaba su retirada, no obstante la arena aún caliente lo mantenía atrapado, sin poder dejar de pasearla. Aquel día había sido largo, muy largo... y duro, muy duro. No había disfrutado del sol, ni siquiera se había bañado en las cálidas aguas del mediterráneo, él simplemente acabó allí aquella tarde, en aquella solitaria playa.
Aquello era una cita, igual que las tortugas tienen su cita una vez al año para poner sus huevos en la arena, él parecía haber aguardado durante tiempo ese momento, su cita con aquel lugar. Nunca supo si aquella tarde era el fin o el principio de algo, quizá ambas cosas pensó. Pero aquella tarde, en esa cálida arena, recordó otras cálidas tardes, con cálidas compañías, y cálidas aguas, cálidas sonrisas, cálidos juegos, cálidas siestas, cálidos baños, cálidas meriendas... y aquella tarde experimentó una calidez extraña, diferente... una calidez que le produjo un extraño escalofrío.
Sentía frío, un frío producido por la soledad, la soledad de un lugar que para él siempre fue cálido, por tantas cosas, y que hoy solo recordaba entre una media sonrisa de felicidad y cansancio, mientras apenas le llegaba el calor a los pies.
El sol rojizo cada vez estaba más incrustado en el horizonte, mientras que la luna ya hacía rato era visible. Su reencuentro, su paseo, su cita... había concluido, iba siendo hora de marchar. El largo día de junio debía dar paso a una eterna noche de verano, y esto le reconfortaba en el fondo. Antes de irse escribió algo en la arena.
Recordó entonces un poema de uno de sus escritores favoritos... más o menos rezaba así...
De tiempo somos.
Somos sus pies y sus bocas.
Los pies del tiempo caminan en nuestros pies.
A la corta o a la larga, ya se sabe, los vientos del tiempo borrarán las huellas...
mientras lo terminaba en su mente, las olas borraron sus palabras.
Los vientos del tiempo aún no habían conseguido borrar sus huellas, sus palabras ya habían sido ahogadas por las olas del mar.
Se dio la vuelta, veía la ciudad de fondo, hacía ella iba. Encendió su mp3. En él se escuchaba una canción..."el llanto de la gente va hacia el mar"...

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