La afirmación del título de este artículo es cuanto menos peligrosa si hablamos de un jugador en edad universitaria. Hablar en pasado de la voluntad de un jugador NCAA sin embargo no lo es: muchos quisieron ser como Michael Jordan, muchísimos como Magic, muchísimos jugadores quisieron ganar el título nacional y otros tantos ser el número 1 del próximo Draft. Lo cierto es que sólo unos elegidos al año consiguen los dos últimos retos nombrados y desgraciadamente ninguno consigue los dos primeros. Pero hay un jugador en la NCAA que en etapa de instituto quería ser como John Stockton. Que hoy día, ante el avance incipiente del músculo y la medición del talento de forma paralela a la de los saltos verticales, que un jugador aspire a ser como el mítico base de los Jazz es un honor para el baloncesto. Pero en este caso, este jugador tampoco lo logrará.
La universidad de Brigham Young es conocida por tener el mayor porcentaje de alumnos mormones del país (en torno al 98%). No en vano, esta Universidad fue fundada por el entonces presidente de esta iglesia, Brigham Young, en Provo, una ciudad del sur del Estado de Utah. Hasta ahí fue a parar Jimmer Fredette desde Glen Falls, un pequeño pueblo del norte del estado de Nueva York más cercano a Canadá que a la Gran Manzana. A la universidad donde jugaran Danny Ainge, Steve Trumbo o Shawn Bradley, aterrizó este escolta camuflado en el cuerpo de un base que admiraba a John Stockton. Para hablar del fracaso de Fredette en sus aspiraciones de emular al genio de Spokane hay que hacer referencia a su juego.
Fredette ocupa la posición de base por un aspecto puramente formal. La evolución en su juego desde su año freshman le hace situarse a mitad de camino entre el base director y el letal anotador. En el instituto presentó en su año senior 12 partidos por encima de los 30 puntos y alcanzando los 47 en otro. Sin dejar de ser despreciable sus cifras, no deben ser tomadas demasiado en cuenta visto que no actuaba en un gran instituto. Despreció ofertas de programas más importantes como Utah, Wake Forest, West Virgina o la vecina Syracuse y acudió a la llamada de la universidad mormona.
Lo único en lo que Stockton y Fredette tenían en común antes de entrar en la Universidad era la herencia deportiva de su familia. Al igual que John, cuyo abuelo fue un enorme jugador de fútbol americano, el padre de Jimmer también destacó en fútbol y baloncesto. No en vano, tanto el que fuera base de Gonzaga como Fredette también fueron reclutados en los equipos de fútbol, en Penn State en el caso de Jimmer. Esto explica que, a pesar de su altura, posee un físico espectacular, fuerte y poderoso en el salto, que le hace ser casi letal no sólo en el tiro, si no también en la penetración. Pero se decidió por el baloncesto a pesar de que por su capacidad física podría haber destacado en el deporte de las 100 yardas. Y por supuesto, por una cuestión de fe, su elección sería Brigham Young.
El menor de tres hermanos de una familia de deportistas suele ser quién más atención se lleve, la última esperanza del apellido Fredette para hacerse un hueco en el mundo de la élite deportiva. Con tan sólo 8 años su padre le llevaba a la prisión más cercana para que jugara con los reclusos. Según Jimmer, esta experiencia le hizo curtirse y le hizo más competitivo Mientras, seguía entrenando con su hermano, que viendo que a esa edad era muy superior a los chicos de su edad jugando al baloncesto, se centró en entrenar su físico, convirtiéndole en una gran corredor de velocidad.
La temporada pasada, durante el Torneo Final, se convirtió en el heredero natural de Stephen Curry para aquellos que aman el juego ofensivo representado por quién menos te lo esperas. Su actuación en primera ronda ante Florida, donde se fue hasta los 37 puntos en la victoria ante los Gators, dejaba al descubierto un jugador de esos a los que ansías ver y buscar por donde sea algún resumen o partido completo. Su progresión en cuanto a números es abismal. Ha pasado de sus 7 puntos en su primera temporada a los 16 del año sophomore, 22 como junior y finalmente 29 este año. Ya el año pasado anotó por encima de 30 puntos en ocho ocasiones y esta temporada ha terminado de explotar su faceta anotadora: 47 puntos ante Utah y 42 ante Colorado State, lanzando por encima del 40% en triples y del 90% en tiros libres.
El chico que soñaba con ser John Stockton parece que ha cambiado de tercio y apunta a otras metas. Ha acabado la temporada como el máximo anotador nacional y elegido unánimemente como el mejor jugador del año. Ha pesar de que no pudo llevar a los Cougars más allá de la tercera ronda, la temporada le terminó por colocar en la estela de las franquicias mejor posicionadas en el Draft. Lo que en un principio parecía que podría ser una elección media de primera ronda ha ido subiendo hasta situarle con opciones de entrar en el Top 10. Ha impresionado en los workouts realizados en Sacramento o Utah, donde lo esperan como agua de Mayo y como un enganche para el público mormón. Junto a su amigo Kemba Walker, con quien compartió concentración con la selección estadounidense el pasado verano, ha sido la gran atracción de la temporada NCAA y una de las grandes dudas en este Draft.
Pero Jimmer es consciente de que para situarse como una estrella de la Liga debe volver a sus orígenes. Esta temporada ha promediado más de 4 asistencias por partido, en un equipo en el que aglutina el 30% de los lanzamientos. Él insiste en que puede ser algo más que un escolta anotador, que puede llegar a ser un gran base de la NBA. Al fin y al cabo, su modelo como jugador es el mejor pasador de la historia de la NBA.
PD: Con este se completa la serie de tres "Historias del Draft". Los próximos post serán una previa y un análisis de la ceremonia.