Revista Historia
El triunfo de Yrigoyen en las elecciones presidenciales de 1928, abrían el cauce a una situación más compleja que la de su primer presidencia. La confrontación era mayor incluso dentro del orden interno partidario (la escisión entre radicales personalistas y antipersonalistas) que provocaría que Yrigoyen se apoye definitivamente en la clase media, abandonando su alianza con los sectores más conservadores. La crisis económica es agravada con el crack mundial de 1929 que origina la debacle afectando en magnitud a los países exportadores primarios como lo era la Argentina. El descontento generalizado, notorio en la clase media que desprotegida le retira su apoyo a Yrigoyen, el ataque sistemático de la oposición, había dado rienda suelta a que los militares abandonen la indecisión y salgan de los cuarteles dispuestos a dar el primer golpe de estado, iniciando una serie de interrupciones democráticas que se darán a lo largo del siglo XX.
La revolución del 6 de setiembre de 1930 significó en realidad el triunfo de una coalición heterogénea cuyo objetivo fundamental era poner fin a la experiencia radical yrigoyenista. Conservadores, socialistas independientes, y radicales antipersonalistas habían contribuido a interrumpir la continuidad constitucional. No obstante, para los nacionalistas significaba algo más y su entusiasmo manifestaba tal convencimiento. Representantes de estos, Ernesto Palacio y los hermanos Irazusta desde el periódico nacionalista La Nueva República depositaban las esperanzas de acabar con la denostada democracia liberal e imponer urgentemente un gobierno nacional no partidario, un gobierno “impuesto por la fuerza militar y (...) el consentimiento y aun el auspicio de la opinión pública”.
No obstante, para decepción de estos grupos, el gobierno de Uriburu no contó con el apoyo y la decisión que estos invocaban lo que terminó determinando el gobierno de facto en un simple interregno político que preparaba debidamente el regreso de las fuerzas conservadoras al poder bajo la llamada Concordancia y el amparo del fraude patriótico. Sin embargo, esta crisis representativa no infundaba solo un problema político sino que lo acompañaba una acentuada crisis económica donde empezaban a vislumbrarse los hilos hasta entonces invisibles que tenían atada a la Argentina con el imperialismo británico. La denuncia del manejo de las relaciones entre los gobernantes y el capital extranjero salían a la luz. Julio Irazusta denunciaba desde La Nueva República:
“Nuestro público habitual no puede abrigar una sola duda respecto al sentido de nuestra campaña contra el liberalismo considerado instrumento del capital extranjero.(...)(Pero) no combatimos el provecho legítimo de la riqueza extraña invertida en nuestro país...pero esas consideraciones de simple buen sentido no pueden hacernos pasar por alto el abuso surgido de aquella política. El capital extranjero, no contento con los enormes privilegios que le acuerda nuestra constitución, se toma otros, muchos mayores, en flagrante violación de la ley. La comunidad de origen con el régimen liberal, y la natural incapacidad de éste para la defensa de los intereses nacionales cuya gestión le está encomendada, facilita la consumación del abuso. Y eso es lo que nosotros combatimos.
(...)Por eso es que gritamos contra los gobernantes que han sido o son abogados de compañías extranjeras, porque no creemos compatible la defensa de intereses particulares extraños tan cuantiosos con la defensa del interés nacional”. (1)
Con la sustancial crisis del orden liberal que acontecía, que no era ni más ni menos reflejo de Europa con el peligro comunista y el surgimiento del fascismo, se daba la necesidad de revisar cuales habían sido los errores que habían conducido al país a tal situación. La figura de Rosas como referencia patriótica será revisada desde diversos matices y objetivos. El conservador Carlos Ibarguren inauguraba esta revisita histórica hacia el Restaurador, sostenido por un importante recurso heurístico se publicaba el clásico Juan Manuel de Rosas, su vida, su drama, su tiempo. No obstante, esta búsqueda reivindicadora hacia Rosas no establecía una ruptura hacia el paradigma histórico vigente por entonces, mas bien tendía a la búsqueda de cómo incorporar la figura del caudillo dentro de la historia oficial. Aunque el fin de Ibarguren era infundar críticas hacia el orden liberal, no manifestaba una denuncia hacia la historiografía fundacional. Tendría que esperarse hasta 1933, cuando el escandaloso pacto Roca –Runciman despertara la indignación nacionalista.
NOTA:
(1)“Acerca del capital extranjero”, publicado en La Nueva República el 22 de octubre de 1931. Citado en IRAZUSTA, J. El estatuto del coloniaje (primera parte). Buenos Aires. Obligado. 1975. p. 121.